Han pasado los días
y aquella
primavera no regresa.
Tú contemplas ya
el mundo desde el fondo
de tus muros
abiertos hacia el cielo.
Han pasado los
días
y se sosiega la
desesperanza.
La luz
proporcionada del ocaso
se prende de
alfileres en las ruinas
de una ciudad sin
límites.
Apenas ya
resuenan tus pisadas
grises de niebla
y de silencios largos.
Has dicho adiós
y basta.
Y sin querer
marcharte me posees
en una claridad
de tu morada
que comparto
cogido de tu mano
senil y
encallecida.
Ahora camino solo
portador de los
grises pensamientos
donde cuelgan las
huellas de tu paso
silencioso y
pesado.
Ya no escucho
siquiera tus ausencias,
tampoco el
martilleo denso y duro
de un corazón
dormido eternamente
que latió por
mis luces y mis sombras.
(M.A.Yusta:Reloj de arena)