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sábado, 16 de junio de 2018

Presentación de Pasajero de otoño en Zaragoza.

Texto elaborado por el escritor y catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura comparada de la Universidad de Zaragoza, Alfredo Saldaña, para la presentación en Zaragoza, Librería Cálamo el día 13 de junio de 2018.


NAVEGAR EN SILENCIO POR LO OSCURO
Miguel Ángel Yusta ha ido elaborando a lo largo de estos años una obra poética singular dotada con unas señas de identidad con denominación de origen, rasgo de estilo que no todos los escritores alcanzan. Con todo, yo no sé si estamos —si nos ceñimos al libro que hoy presentamos— ante uno de esos poetas cuya escritura es proyección y consecuencia de su vida o ante una de esas personas cuya vida es reflejo y prolongación de su escritura (y trataré de glosar esta incertidumbre a lo largo de mi intervención en este acto); en todo caso, me temo que nos encontramos ante uno de esos individuos en los que vida y obra son manifestaciones inseparables —y a menudo indistinguibles— de un mismo binomio.
No es ni mucho menos mi intención presentar aquí, en su ciudad, a Miguel Ángel Yusta, alguien que ha desarrollado en estas últimas décadas una importantísima labor como letrista de grabaciones discográficas, coordinador de numerosas actividades literarias, columnista en Heraldo de Aragón y poeta. Entre sus libros de poesía, entre otros, encontramos: Ayer fue sombra (2010 —Aqua— y 2017 —Lastura), Cancionero de coplas aragonesas (2011, Olifante), Pavesas del silencio y de la espera (2012, La fragua del trovador), Amar y callar (2013, Sabara), De silencio y luz (2015, Lastura). Y ahora publica, acompañado de un iluminador prólogo de Fernando Aínsa, Pasajero de Otoño, para mí, su mejor libro. Voy a intentar argumentar por qué.
Siempre me ha llamado la atención la curiosidad y el interés que en todo momento ha mostrado Miguel Ángel por la literatura, una relación marcada por la pasión y el rigor. Yo creo que para él la poesía es palabra que refleja la huella de un tiempo vencido, palabra que lucha por permanecer en la memoria una vez que ha hecho su trabajo el arrasador ángel de la historia del que hablara Walter Benjamin, palabra de arena que trata de resistir los embates del viento, palabra de agua que desgarra con su grito las venas encendidas de la tierra. Así, algo de todo esto —y mucho más, por supuesto— encontramos en esta reveladora y radical entrega poética que hoy presentamos, donde la palabra encuentra su paraíso innominado entre los márgenes del poema.
Más allá del sentido y profundo homenaje implícito a diferentes ciudades y paisajes que alberga el discurrir de este libro (París, Roma, Grecia), Pasajero de Otoño plantea —desde un conocimiento exhaustivo de las grandes corrientes artísticas y de pensamiento que se han sucedido en Occidente— algunas de las cuestiones centrales a las que se ha enfrentado la escritura poética a lo
largo de su historia. Aquí la palabra es desafío del lenguaje a la posibilidad de su propia extinción, acontecimiento que se disuelve en la imagen que lo genera —y en este sentido cabe hablar tanto de imágenes poéticas como de imágenes visuales, plásticas—, palabra que versa sobre esa inefabilidad propia de cierta poesía, esa actitud entregada y valiente que consiste en llegar hasta el fondo de un agujero para hablar desde ahí, desde ese lugar —como se lee en el poema que abre el libro— ubicado «en las orillas de la duda / entre el sol y la muerte» (p. 25) donde se encuentra ese organillero solitario cuya música —como ocurre con la del trompetista del metro— ya nadie escucha. Desde luego, el viaje —como muy bien señala Fernando Aínsa en el prólogo— es un motivo vehicular y estructural en el libro. Miguel Ángel incorpora a su imaginario algunos lugares más o menos conocidos de la tradición pero, en este caso, lo relevante, para mí, es la actitud con la que se afronta esa experiencia y el reconocimiento de que lo verdaderamente singular y extraordinario de ese acontecimiento no se encuentra en el destino —«tocar el cielo», por ejemplo, como se afirma en el preludio de este libro— sino en el propio viaje.
