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miércoles, 8 de mayo de 2019

lunes, 6 de mayo de 2019

De silencio y luz. Prólogo



De silencio y luz. 
Lastura 2015
Un libro de largo recorrido del que traemos aquí el prólogo del profesor y poeta Joaqión Sánchez Vallés.


 
De silencio y luz, de Miguel Ángel Yusta, se nos
ofrece como un libro del amor y sobre el amor. Ante todo, me gustaría
deshacer el posible equívoco que encierra su título, que parece obedecer a
una antítesis en que el silencio (lo negativo) se opondría a la luz (lo
positivo). En realidad, no hay tal: la inmensa mayoría de los poemas nos
hablan de un amor logrado, conseguido, gozado y placentero. El silencio
y la luz son dos formas del amor. El silencio que permite a los amantes
disfrutarse plenamente y la luz que surge de ellos al cumplirse el amor.
Por si aún quedara alguna duda, el mismo poeta la despeja cuando reduce
los dos términos a uno en el verso “es tu silencio luz”, donde se
identifican los dos términos de la paradoja.
Acabo de decir que se trata de un libro del amor gozoso y
placentero. Y habría que añadir: del amor en toda su carnalidad. Lo que
Miguel Ángel Yusta canta en estos Poemas de silencio… es el beso, la
caricia, el abrazo y, naturalmente, la unión de los cuerpos, el placer
físico, el “amor en carne viva”, “los supremos instantes de la entrega”,
...dulces sábanas / que arropaban los cuerpos generosos”, “la humedad desnuda
de los cuerpos”, en palabras del propio poeta. Lo que sí conviene señalar
inmediatamente es el lirismo, la expresión elegante, el lenguaje refinado
con que Miguel Ángel Yusta sabe manifestar este contenido. La justa y
precisa utilización de metáforas e imágenes, en su mayoría tomadas de la
naturaleza, hacen de la materia erótica un ejercicio de sensibilidad: “He
inundado tus valles agitados / en la penumbra cierta de la noche”, "el centinela lienzo
de lo oscuro"“el jazmín de tu pecho”, “súrcame de silencio en la mañana”, y tantas
otras imágenes que vienen a demostrar que Miguel Ángel Yusta es un gran poeta. Y
es un gran poeta también por el perfecto uso que hace del verso: hay un predominio
de heptasílabos y endecasílabos como material con que construye estos versos
blancos, con los acentos colocados donde se debe para crear la musicalidad clara que
inunda cada poema, que hace que cada poema fluya con naturalidad y
justeza, sin que sobre ni falte nada, hasta el verso final, ese remate en que
un poeta se juega buena parte de la emoción que un poema debe
transmitir. Y no cabe duda de que Miguel Ángel Yusta gana siempre en
ese juego. Estos tres elementos (imágenes apropiadas y sugerentes,
musicalidad del verso y justeza en el remate) son la piedra de toque de
un verdadero poeta. Y Miguel Ángel Yusta lo es, logrando el resultado
que se espera de un poeta verdadero: la emoción. Es imposible leer estos
poemas y no emocionarse, no sentir el latido que ese amor expresa, de
aceptarlo como auténtico.
Dentro de las imágenes que predominan en Poemas de silencio…,
destaca por su abundancia la de la noche, cosa que sí que puede
sorprender en un poemario que tiene la luz en su título. Pero ya he dicho
que esa luz es muchas veces la luz creada por el amor de los cuerpos,
como en la noche de san Juan de la Cruz la luz era la del alma hacia Dios
(“sin otra luz ni guía / sino la que en el corazón ardía”). No es extraño
que la noche sea una de las notas dominantes de estos poemas: es la
noche que une a los cuerpos (“¡oh noche que juntaste!”, seguiríamos
diciendo con san Juan), la noche cómplice y propicia en la que se cumple
el amor. No extrañen estas alusiones a san Juan de la Cruz a que me he
atrevido, pues en este amor carnal que Miguel Ángel Yusta nos presenta
hay una agitación de la naturaleza, una transformación del mundo, de tal
modo que parece alcanzar cumbres místicas. ¿Y la luz? La luz en la
noche puede ser la de la luna: “Tiéntame, madre luna, /…/ para que
pueda amar por fin del todo”, “Hazme tu rayo, luna, / para abrir sus entrañas”. Pero lo
más habitual es que la luz sea el resultado del
amor: tras la noche, amanece; tras el amor, viene la luz a iluminar los
cuerpos que se han amado.
A lo largo de todo el poemario prevalecen estos poemas de
exaltación y gozo amoroso, aunque no falta alguno que aluda a la
ausencia del ser amado: “Se borrará tu huella / y yo me quedaré
deshabitado”. / Solo”. Estas notas negativas se acentúan en la IV parte, "Final",
donde aparece el otoño con "sus cuchillos", noviembre "como un fantasma gris",
diciembre "lleno de nostalgia", hasta culminar en el último poema, cuando la noche,
que hasta entonces la hemos visto como acogedor lecho de los amantes,
se convierte en "horas lentas de silencio erguido ”. Este último poema cierra el libro
con una nota de angustia, con la que el poeta se debate intentando salir lo más
indemne posible: “regateo con las últimas raíces del dolor / para que no puedan
matarme de nuevo…”. Aquí es donde podemos considerar que el título
De silencio y luz se revela como verdadera antítesis, prevaleciendo el silencio sobre
la luz que ha iluminado prácticamente todo el libro.

