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jueves, 4 de septiembre de 2014
lunes, 1 de septiembre de 2014
Reseña de "Ayer fue sombra" por Emilio Quintanilla Buey
El prestigioso escritor y crítico, reseña así el poemario:
AYER FUE SOMBRA
Miguel Ángel Yusta Pérez
I Premio de Poesía “Delegación del Gobierno en Aragón” 2009
Edita: Delegación del Gobierno en Aragón y Cajalón
Editorial AQUA. 47 págs.
“La vida es una cosa —decía Ortega y Gasset— y la poesía es otra cosa. No las mezclemos”.
Probablemente cuando Ortega, dirigiéndose en una tertulia a los poetas del 27, se empeñaba en hacer esta distinción, él mismo era consciente de que estaba formulando un aforismo utópico, y de que cuando la vida y la poesía confluyen es precisamente cuando puede salir a la luz lo más hondo y sublime de ambos conceptos. Ortega lo sabía muy bien, y si en aquella tertulia planteó tal disyuntiva a los jóvenes poetas de su tiempo sería, probablemente, por hacerles cavilar un poco. Ya sabemos cómo le gustaba a nuestro insigne filósofo desflorar los argumentos.
En Ayer fue sombra, Miguel Ángel Yusta sabe mezclar vida y poesía sin que ninguno de los dos ingredientes pierda su propia esencia, y nos demuestra que esa mezcla, cuidadosamente dosificada, puede alumbrar un bello poemario digno de merecer un premio tan prestigioso como el que otorga la Delegación del Gobierno en Aragón.
No sé si, dentro del maremágnum de apellidos que se le suelen atribuir a la poesía, se encuentra ya el de “poesía de la evocación”. Si todavía no estaba consagrada esta definición (y no me suena que lo estuviera) me atribuyo su paternidad y la reivindico desde ahora para referirme a Miguel Ángel Yusta como maestro de la poesía de la evocación.
El poeta nos sitúa en una Zaragoza de mediados del siglo XX que todavía siente el escalofrío de la posguerra y en la que el Yusta niño arraigó. Ese escenario queda magistralmente descrito en una colección de quince poemas donde, entrelazando lo cotidiano con lo trascendente, el autor va evocando, con una admirable carga lírica, estampas y situaciones que a los lectores no nos resulta difícil identificar. Hay lugares conocidos: calle Mayor, Tenor Fleta, el mercado, el Sepu, el bazar X... hay populares personajes de entonces (unos queridos y otros detestables), hay ídolos inolvidables: Gloria Grahame o Bogart en un cine de programa doble, hay reminiscencias íntimas y hay otras muchas cosas: esas “cosas” que probablemente estén todavía en algún lugar y que, si hacemos caso a Borges, durarán más allá de nuestro olvido y no sabrán nunca que nos hemos ido.
Habría sido fácil, con un caldo de cultivo así, caer en sentimentalismos tópicos o en morbosas nostalgias que hicieran peligrar la calidad de la obra, pero esto no ocurre. Miguel Ángel Yusta sabe sortear tales tentaciones y nos ofrece una colección de poemas magníficamente construidos, frescos, ágiles, modernos, gratos de leer. Y sobre todo impregnados de sinceridad, porque Yusta, como Miguel Hernández, empuña el alma cuando canta.
Si amas la buena poesía, querido lector o lectora, no dejes de saborear Ayer fue sombra. No siempre cae en nuestras manos un libro tan estimulante, que además se cierra con un broche de oro: el destierro de la derrota y el atisbo de los días de la luz, que están a la vuelta de la esquina.
AYER FUE SOMBRA
Miguel Ángel Yusta Pérez
I Premio de Poesía “Delegación del Gobierno en Aragón” 2009
Edita: Delegación del Gobierno en Aragón y Cajalón
Editorial AQUA. 47 págs.
“La vida es una cosa —decía Ortega y Gasset— y la poesía es otra cosa. No las mezclemos”.
Probablemente cuando Ortega, dirigiéndose en una tertulia a los poetas del 27, se empeñaba en hacer esta distinción, él mismo era consciente de que estaba formulando un aforismo utópico, y de que cuando la vida y la poesía confluyen es precisamente cuando puede salir a la luz lo más hondo y sublime de ambos conceptos. Ortega lo sabía muy bien, y si en aquella tertulia planteó tal disyuntiva a los jóvenes poetas de su tiempo sería, probablemente, por hacerles cavilar un poco. Ya sabemos cómo le gustaba a nuestro insigne filósofo desflorar los argumentos.
En Ayer fue sombra, Miguel Ángel Yusta sabe mezclar vida y poesía sin que ninguno de los dos ingredientes pierda su propia esencia, y nos demuestra que esa mezcla, cuidadosamente dosificada, puede alumbrar un bello poemario digno de merecer un premio tan prestigioso como el que otorga la Delegación del Gobierno en Aragón.
No sé si, dentro del maremágnum de apellidos que se le suelen atribuir a la poesía, se encuentra ya el de “poesía de la evocación”. Si todavía no estaba consagrada esta definición (y no me suena que lo estuviera) me atribuyo su paternidad y la reivindico desde ahora para referirme a Miguel Ángel Yusta como maestro de la poesía de la evocación.
El poeta nos sitúa en una Zaragoza de mediados del siglo XX que todavía siente el escalofrío de la posguerra y en la que el Yusta niño arraigó. Ese escenario queda magistralmente descrito en una colección de quince poemas donde, entrelazando lo cotidiano con lo trascendente, el autor va evocando, con una admirable carga lírica, estampas y situaciones que a los lectores no nos resulta difícil identificar. Hay lugares conocidos: calle Mayor, Tenor Fleta, el mercado, el Sepu, el bazar X... hay populares personajes de entonces (unos queridos y otros detestables), hay ídolos inolvidables: Gloria Grahame o Bogart en un cine de programa doble, hay reminiscencias íntimas y hay otras muchas cosas: esas “cosas” que probablemente estén todavía en algún lugar y que, si hacemos caso a Borges, durarán más allá de nuestro olvido y no sabrán nunca que nos hemos ido.
Habría sido fácil, con un caldo de cultivo así, caer en sentimentalismos tópicos o en morbosas nostalgias que hicieran peligrar la calidad de la obra, pero esto no ocurre. Miguel Ángel Yusta sabe sortear tales tentaciones y nos ofrece una colección de poemas magníficamente construidos, frescos, ágiles, modernos, gratos de leer. Y sobre todo impregnados de sinceridad, porque Yusta, como Miguel Hernández, empuña el alma cuando canta.
Si amas la buena poesía, querido lector o lectora, no dejes de saborear Ayer fue sombra. No siempre cae en nuestras manos un libro tan estimulante, que además se cierra con un broche de oro: el destierro de la derrota y el atisbo de los días de la luz, que están a la vuelta de la esquina.
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