Pasajero de Otoño apuesta claramente por un decir repleto de música y de referencias intertextuales a otros ámbitos artísticos y en el que la máxima significación se halla en el hecho mismo de decir. Su autor ha viajado por senderos por donde solo son capaces de transitar aquellas personas que intuyen que para encontrarse antes hay que perderse. Un viaje —acompasado con el ritmo de una personal y sugerente banda sonora— que implica en todo caso un recorrido sentimental e ideológico por algunos de los principales escenarios —rincones, calles, plazas, teatros y museos, etc.— por los que el sujeto poético ha transitado a lo largo de los años, un viaje que supone pérdida y ganancia, olvidos y encuentros, y que acaba resumiéndose —como se lee en el memorable poema que cierra el poemario— en ese silencio que se escucha «por lo oscuro» cuando se navega a la espera «del profundo arañazo de la Dama» (p. 91), ese silencio que podría funcionar muy bien como metáfora de esa música infinita y total que permite al sujeto buscarse entre las sombras y disolverse entre la nada para siempre. En ese sentido, estos poemas —escritos algunos de ellos en primera persona y en los que se recrean, desde una cierta distancia, anécdotas y situaciones del imaginario vital del propio poeta— tienen algo de homenaje a un universo personal y colectivo que el autor ha querido retratar. La vida, como la escritura, es un viaje al corazón de la noche, donde aguarda el secreto del poema, la sensación de un sentimiento de pérdida. En «Palais Garnier» leemos: «Estoy otra vez sentado en la oscuridad. / En una blanda oscuridad acompasada. / El tiempo se detiene en los dorados y en las lámparas, / en los terciopelos rojos que saben de pieles adormecidas. / Tengo miedo» (p. 35).
Yo creo que Miguel Ángel Yusta sabe muy bien que los viajes que importan suceden siempre en lo más hondo de uno mismo, guiados por esos «ojos sedientos de luz» (p. 36), como leemos en otro poema de este libro. Y en ese proceso —que no es sino un movimiento de aprendizaje, un viaje de conocimiento— la voz poética ha sabido desprenderse de lo accesorio y lo superfluo y partir a la búsqueda de lo esencial, hacia el encuentro de la raíz de las cosas. Eso es, sobre todo, Pasajero de Otoño, poesía que se enriquece conforme pierde elementos, tejida a golpes de libertad contra la mudez de la piedra y el sinsentido del ruido, poesía elaborada desde la conciencia de la pobreza y de la pérdida. Miguel Ángel Yusta plantea de este modo un escenario poético e imaginario en el que el paisaje natural ha sido trascendido por la sugerente plasticidad de las imágenes poéticas empleadas, un escenario —decía— en el que emerge una voz singular y extremadamente autoconsciente del trabajo llevado a cabo, una voz que ha sabido horadar en las hendiduras e intersticios del lenguaje y que aflora a la búsqueda de lo esencial, en ese viaje en el que solo se ve acompañado por su «sombra / de viajero sin nombre» (p. 81), como leemos en el poema que da título al libro, probablemente, como sugiere Fernando Aínsa en su prólogo, el más compacto de todos los que lo conforman.
Pasajero de Otoño recoge dos grandes motivos de la literatura universal, y ambos interrelacionados: los motivos de la pérdida y de la búsqueda; todo canto poético surge de una tensión o una insatisfacción y de la necesidad de cubrir esa falta con la conquista de un nuevo horizonte. Podría decirse, después de todo, que esta obra poetiza el conflicto del vaciamiento que adquiere imagen en la conciencia del propio viaje donde se entrecruzan la realidad y la ilusión y que, sin pretenderlo, nos enseña al final que toda pérdida conlleva una ganancia. No hay desafío mayor que este que Miguel Ángel Yusta afronta en este singular libro —el mejor, para mí, repito, de todos los que ha escrito— y ese reto consiste en agujerear las cimas del pensamiento hasta dar con la profundidad del verbo, ese lugar donde esa palabra de música que es la poesía se disuelve en su silencio (la música, lo anoto tan solo entre paréntesis, desempeña una función central como hilo conductor y elemento de cohesión a lo largo de todo el libro); el autor de esta obra ha comprendido aquello que la poesía tiene de radical y esencial: la puesta en juego de la palabra, la vida, asumiendo el riesgo de la pérdida. Miguel Ángel Yusta nos ha entregado un gran libro. 
 
