Miguel Ángel Yusta: "La palabra es un ser vivo: ama, odia, acaricia, hiere, reza o maldice..."
El poeta, experto en jota y ópera, ordena cronológicamente sus mejores poemas en un libro, 'Summarium-25', que publica Huerga & FierrNOTICIA
Primera impresión: ¿qué ha pensado al ver, releer y repasar este ‘Summarium 25’, tan bellamente editado por Huerga & Fierro? ¿Qué diría que ha hecho Miguel Ángel Yusta en la lírica?
Hace unos años que los editores (Antonio Huerga y Charo Fierro) me propusieron este trabajo, pero la pandemia y mi proverbial pereza lo fue retrasando. Luego me percaté de que sería bueno seleccionar unos poemas de algunas de mis publicaciones preferidas de los 25 años últimos. Me puse a ello a principios del 2024 y ajusté el título: un sumario-resumen de 25 años, donde el lector puede tener una idea de mi trayectoria en este cuarto de siglo. El resultado es ese título que, además, rinde implícitamente homenaje a uno de los poetas aragoneses para mí más importantes, Miguel Labordeta, y a una de sus obras más emblemáticas: ‘Sumido 25’. He ordenado el libro de forma cronológica.
El primer poema del libro es ya un canto a la palabra. ¿Qué es la palabra para un poeta, cómo la define, la acota y la siente? Ángel Guinda decía que la palabra es un ser vivo.
La palabra, en poesía, según define acertadamente la RAE es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético. Claro que la palabra es, también, un arma poderosa y un vehículo de expresión absoluto. La palabra, como decía nuestro querido Ángel Guinda, es un ser vivo, y por ello ama, odia, acaricia, hiere, reza o maldice...
Siempre le ha gustado lo clásico: desde un soneto a una copla o a una estrofa bien medida y rimada en asonante. ¿Cuál es su deuda con el clasicismo?
Creo firmemente que no se puede escribir buena poesía sin pasar por el necesario conocimiento de las reglas clásicas; la poesía es música, ritmo, y ello se adquiere con ese necesario aprendizaje. Por ejemplo, grandes pintores como Dalí o Picasso, por citar dos muy conocidos, trabajaron el dibujo y el clasicismo formal en sus primeras obras hasta que, adquirido ese conocimiento, derivaron y descubrieron sus propios y maravillosos estilos. No empezaron por la abstracción y el cubismo. En poesía, que es un arte, el verso libre es de los más difíciles de llevar a cabo correctamente si no se han manejado antes las formas canónicas. Muchas veces se empieza la casa por el tejado y pasa que no tenemos los resultados deseados...
Uno de los poemas claves es uno de 1979 dedicado a tu padre. ¿Cómo se escribe una elegía?
Como expresión de sentimientos, la poesía es un instrumento muy capaz, también, de expresar dolor de forma bella y serena como lo es la música y muy buenos ejemplos están en la mente de todos. La forma de poema enriquece esa expresión que, al mismo tiempo, es homenaje a quien se dedica, en este caso a un padre.
Hay un epígrafe extenso que se titula ‘Zaragoza mía’. ¿Cómo ha vivido la ciudad, cómo se ha ido sedimentado en su memoria y en su imaginación de poeta?
‘Zaragoza mía’ es un trabajo de hace muchos años, pero que se publicó a principio del milenio. Es un homenaje a la Zaragoza de mi niñez y juventud, con sus luces y sombras, placeres y sinsabores, pero con la suave nostalgia del recuerdo de una ciudad en la que nacimos crecimos, vivimos, amamos y sufrimos y de un tiempo que, a pesar de todo, era menos complicado que el presente...
Uno de los temas capitales, constantes, que más poemas le ha dictado es el amor. ¿Qué ha sido: hontanar de emoción y belleza, arsenal de dolor, melancolía incesante, sed de lujuria…? Lo digo porque de todo hay.
El amor, no lo voy a descubrir yo, es el motor del mundo y del hombre que lo habita. No es una autopista cómoda, sino un camino a veces oscuro, tortuoso, lleno de recodos y baches y otras veces luminoso y diáfano. Pero eso mismo lo engrandece. Se puede caminar cómodo y descuidado o se puede tener un inmenso placer o sufrir en cada paso. En cualquier caso es aconsejable ir bien equipado y con el calzado adecuado. Es la esencia de la vida y parangonando al gran Lope, quien ‘no’ lo probó, ‘no’ lo sabe...
¿Qué habría sido de usted sin el cine y París?
Mi época (viví treinta y cinco años de dictadura) tuvo una infancia y juventud peculiares y, sin duda, muy lejos del nivel europeo de la época en todos los sentidos (música, literatura, cine...).Yo tuve la fortuna de, por razones familiares, poder pasar muy largas temporadas en el París de los últimos años cincuenta y sesenta y aquello me despertó a la vida. Lo cuento en algunos de mis libros: la cultura abierta, las relaciones familiares y sociales, los libros, el cine tan pujante de la época… Todo lo que en España estaba vedado, era consumido con avidez por aquel chaval y adolescente aprendiz de la vida. Fue esencial y así consta.
