Si
me preguntasen a bote pronto por Miguel Ángel Yusta mi primera
palabra sería “Soñador”, un soñador eternamente joven pese a
que es un poeta mayor, y no por edad, si no por calidad y
trayectoria. Columnista de “El Heraldo de Aragón”, ha publicado
“Luces y sombras”, “Peregrino de ausencias”, “Teoria de la
luz”, “Reloj de arena”, “Senderos de amor y olvidos”, “Ayer
fue sombra” y “Cancionero de coplas aragonesas”.
Colaborador
de múltiples revistas, miembro de la Junta Directiva de la
Asociación Aragonesa de Escritores, cofundador de la Terturlia
Poética Transversores y participante activo de múltiples eventos
literarios por toda la geografía española.
“Ayer
fue sombra” fue primer premio del Concurso de Poesía del Gobierno
de Aragón.
EL
CAMINO DE TU NOMBRE
“FEO,
CATÓLICO Y SENTIMENTAL”
José
Luis Gracia Mosteo
El
camino de tu nombre es el autorretrato de un hombre como aquel
marqués de Bradomín que imprimió Ramón María del Valle Inclán:
un personaje “feo, católico y sentimental”, aunque en su caso
deberíamos decir “catódico” por su afición a la pantalla de
Internet, en lugar de a la iglesia; un escritor romántico pero
experiencial que nos habla de su relación con las mujeres, sus
sucesivos fracasos y su tormento; un libro para leer con las
vísceras. Divido en Preludio, Initium (Equipaje), Pasos y Llegada,
El camino… es un viaje a ninguna parte, lo cual quiere decir a
cualquiera siempre que sea lejos de la soledad, porque su autor
escribe contra el vacío. “La soledad, que en su mayor parte me ha
venido impuesta desde siempre, y en parte fue buscada por mí”
Sigue
diciendo Mosteo:
Es
la poesía de Yusta, un bálsamo para su maltratada conciencia pero
un castigo para su carne, porque nuestro poeta parece escribir para
defenderse del oprobio de la vida; nuestro escritor es subjetivo,
dulcemente egoísta y sentimental; alguien que sólo busca un poco de
felicidad y que huye de sí mismo pues se dice como Pavese: “Solo
no te bastas, y lo sabes”
Y
remata Gracia Mosteo:
El
camino de tu nombre es también el de la búsqueda del placer, aunque
solo sea una brizna; del amor, aunque solo sea su sombra, y de la
compañía, aunque sólo sea la de un desconocido.
Laura
Gómez Recas, poeta, hace un excelente Epílogo al poemario de Yusta,
titulado “Nombrar sin pronunciar” y en él, por ejemplo, nos
dice:
No
hay un camino hacia tu nombre… «Tu nombre es el camino».
El
nombre es el sello que nos resuelve ante el mundo y el susurro
sobre
el que se apoya el enamorado. El camino se gesta sobre él en
un
deambular oscilante y ebrio. Siente el lector esa batalla por
mantenerse
erguido sobre las letras del nombre de la amada, sobre
su
totalidad. Yo te nombro y, haciéndolo, te defino. Esa es mi voluntad
y ese es el camino que me lleva a reencontrarme con el que
soy
realmente, con el perdido, con el que fui y no soy capaz de hallar
sin
tu recorrido.
Sigue
dicendo Gómez Recas:
Llegan
los versos hasta cualquier alma predispuesta a empaparse,
según
se pasan las páginas. Los poemas atraviesan el sentido
con
una poética serena, madura y cálida que trasciende sin el
aspaviento,
sin trenzar la sintaxis de forma insólita. Y eso se agradece y
transgrede en estos tiempos de vanaglorias y extravagancias
indeseables.
Y
termina Laura diciendo:
Y
la original manera de cerrar el viaje, en la «llegada», con
un
goteo inmenso de diminutos poemas, de versos esparcidos a
manera
de lluvia sobre los últimos renglones. Delicada sensación
de
amplitud, de sosiego, de un lugar preciso para reparar y dosificar
las
heridas y las cicatrices que la pasión amorosa deja
indefectiblemente
en cualquier amante.
El
camino de tu nombre es un poemario de amor en todas sus formas,
incluida el desamor, escrito desde la mirada tranquila de un poeta
maduro que se siente vivo y joven y apuesta por el amor aunque duela.
Inundarte
quisiera de ternura
para
que comprendieras hasta dónde
puede
llegar mi amor a ser locura
Yusta,
desde el primer momento deja clara su forma de entender el amor,
basada, como no puede ser de otra forma, en la entrega absoluta
Me
vacío en ti e intento sobrevivir a la desesperación de no tenerte
más
que en ese minuto en que todo tu ser se estremece, también,
en
un relámpago de placer...
Poeta,
Yusta, hombre, Miguel Ángel que se reconoce en el hombre que es, a
través del hombre que fue, en su forma de amar, a través de cómo
amó antaño:
VUELO
de mis recuerdos al presente:
reconozco
derrotas.
Pero
también los triunfos
que
trazaron caminos
a
mis perdidos ángeles.