Alfredo Saldaña 
 
*Miguel Ángel Yusta, Pasajero de Otoño, Madrid, Huerga y Fierro editores, 2018.

lunes, 11 de junio de 2018

Pasajero de otoño, en Andalán.

Miguel Ángel Yusta, otro viejo amigo, ya en el camino a la vejez, que lleva con garbo físico y mental, ha escrito dos grandes poemarios de amor: la pérdida y el ¿inútil? recuerdo. Hubo primero un momento de “Des-Concierto” (La Fragua del trovador) que es un libro anterior no presentado ni comentado aquí, por ello. Luisa Miñana aduce en su prólogo que la poesía no lo precisa, pero señala agudamente sus tempos musicales, tan querida la gran arte por el poeta, su poema a un viejo coche y otros aciertos. Hay en el libro quejidos por una separación reciente, evocando un cuerpo que sabe a noche y navega vibrante por las oscuras aguas del deseo, descendiendo por la escala del miedo, hacia el ocaso en despedida tras tanto amar, viaje ya sin meta. Los recuerdos quedan en blanco y negro, nombres, ciudades, lugares, naufragios en silencio, cenizas hacia la templada muerte. Y aforismo en que se desperza el verso, y un decrépito poeta, “cansado de nadar contracorriente”.




 

Mariano Castro, poeta, opina sobre 'Pasajero de otoño'

He leído con extraordinario placer tu Pasajero de Otoño. Viaje –viaje siempre es singular y nos remite a ese otro viaje único con su rostro bifronte, como Jano, vida y muerte inscritos en él- viaje, decía, a tres ciudades símbolo donde se mira –y mira- el yo lírico para atender, con gran exquisitez formal, aspectos universales de lo humano.
El equilibrio rítmico reproduce, con brillantes imágenes, el latido del sentimiento.
Y terminas, querido amigo, con una tercera parte –la que da nombre al libro- que recoge la experiencia del viajero, en apretada síntesis, para ofrecer la destilación de un pensamiento poético donde asoma la sabiduría que concede el amor a la vida y a las palabras (“pues ningún edificio se derrumba / si el buril del amor fue su arquitecto.”).
 Cortas mis palabras para tu largo aliento.

domingo, 3 de junio de 2018

Presentación de "Resistencia del aire" de F. Aínsa.

Feria del Libro. Zaragoza, 2 de junio de 2018.
Presentación: “Resistencia del aire", por Miguel Ángel Yusta.
Autor: Fernando Aínsa Amigues. Edcs. Renacimiento.

Buenas noches señoras y señores:
Poca presentación es necesaria en el caso del escritor Fernando Aínsa y diremos lo imprescindible en cuanto a datos personales y extensísima obra, que hoy en día todos pueden consultar en la RED

Quién es Fernando Aínsa escritor.