¿Qué tiene París que no ha encontrado en ningún lugar o es que el poeta, ‘per se’, es un eterno fugitivo?
Soy un viajero empedernido porque creo que es la mejor escuela de vida. La edad me ha ido dejando ya en puerto, pero quedan recuerdos bellísimos que forman el acervo importante de mi existencia: conocimiento de otras culturas, gentes con diferentes mentalidades y formas de vida y el denominador común y fundamental de la curiosidad por saber. El poeta no es ‘per se’ un fugitivo sino que recrea mundos en su interior que pueden ser retazos de viajes, lecturas o experiencias vitales varias. Es cierto que tendemos a modificar la realidad, pero a eso se le llama 'creación' y es propio de los escritores, poetas y artistas que ficcionan o recrean su realidad y la transmiten en su obra.
¿Qué le ha marcado más: la ópera o la jota?
Son dos cosas distintas. Podríamos hablar durante horas de las dos; de cómo el corazón me saltaba de chico cuando mi padre me llevaba a la ronda, de cómo he escrito casi dos mil cantas, muchas publicadas en HERALDO, pero también de cómo no puedo evitar las lágrimas emocionadas ante la belleza absoluta de una obra maestra de Wagner, Verdi, Puccini o tantos grandes autores de diferentes épocas. Afortunadamente hasta ahora (y son casi sesenta años) he visto y escuchado cientos de óperas y los últimos veinte alrededor de cincuenta al año, incluyendo maravillosas zarzuelas, ese género nuestro, genuino y que muchas nuevas generaciones, aturdidas por el sistema, casi desconocen. Como tantas otras cosas... Repito que soy un afortunado porque la ópera es como una 'medicina' maravillosa, adictiva, que te transporta a estados fabulosos y cuando traspasas el escenario y conoces ese mundo en su plenitud y encuentras la vocación, el trabajo serio, abnegado y solvente, de sus protagonistas -que son muchos, además de los cantantes y músicos- disfrutas de un placer tan especial que no se puede comparar con casi nada.
¿Qué le han dado los haikus?
El haiku en nuestra cultura occidental es un experimento de estrofa breve con sabor exótico y como tal, tentación para algún poeta, aunque nunca comparable – en las versiones 'occidentales'- a la fuerza y belleza de las tradicionales estrofas nuestras, que son la base de la poesía tanto culta como popular, y constituyen un inmenso acervo que nos significa en el mundo. A mí me picó la curiosidad en su día y como resultado salió un libro 'Pavesas' de hace muchos años.
Cierre el libro, mire la contraportada y piense, piense un poco. ¿De qué se siente especialmente orgulloso?
Creo que no hay orgullo en mi creación poética sino satisfacción moderada con la que intento no agobiar personalmente ni en Redes Sociales. La escritura poética es, para mí, un ejercicio en soledad con el que busco plasmar sentimientos y sensaciones en lenguaje poético y que el lector las sienta como si le hablase al oído. Cada lector interpreta un poema distinto aunque lea el mismo y esa comunión, autor-lector es íntima y personal. Se dice que leemos para que nos quieran. Y es bien cierto.
Elíjanos dos coplas y dos haikus…
Primero es preciso explicar que la copla es una bellísima estrofa cultivada desde los albores de la literatura española, tanto por escritores famosos como por anónimos autores populares. No confundir con la ‘copla canción’, denominación aplicada a la canción española a partir de un espectáculo musical folclórico estrenado en los años veinte del pasado siglo, concretamente en el Teatro Pavón el 22 de enero de 1928 y que se tituló ‘La copla andaluza’, pasando la palabra ‘copla’ a denominar ambas composiciones, generando la natural confusión, perjudicial para ambas.
Háganos una pequeña historia del haiku.
El haiku es una estrofa japonesa que se ha adaptado al castellano formándose con tres versos de cinco, siete y cinco sílabas (caso que se da también en la coda de la seguidilla o bordón) con libertad de rima y reglas específicas, pero que nada tiene que ver en esencia con la cultura occidental. Curiosamente ha proliferado entre determinados sectores poéticos, aunque la fuerza poética y expresiva de la soleá, seguidilla y copla no tiene parangón y se tiende a volver a las formas tradicionales.
Gracias por la lección. Ha escrito mucho de todo ello en algunas monografías. Vayamos con su elección...
Dos coplas: “Para decir que me quieres / mírame antes a los ojos / verás cómo no hacen falta / palabras entre nosotros”. Y esta: “Te acercaste hasta mi vida / grabando tu nombre en ella, / ahora que ya te has marchado / tu nombre es herida abierta”. Las dos ‘pavesas’ que selecciono son: “Entre el ramaje / tibio estremecimiento / de viento y sol”. Y “Canto de pájaros / clausura de la tarde / cortina y vuelo”.