Desvelaré las horas del deseo
y haremos el amor.
Me beberé el rocío
de la cálida rosa donde naces.
Brotarán en los dulces humedales
amapolas heridas por la luz.
Serás así, definitivamente,
el cáliz adorado de mis días.
Reposaré en tus ondas,
ya lejos de la ausencia,
y aceptarás la dicha de la entrega
cabalgando sobre tu vientre abierto.
Sentirás la presión alada de mis velas
cuando viajo mecido por tu brisa
hasta llegar, vencido,
al abrigo tan dulce de tus labios.