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miércoles, 24 de julio de 2024

La lectura de SUMMARIUM 25 por el escritor y catedrático JUSTO SOTELO

 



Leyendo "Summarium 25", de Miguel Ángel Yusta (Zaragoza, 1944), como si estuviera en la terracita acristalada de un café de París en Saint-Germain-des-Prés, pero en la calle Princesa de mi barrio de Argüelles de Madrid, un apacible domingo por la mañana de este nuevo verano (cada cual celebra la Víspera de San Juan como más le gusta, y también recuerdo las hogueras de otros años en la playa de Martiánez del Puerto de la Cruz o de la playa de Alicante). Es una selección de su obra que nos lleva desde el año 1999 hasta la actualidad, desde un cierto aroma a Juan Ramón y Luis Cernuda de "Peregrino de ausencias" (2006), "Teoría de luz" (2007) y "Reloj de arena" (2008), pasando por la llamada poesía de la experiencia a lo Ángel González, de "Ayer fue sombra" (2010) con ese "nací por la mañana /un domingo de marzo", y libros posteriores, hasta llegar a una "poeticidad" posmoderna en "Postludio" (2022). La elegante edición que acaba de publicar Huerga y Fierro contiene un cariñoso e inteligente prólogo del poeta Félix Maraña.
 

Yusta me lleva cariñosamente de la mano por la música y el cine en su "descapotable de juguete" durante esas "noches de insomnio y fantasmas", más como pasajero de otoño que de verano por París, Roma y Grecia, siempre mirando hacia la infancia y hacia la belleza. Su discurso poético posee una forma interior cuidada y milimétrica repleta de amor, aunque también de dolor y de olvido, de memoria y de silencio, de música y de realidad. Nos dice que "más grande es el dolor cuanto más se ama", aunque si me pusiera a hablar con su "voz poética" quizá le diría que "más grande es el amor cuanto más se ama". Y lo hago porque esa "sustancia interior" a lo Welleck y Warren que siempre busco para comprobar la calidad de un poema o conjunto de poemas (mi mente todo lo ve en conjunto, para eso es también la de un científico) me da la razón en el cuarto de siglo de "poesía interior" de Miguel Ángel Yusta. Por eso ayer pensaba en las ciencias del espíritu que aprendí en la obra de Wilhelm Dilthey, con las funciones sociales del creador, la gramática, la retórica, la lógica, la estética, la ética y demás disciplinas que han surgido porque el individuo toma conciencia y reflexiona sobre su propia actividad. Todas estas ciencias tienen carácter histórico, y forman una unidad porque incluyen lo que Domínguez Caparrós llama "el análisis de la vivencia total del mundo espiritual". Y esto es lo que ha logrado, a mi entender, Miguel Ángel Yusta con este volumen de poemas o de fragmentos de su espíritu. Después de todo "París me iluminó -nos dice el poeta, y yo lo leo en un café que podría ser Flore o Le Deux Magots-, en los primeros años de sombras y me enseñó que el amor puede tener la forma de un abrazo, de una estación llena de emigrantes, de la visión de Notre Dame o del ardiente corazón de una muchacha de ojos inmensos".
 
Mientras me bebo el primer café de la mañana, tomo el libro que leí ayer hasta dos veces y busco la página 121, antes de pasar estas reflexiones a mi blog:
 
"Mogambo".
 
Tarde de cine de un domingo viejo.
Su mirada me baña en la penumbra
-intervalos de luz
vacíos de palabras-
y sus manos se aprietan a las mías
en la fila de los besos furtivos.
En la pantalla, celos y despecho,
Ava Gardner compite con la fiera
y sus pasos retumban en la sala
mientras Grace nos asombra
convertida en hermana por gracia del censor.
Nosotros nos miramos y comprendemos poco
pero tal vez Clark Gable, un hombre duro
bregado en mil batallas,
entienda más de amores pasionales
que unos adolescentes asustados.
Tardes de cine de domingos viejos
en un país dormido.
Tiempos de oscuridad y de mentiras
donde tan sólo quedan ilusiones
en los ojos amados de la fila postrera,
atentos a esa mínima ventana luminosa
hollada tantas veces
por la inicua tijera del servil.
A la salida del modesto cine
regresa lo más gris de la existencia
y me aprieto a la almohada por la noche,
añorando su cuerpo,
mientras abrazo sueños imposibles
de películas en tecnicolor".

