Antes de ser una avenida,
Tenor Fleta tenía una zanja
[por donde el tren
cruzaba Zaragoza.
Existían pequeñas
parcelas y casas muy modestas
como aquella en la que yo
vivía.
Por las noches retemblaba
mi habitación cuando
[pasaban los expresos
y yo, insomne, soñaba
viajes en coche cama con cenas de ensueño
[en el vagón
restaurante.
Mientras, Alberto Oliveras
nos decía que éramos formidables
desde una radio que aún
conservo, vieja y callada hace decenios.
Le falta alguna pieza,
como a mí media vida,
pero aún vive en silencio
y, ahora, tiene calefacción central
[y aire
acondicionado.
Mas siempre no fue amable
esta radio vieja y silenciosa,
sobre todo cuando el padre
Peyton desgranaba su rosario en familia
y el dictador de la voz de
pito y el alma de piedra gritaba sus arengas.
Doroteo Martí hacía
llorar a mi madre con maldades noveladas
y Pepe Iglesias el Zorro
cantaba su cancioncilla intrascendente
mientras yo pretendía
resolver el teorema de Pitágoras
[en papeles usados:
“La suma de los
cuadrados de los catetos es igual a...”
En aquel colegio de
bombillas sucias y niños con miedo
el hermano Julio me había
intentado meter mano
(me quería mucho el
hermano Julio, pero yo siempre
[salía temeroso;
me susurraba al oído
cosas que por fortuna no recuerdo.)
Por la noche, la radio
encendía sus ojitos y sé que nos veía
cuando mi padre regresaba
cansado de golpear el viento
y mi madre desenvolvía el
papel de estraza de la cena;
yo le guiñaba entonces un
ojo a mi radio, vieja compañera
[de aquellos días en
penumbra
donde soñaba viajes en
expresos de sillones lujosos
[como los de los
filmes
y le daba las gracias por
animarnos a vivir.
(Miguel Ángel Yusta. "Ayer fue sombra". 2ª Ed. Lastura Edcs. 2017)
(Miguel Ángel Yusta. "Ayer fue sombra". 2ª Ed. Lastura Edcs. 2017)