Fernando Aínsa (Palma de Mallorca, 1937) es un escritor hispano-uruguayo. Trabajó en la UNESCO (París) entre 1974 y 1999, donde fue Director Literario de Ediciones. Desde 1999 reside entre Zaragoza y Oliete (Teruel). Es autor de una amplia obra como ensayista, narrador, poeta y crítico literario. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, árabe, polaco, rumano, ruso y macedonio. Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de Letras del Uruguay y de la de Venezuela y miembro del Patronato Real de la Biblioteca Nacional de España. Ha recibido premios nacionales e internacionales en Cuba, México, Argentina, España, Francia y Uruguay y recientemente ha sido nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Poitiers, Francia.
Su trayectoria abarca tanto el análisis de la literatura y el pensamiento latinoamericanos como la creación propiamente dicha. Para el estudioso Ángel Esteban, «Fernando Aínsa no es el típico académico, entre otras cosas, porque no es un académico en sentido estricto. Es decir, nunca ha estado ligado a través de un contrato permanente, con universidad alguna. Sin embargo, todo lo que gravita alrededor del mundo académico, ha sido el pasto de su propia historia intelectual».
Fernando Aínsa es, pues, reconocido ensayista y experimentado prosista, con una ingente obra a sus espaldas, que da paso hace unos pocos años al Fernando Aínsa poeta, al menos en publicaciónes, pues sin duda lo fue toda su ya larga existencia y es ahora, en el reposo de la edad madura cuando nos va ofreciendo su creatividad poética que hoy se presenta reunida en este volumen, Resistencia del aire, publicado por ediciones Renacimiento.
Es Aínsa, poeta, un nostálgico de la Memoria que proyecta en varios hermosos poemas, cantor impaciente de experiencias, lugares, situaciones y reflexiones vitales que desea comunicar a través de su obra, que no por tardía es menos vivaz, sino que adquiere un contenido lírico vigente y actual y nos presenta, en un especial yb elaborado lenguaje poético, retazos de una vida rica y llena de experiencias de un hombre observador de su entorno y siempre atento a cuanto le rodea en el plano familiar y en el amplio panorama de su recorrido vital, del mundo.

Como señala Virgilio López Lemus en el prólogo de su edición de Clima húmedo, uno de sus libros de mi preferencia dentro de su obra, Aínsa nos da fe de vida, debida a su fe en el amor a la vida. Esa fe comprende nostalgia y, a la vez, se presenta como un ahora que se desea vivir con intensidad” y añade que el autor “ha mostrado su creatividad por medio de una mirada lírica muy suya del mundo, y nos la regala generoso”.
No es , pues, Aínsa poeta de una lectura superficial, sino de una serena y meditada reflexión que su poesía, no sujeta a formas métricas tradicionales pero acogida a un elaborado ritmo interior, transmite con un mensaje de interrogación permanente.
Y ya solo con eso (hay mucho más) vemos que estamos ante una autoridad literaria de renombre internacional que sigue día a día su incansable actividad creadora.

Pero quién es NUESTRO Fernando Aínsa

Conocí personalmente a Fernando Aínsa hace algunos años. Siempre lamentaré no haberlo conocido antes para disfrutar de su amistad cercana y de su magisterio. Porque Fernando es un hombre que, a pesar de estar de vuelta de muchas singladuras, aparece renovado cada momento y siempre preparado para tomar las maletas hacia un nuevo viaje, una nueva aventura literaria.
Es hombre cercano, afable y discreto, viste con singularidad y tiene, a veces, un aire de intelectual despistado que, tras sus gafas, nos observa de una manera especial. Su mirada es penetrante, siempre interrogadora pero a la vez llena de cariño. Habla pausadamente usando las palabras justas en el momento adecuado.
Fernando pasea hoy por Zaragoza con tranquilidad y reposo, antes lo hizo con inquietud y curiosidad de escritor y editor por diversos caminos literarios y geográficos: Sudamérica, París donde, como ya he señalado, fue Director de Ediciones de la Unesco con Federico Mayor Zaragoza y donde visita con frecuencia a sus hijos y nieta y su Oliete turolense, su querido lugar, donde disfruta del cariño de todos y crea ese mundo poético del que hoy tenemos esta preciosa y completa edición.