Valentín Martín, escritor y periodista, comenta SUMMARIUM 25

 



      El libro de Yusta no es un libro más. Ni siquiera la suma de todos sus libros, aunque sea todo Yusta. Aquí está el ojo de águila y el ojo de halcón. Yusta no puede escapar a la avaricia de quienes le conocemos y lo amamos. O de quienes quieren conocerlo. O de quienes deberían conocerlo.
Porque Yusta en este libro, emocionalmente prologado por la sabiduría de Félix Maraña, está alimentando el hambre del lector con curiosidad y ganas. Un poeta nutrido y nutricional, un poeta que va más allá de sí mismo, un poeta que escribe para aterrizajes forzosos si se da la ocasión, un poeta con pausa o ráfaga, un poeta abundante y superlativo, propone aquí leer de todo. Este es el Yusta del libro.
Un libro concebido en la largura del tiempo, con las hermosas secuelas de haber sido traído con el placer de vivir el amor, el dolor, el sabor, el olor, todo lo que cabe en la vida vivida por un pirata honrado que bien podría haber sido bautizado por Labordeta en vez de Goytisolo.
Félix Maraña, que sabe leer mejor que nadie, avisa de que este libro es una película amatoria. Y claro que lo es, si Yusta, nuestro Yusta, domina esa asignatura tan humana mejor que la copla, la música lírica, la poesía, las pasiones que lo acompañan en el trajín ya apaciguado pero tan crónico como la bondad que va con él a todas partes.
La película de que habla Félix Maraña dura aquí 24 años. Suficientes para confirmar que Miguel Ángel Yusta ha hecho del amor una costumbre. Y aquí no hay the end que valga.

miércoles, 17 de julio de 2024

ROMANCES HONDOS.

 

 

Las mujeres quedan solas,

los hombres se van marchando

y en los campos y las casas

pesan la ausencia y el llanto.


Las mujeres quedan solas

porque allí falta trabajo

y aquellos bravos valientes

han de salir a buscarlo.


La ciudad, penosa y triste,

despierta de su letargo

cuando, en gris amanecida,

los hombres están llegando.

 

Van en silencio, sin prisa,

y en sus ojos, aún cansados,

de repente se adivina

el verde suave del campo.

 

(Mayusta 1967. Foto: Biblioteca Virtual Cervantes)

martes, 16 de julio de 2024

Marcela Filippi traduce mi poema "Cada día vivir"

 https://www.facebook.com/share/p/6nWy3DTkLYmNrL93/

 

CADA DÍA VIVIR
 
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
 
Cada día vivir
frente al acantilado de la duda
cuidando de no dar un paso en falso.
Vivir en genitivo
y dejar que los días y las noches
pasen en un reloj sin manecillas.
Vivir y acostumbrarse
a estar en el rincón de los esclavos
cuidando que la lluvia
no manche los espejos
donde se escribe el nombre de las cosas.
Vivir, por decir algo.
 
 
VIVERE OGNI GIORNO
 
Vivere ogni giorno
di fronte alla scogliera del dubbio
facendo attenzione a non fare un passo falso.
Vivere al genitivo
e lasciare che i giorni e le notti
trascorrano in un orologio senza lancette.
Vivere e abituarsi
a stare all'angolo degli schiavi
facendo attenzione che la pioggia
non macchi gli specchi
dove si scrive il nome delle cose.
Vivere, per dire qualcosa.
 
 
(de Summarium 25. Huega & Fierro editores)

 

jueves, 4 de julio de 2024

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