Pensé que no podría encontrarte jamás
y te buscaba
por las calles desiertas
en relojes sin hora.
Pensé que ya no estabas,
camino de mi noche,
y seguía
entrando en las iglesias
y no estabas.
Ni siquiera en los taxis
que ya de madrugada
me llevaban a puerto.
Ni en los sórdidos bares,
ni entre sábanas sucias.
Y yo desesperaba
por tu infinita ausencia.
Hasta que, ya abocado
al borde de la nada,
te encontré, al fin, en otra...
(C)Mayusta 2011