Quiero citar, para un mejor conocimiento del autor y de su enorme categoría literaria, algunas líneas de “El escritor y el intelectual entre dos mundos”. libro que se editó con motivo del homenaje internacional que se le dedicó en la ciudad francesa de Lille los días 5 y 6 de junio de 2009.
Allí se decía entre otras cosas que “Pocas personas como Fernando Aínsa se han dedicado en los últimos treinta años a estudiar, reflexionar y elaborar síntesis sobre el pensamiento latinoamericano y las representaciones literarias que han contribuido a construir su identidad en movimiento. Fernando Aínsa se comporta como un humanista renacentista de los tiempos modernos: es el hombre culto que deambula por los ámbitos más variados de la cultura, un intelectual reflexivo y pleno de referencias cuyo pensamiento sin anteojeras fluye tanto en la obra del crítico y como en la del escritor. Aínsa tiene el privilegio de ser hispano-uruguayo, es decir de haber vivido siempre entre dos continentes: quizás por eso ha sabido utilizar tanto los lentes de cerca como los de lejos para enfocar y ofrecer lecturas nutridas y originales perspectivas de análisis.” y también que “Su ensayística pone en evidencia, con originalidad y talento, un pensamiento latinoamericano sellado por la idea de utopía, con su propia identidad, ligada al mismo tiempo a Europa y a Estados Unidos, tanto por relaciones de atracción como por cuestiones de diferendo y de conflicto.

Su extensa obra -como he dicho anteriormente- se puede consultar en la Red. Aquí , esta noche, vamos a comentar muy brevemente su creación poética. Siempre he pensado y vuelvo a insistir en que, aunque su obra poética se publica tardíamente, Fernando Aínsa es poeta desde siempre y que sus versos han sido cuidadosamente, celosamente guardados, hasta ver la luz en unos libros que se compendian en Resistencia del aire, obra que presentamos hoy en la Feria del Libro de Zaragoza.

La obra que hoy presentamos en Zaragoza.

Resistencia del aire comprende cinco obras:
Aprendizajes tardíos (2007),
Bodas de oro (2011) ,
Clima húmedo (2011),
Poder del buitre sobre sus lentas alas (2012)
Capitulaciones del silencio (2015).
Un conjunto de buena poesía que nos lleva a un recorrido completo por la reciente, pero importante y ya amplia obra poética de Fernando Ainsa.
Si nos asombró la pulcritud y sensibilidad de su irrupción en el mundo poético con 'Aprendizajes tardíos', hay que decir también que la obra de Fernando, poeta, ha ido abriéndose con una amplitud y fuerza determinantes de un estilo propio, cultivado, y de un lenguaje bien elaborado y rico del gran escritor que es, experto y acostumbrado a hacer literatura cuando escribe y que por ello -y añadiendo al lenguaje poético especiales características de sensibilidad y habilidad- lleva indefectiblemente al lector al pleno disfrute de su poesía.
Porque poesía excelente (de excelencia, quiero decir) es cada uno de sus poemarios.

En Aprendizajes tardíos, Que comienza con el bello poema introductorio “Me presento” le ocupa, en sus palabras: descubrir el ritmo secreto de lo que me rodea; reflexiona sobre el triste destino de las frutas a punto de morir; nos habla de las nueces ese seso vegetal; desea desaparecer en invierno, como las lagartijas y añora a su padre que vuelve a su tierra recogiendo las redes de su vida y deseando el descanso final, a su lado, allá en lo alto del cabezo en ese pueblo raíz, aunque con “ella”, con esa enemiga de delgada silueta con la que dialoga, mantiene una lucha sin cuartel y la invita (émulo del caballero del Séptimo sello) a largas partidas de ajedrez donde, hábil, posterga el jaque mate con que gana siempre.
Fernando necesitaba comenzar su obra poética testimoniando su resistencia -y al mismo tiempo dando fe de su ya merecido descanso- en esos poemas con cierto aire de égloga que forman esta primera entrega de la serie.