JOAQUÍN SÁNCHEZ VALLÉS


miércoles, 1 de mayo de 2019

La revista Proverso, recoge mi poema "La estela vigilante" del poemario "Amar y callar" ( 2013)


 La estela vigilante.

 I
La estela vigilante
perfila los senderos de la luna.
La misteriosa noche
desata el pensamiento
que intenta descifrar el laberinto.
Busca la incertidumbre
el aliento del alba sin memoria.

II
Desde el incierto olvido
llegan a mí palomas ateridas.
A veces les pregunto
y en el eco infinito de la ausencia
sólo el silencio es cierto.

III
Se desliza en las hojas el rocío
como una esencia generosa y cierta.
Ha llorado la tierra en el silencio
lienzos de noche oscura.
El sol, cuando amanezca,
disipará la bruma del dolor.

IV
Han llegado las horas del mañana
y el tiempo del ayer
se ha escondido en silencio.
Ya no me reconozco en el pasado,
me dirijo a la luz.

V
Me miro en el espejo del destino:
un extraño me observa.
A veces me pregunta desde el fondo
del tiempo y del espacio.
Yo, nunca le contesto.

VI
Las nubes lamen los lejanos montes,
desfilan los paisajes, cae la tarde.
La carretera corta
el horizonte en dos.
Viajamos en silencio
hacia el interrogante del crepúsculo
aunque la noche es cierta.

VII
Apenas contenida
por la nostalgia del pasado invierno
llega la primavera.
La huella, sobre el campo,
reabre la esperanza.
Vuelve la vida a descubrir la luz.

VIII
Ha pasado la lluvia.
Un murmullo de vida
acuna dulcemente
mi incierta soledad.

IX
El viento sueña cuando cruza el páramo.
Su voz se difumina en la distancia,
nos trae ecos lejanos
de vida que, tal vez,
dejamos olvidados en el tiempo.

X
Suspiros de la luz, huellas del aire,
aromas de la tarde que se cierra.
Después del corto ocaso
Todo será silencio.
¡Otra noche tan larga!

XI
Alguien me llama.
Voy.
Al fin descanso y vivo en el origen.
Rumor de mar, la paz,
Y de nuevo soy yo.
____________________

*Miguel Ángel Yusta
"Amar y callar" (Ed. Sabara 2013)
Recogido en "Proverso" . Mayo 2919.

De Ferias.


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