Un
hombre que se sabe maduro, y sabe que siempre hay un último tren,
pero quizá nunca se sabe su destino
Presumo
que, tal vez,
es
el último tren para llevarme.
¿Sabrá
alguien mi destino?
Mayusta,
nombre de guerra poética de nuestro poeta, pierde el miedo a decirle
a su amada aquellas cosas que nunca se dicen si se sabe que se van a
oír:
Te
quería decir, y te lo digo
—aunque
a veces me corte las palabras
el
saber que tu oído las escucha
y
tus ojos las miran–
Y
tampoco tiene miedo a lo que los labios de esa mujer amada puedan
esbozar en forma de palabras o caricias…
Tus
labios perfilaban
palabras
deseadas tanto tiempo
y
tus hombros desnudos
sugerían
torrentes de caricias.
Porque,
queridas amigas, queridos amigos, cuando las palabras dejan paso a
los sentimientos y el sabor del silencio se paladea con las papilas
de una caricia, es cuando nuestro poeta nos invita a subir la
temperatura de los sentidos:
Quisiera
penetrar hasta la médula
tus
sentidos rendidos y entregados,
rodar
por tus pendientes,
enajenarme
acuchillando el aire,
romperme
entre tus carnes,
loco.
Y,
pese a que el camino no está escrito, el poeta sabe lo que busca en
él:
QUIERO
encontrar mi vida entre tus ojos
limpios
de adolescente
Y
tras encontrar la vida el poeta sigue caminando por esa senda, a
veces maldita, a veces maravillosa, que lleva al final de la
escapada:
Perfilado
de luces y deseo
me
encamino hacia ti sin condiciones.
Y
se funden, al fin, en un instante
nuestros
amaneceres...
Un final que siempre es el inicio de ese instante perpetuo que es el vivir
Camino
lentamente hacia el invierno
Mientras,
tu amor enciende
el
anhelo de nuevas primaveras
Porque,
nuestro amigo Yusta, nos recuerda que una sonrisa da sentido a un
instante, a ese instante que es la vida:
Entonces
sonreíste
y
abrazaste mi entera soledad.
En
ese mismo instante
yo
deserté por fin de la tristeza.
Tal
vez, nos dice, ni siquiera exista el tiempo, la distancia, quizá
todo se tiñe del color de dos pieles fundidas sin medida:
Y
es que tal vez no existen
ni
tiempo ni distancia.
Quizás
estás aquí, y yo te abrazo,
en
el sueño más bello de mis noches...
Y
en ese momento de fusión plena en el que el mundo se para y deja de
existir más allá de los confines del sudor y la saliva, Yusta, nos
dice:
No
importará si el mundo sigue andando
—locura
de las horas—
o
si han quedado mudos los relojes.
Pero
no sólo nos habla de lo que no importa, si no también de lo que sí
le importa:
Me
importa, simplemente,
que
te acerques con el alma desnuda
y
no existan las horas sin tu abrazo.
Avanzando,
sin mirar atrás, el poeta va tomando conciencia de lo que se tatúa
en sus sienes conforme traza las huellas de su propia realidad
Y
decidí que no hubiera retorno:
invertí
la verdad de mis fronteras
y
enterré en mis entrañas
las
letras de tu nombre.
Y
el vacío deja de serlo para colmarse de luz
HAS
LLENADO vacíos de mis noches
con
instantes de luz.
Colmado
y vuelto a vaciar cuando se hace evidente una nueva ausencia
Extenuado,
respiro tu perfume de ausencia
y
comienzo a vivir
otro
día sin nombre.
Pero,
pese a todo, nuestro poeta ha llegado, el camino reposa en los
costados de su entereza y las alforjas de su rutina cobran un nuevo
sentido
CADA
DIA una letra
hasta
formar el tiempo de tu nombre,
abecedario
eternamente
repetido.
Y
una vez ha llegado al poeta le asusta la certeza de estar y nos dice
HE
LLEGADO a ti y he tenido miedo.
Me
he vuelto a la noche.
El
camino de tu nombre es un camino de esperanza, de apuesta por amar y
por vivir amando, sin embargo, al final, cuando el hombre que escribe
versos se adentra en su propia esencia y en la de su amada, nos
transmite una sensación de desasosiego que nos convierte en
cómplices de esa imperceptible levedad que envuelve todos y cada uno
de los momentos que conforman nuestro sendero de vida
ESTABAS
tan cerca
que
no me di cuenta de tu inmensidad.
Por
eso ha caído la noche sobre mis pupilas
y
ha llegado la soledad del frío
Sin
embargo, no hay rendición, si se acaba un camino siempre hay otro
por empezar y el poeta lo sabe, y lo canta con unos fantásticos
versos finales:
AYÚDAME
a caminar
por
el sendero de las preguntas.
Tu
nombre es el camino
Tu
nombre es la respuesta
En
definitiva, El camino de tu nombre, es un poemario que nos enseña a
caminar en el silencio que pronuncia ese nombre que a cada uno
provoca a avanzar hacia no importa donde, porque lo que importa es el
como y la huella que deja ese andar en nuestra piel
Miguel
Ángel Yusta, un poeta, un amigo, un hermano….