Bodas de oro, es un libro que a mí me también me emociona especialmente. Es fundamentalmente un canto a su amada Mónica, la mujer que le apoya y en la que se apoya, la compañera de mis peores momentos y de los días más felices de mi vida, como nos dice en las líneas preliminares de su antología “Pausa poética”. Y es que Mónica es una gran persona, una gran mujer: elegante, inteligente, discreta, llena de una especial sensibilidad y gran lectora, es el fundamental soporte de Fernando a quien ciuda y aconseja, complementa y construye. Bodas de oro es un conjunto de poemas de amor, impregnados de nostalgia, de ternura (¡y qué es el amor si no se enmarca en ternura!) donde aparecen escenas cotidianas Cuando la oigo hablar con los perros me conforto / sé que sigue ahí o reflexiona sobre el Tiempo restante. O cuando se despierta en la noche y escudriña cómo oscila su pecho en la sombra, deseando, si es que termina el tiempo (¡y cómo sentimos eso cuantos amamos!), no sobrevivirla, por no sufrir su ausencia...El temor a la pérdida es una constante y en ese momento el poeta parece querer redimirse de sus posibles fallos: Échame en cara lo que fue y pudo ser en un emotivo acto de sincera recapacitación y entrega final a la amada.

Clima húmedo es un libro que tuve el placer de presentar y reseñar en prensa y transcribo parte de lo que ya dije entonces al respecto:
Aínsa adhiere un contenido lírico vigente y actual a cada retazo de vida encarnado en esa humedad, no efímera, sino consustancial y femenina que impregna todo el poemario.
La humedad, metáfora de la vida, de la creación, del amor sensual, es el componente de su particular clima, donde nos sumerge con expresividad y belleza. Nos abre sus dudas, inquietudes, temores y expectativas ante esa puerta desconocida a la que nos aproximamos inexorablemente y que, sin duda, solamente abre la llave del amor”.
Como señala Virgilio López Lemus en el prólogo, en Clima húmedo “Aínsa nos da fe de vida, debida a su fe en el amor a la vida. Esa fe comprende nostalgia y, a la vez, se presenta como un ahora que se desea vivir con intensidad” y añade que el autor “ha mostrado su creatividad por medio de una mirada lírica muy suya del mundo, y nos la regala generoso”. También en el Post facio, Antonella Carcellier señala que “el recorrrido a través de la humedad es también un viaje al corazón de la lengua que nace de una atención de Aínsa por los detalles incluso menudos de la vida cotidiana y por la vitalidad que sabe captar en las palabras, pero también por la sensación de alteridad de quien ha vivido en muchas partes”.
Divide Ainsa su libro en tres partes: “Vivir la humedad desde adentro”, “Variantes de nuestra humedad” y “La triste alegoría de tu entorno”, y tras iniciar el camino (Regresé del Sur hace unos años / Olvidé la humedad en un armario / Lo cerré a cal y canto, / ligeramente desmemoriado), nos lleva en sus poemas por los humedales de la memoria y de los sentimientos hasta un final-regreso (que el poeta espera definitivo) y a un presente tal vez desencantado del camino pues concluye que Duro / inútil ha sido el combate, / te dijiste antes de iniciar el retorno / que esperas definitivo / al clima seco de tu presente.

Poder del buitre sobre sus lentas alas.
Tuve también el honor de presentar en su día este poemario del que dije y digo: “Libro de fondo y forma, impecables y pulcros, de escritor y poeta en plenitud. Su riqueza de símbolos e imágenes, el ritmo de sus versos y de sus silencios, la economía sabia de palabras vanas para llegar directa, limpia y bellamente al fondo del poema hacen de 'El Buitre' un libro pasional y apasionante, repleto de bellas imágenes y, como digo, de silencios tan evocadores como ellas, que llenan unos poemas donde el lector queda atrapado y pensativo. Un libro nuevo, valiente y original, que recomiendo leer varias veces y meditar sobre él muchas más. Y cito sus versos: bate alas desde la cima no repta en la tierra para vivir sin riesgo y eso le hace grande, porque gana batallas en esta tierra /donde todavía es posible / apurar el amargo cáliz hasta las heces.
Un libro para reflexionar pues a mi juicio -como acabo de señalar- tiene más de una lectura y en mi opinión constituye una hermosa metáfora del destino humano. Un poemario innovador y comprometido que también nos acerca a la Naturaleza de la mano sabia del autor y, en acertada reflexión poética, nos avisa del desastre -ya evidente- de nuestra voracidad destructora.
Cinco poemas de Poder del buitre son , para mí, especialmente emotivos: Peinan el silencio del aire, No pretendas volar en presencia del Zar, que se refiere al ajusticiamiento de un hombre llamado Nikita, en el Moscú de 1505, por querer volar cuando se consideraba un acto prohibido. El poeta nos dice al respecto que aún cuando se nos aconseje repta en tierra y vivirás sin riesgo, recordemos que Nikita fue decapitado, sí, pero que salió su alma y voló ante todos / hasta perderse en lo alto...
La muerte es vida”, “Paz en las alturas” y “Esperado festín en las alturas”, son otros notable poemas de este libro.

Capitulaciones del silencio y otras memorias, pone punto final a esta obra recopilatoria. El poema Mamá sentada en el sofá con un vaso de whisky en la mano, es un canto lleno de cariño y nostalgia a la madre a quien recuerda hermosa y enérgica antes de esa guerra que nos dividió sin otro consuelo que la memoria, o la visión de la anciana cuyo mundo se reduce a medida que el frío le sube por las piernas...El poeta sabe que algún día me pasará lo mismo. Y ese conocimiento, cuando se va acabando el camino, es una constante en la obra poética de Fernando Aínsa, como lo es, aun inconfesado, en todos los seres humanos que nos sabemos con un tiempo limitado.


Y concluyo pues el poeta y no el presentador es protagonista de este acto, diciendo que esta acertada antología es un libro imprescindible, suma de libros que han sido escritos tras muchos años de trabajo, de ir y venir por ese mundo, de trasiego de casas y gentes, de viajes y responsablidades, de obra de ensayo fecundísima y reconocida universalmente...Pero Fernando es y ha sido poeta y guardaba en un rincón de la memoria todas esas percepciones de su entorno y de sí mismo que ahora nos va desgranando con maestría en esos libros que, a no dudar, van a tener pronta y generosa continuidad, porque Fernando Aínsa tiene mucho que decirnos y enseñarnos y nosotros, que tanto le queremos, estamos deseando ese magisterio que da una vida llena de literatura, de vivencias y de sensibilidad.
Este libro es bello en el fondo y en la forma, impecable y pulcra, de escritor y poeta en plenitud. Su poesía está trufada de bellas imágenes y de silencios tan valiosos como ellas, que llenan unos poemas donde el lector queda atrapado inequívocamente. La poesía de Fernando Aínsa es valiente y original, evocadora y sutil, suavemente nostálgica y a veces provocadora, pero siempre con la discreción y elegancia de su autor.
Y siempre -también- emotiva y bella.

Ahora damos paso a la palabra del autor y posteriormente a la de todos ustedes que quieran hacer alguna pregunta.
MUCHAS GRACIAS

viernes, 1 de junio de 2018

Reseñas: Des-Concierto y Pasajero de otoño

 La Revista ANDALÁN, de cultura aragonesa, que dirige Eloy Fernández Clemente, publica, entre otras, reseñas de mis últimos poemarios "Des-Concierto" y el reciente "Pasajero de otoño (H&F) de próxima presentación en Zaragoza, Madrid y varias ciudades españolas.

 http://www.andalan.es/?p=14451

" Miguel Ángel Yusta ha visto, rara avis, reedición de su “Ayer fue sombra” y ediciones de “Cuaderno de damas” (La fragua del trovador), con dibujos de Alberto Calvo, poesía popular, ligera (50 textos que son codas flamencas, soleás, seguidillas, coplas, haikus…). Y “Des-concierto”, su último poemario, un canto de desamor o es la revelación de las heridas del poeta. Y un blog muy estimulante. Ojo con él, que se está convirtiendo en eso tan hermoso y peligroso que es ser un poeta de culto…"


DES-CONCIERTO
Reseña de Laura Gómez Recas en:

http://lagosavari.blogspot.com/2018/01/el-buen-orden-resena-de-des-concierto.html 

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