Una selección de quince poemas míos, traducidos por Marcela Filippi, en la presigiosa publicación de Beppe Lopez.
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PASAJERO DE OTOÑO. Blog de poesía, fotografía y diversos fragmentos de la memoria.
Una selección de quince poemas míos, traducidos por Marcela Filippi, en la presigiosa publicación de Beppe Lopez.
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EL SENA
De Saint-Denis a Ivry el Sena hace un gigantesco signo de interrogación.
Me pregunto si tal vez tiene pereza por dejar París
y, también, qué hace allí encorvado sobre el afán de los hombres.
Por la noche, el Sena parece un inmenso gusano dormido.
Es la cloaca de París
sólo redimida por miles de poetas impertinentes,
por millones de seres que lo sueñan bello.
Vía láctea del universo metropolitano
comida por los agujeros negros de nuestras frustraciones.
Pero hay algo grandioso en este Sena dormido
cuando refleja en Orsay los colores de Claude Monet
o la sonrisa de La Gioconda al pasar por el Louvre...
Puede ser que todo eso le haya hecho girar sobre sí mismo tantas veces
y no quiera marcharse de París.
LA SENNA
Da Saint-Denis a Ivry la Senna fa un gigantesco punto interrogativo.
Mi chiedo se forse senta pigrizia di lasciare Parigi
e, anche, cosa faccia lì incurvata sulla smania degli uomini.
Di notte, la Senna sembra un enorme verme addormentato.
È la cloaca di Parigi
riscattata soltanto da migliaia di poeti impertinenti,
da milioni di esseri che la sognano bella.
Via lattea dell'universo metropolitano
divorata dai buchi neri delle nostre frustrazioni.
Ma c'è qualcosa di grandioso in questa Senna addormentata
quando riflette nell'Orsay i colori di Claude Monet
o il sorriso della Gioconda passando per il Louvre ...
Può essere che tutto ciò l'abbia fatto girare su se stessa così tante volte
che non voglia lasciare Parigi.
de/di Miguel Ángel Yusta
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
Te quería decir en esta noche,
cuando ya nadie habita en la distancia
y dormidos los pájaros
es el silencio dueño de las vidas.
Te quería decir, y te lo digo
—aunque a veces me corte las palabras
el saber que tu oído las escucha
y tus ojos las miran–
que esta tarde cuando volvía a casa,
tan silencioso y solo,
mientras sobrevolaba el pensamiento
utópicos lugares,
de pronto, te me has aparecido
con tus ojos profundos
y tus manos repletas de caricias,
abierta la sonrisa,
piernas de adolescente, apresuradas
por llegar a mis brazos
y rodearme fuerte con los tuyos.
Tu cabello jugando con el viento,
extendidas las manos en el aire,
presentidas caricias.
Venías, llegabas y te quedabas...
Entonces he sentido que la tarde
se llenaba de luces
y que toda la gente sonreía.
Que aún era hermoso el mundo
y los taxis, las casas, los semáforos.
Que las tiendas, las calles, las aceras
se llenaban de luces de repente
e íbamos del brazo, felices como niños.
Pero esta tarde no has aparecido.
Por eso te lo digo,
que te he echado de menos en las horas
que otro día mataban poco a poco.
Y aunque al subir a casa
ha sonado el teléfono y me has dicho te quiero
por un momento, amor, por un momento,
las luces se apagaron en mi alma...
Por eso te repito,
pero tal vez callarme debería,
que cada tarde, amor, que cada tarde,
me dejes que la acabe entre tus brazos.
Volevo dirti in questa notte
in cui nessuno dimora in lontananza,
addormentatisi gli uccelli,
è il silenzio padrone delle vite.
Volevo dirti e te lo dico
-anche se a volte mi spezzi le parole
il sapere che il tuo orecchio le ascolti
e che i tuoi occhi le guardino -
che questa sera quando tornavo a casa,
così silenzioso e solo,
mentre il pensiero sorvolava
utopici luoghi,
all'improvviso, mi sei apparsa
con i tuoi occhi profondi
e le tue mani cariche di carezze,
il sorriso aperto,
gambe da adolescente, affrettate
di raggiungere le mie braccia
e circondarmi forte con le tue.
I tuoi capelli che giocano col vento
tese le mani in aria,
intuite carezze.
Venivi, arrivavi e restavi ...
Quindi sentivo che la sera
si riempiva di luci
e che tutta la gente sorrideva.
Che il mondo era ancora bello
e anche i taxi, le case, i semafori.
Che i negozi, le strade, i marciapiedi
si illuminavano all'improvviso
e andavamo a braccetto, felici come bambini.
Ma questa sera non sei apparsa.
Per questo ti dico,
che mi sei mancata nelle ore
che ammazzano poco a poco un altro giorno.
E anche se salendo a casa
il telefono ha squillato e mi hai detto ti amo
per un momento, amore, per un momento,
le luci si sono spente nella mia anima...
Ecco perché ti ripeto
Ma forse dovrei tacere,
che ogni sera, amore, che ogni sera,
tu mi consenta di concluderla tra le tue braccia.
(de El camino de tu nombre. Editorial Quadrivium. Girona 2011)
TRAS EL CRISTAL/DIETRO IL VETRO
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
TRAS EL CRISTAL la lluvia se estremece
(transparente silencio,
imaginadas formas).
Una gota traza un suave camino,
sin contacto posible, hacia mi mano.
Mis dedos han dejado
que se convierta en luz.
DIETRO IL VETRO la pioggia sussulta
(silenzio trasparente,
forme immaginate).
Una goccia traccia una leggera via,
senza possibile contatto, verso la mia mano.
Le mie dita permettono
che diventi luce.
(de El camino hacia tu nombre. Editorial Quadrivium. Girona 2011)
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
(de "Pasajero de otoño". Huerga&Fierro. 2018)
https://intraduzionisolmar.blogspot.com/2021/02/nochenotte.html?spref=fb&fbclid=IwAR1_-h1Viczg1LTtL1TpCtIAVAAAy8G2vyENu81sTKSS_vCUBG4XDK1gsKs
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
Náufrago de tu nombre
llego a tus playas, Roma.
Ella agotó ya todos mis nombres.
Caen las sílabas en lagos de silencio
hacia un olvido cierto de piel y de distancia.
La noche se hace próxima
y la ausencia estremece las aceras grises.
Sólo la luz amarilla de la última pizzería
aparece como un faro al que llego sin fuerza.
En la estación Termini aún duermen los mendigos
las postreras horas del otoño
y apresuran sus pasos los últimos viajeros.
Intento revivir en mi cerveza helada
bajo la frialdad de los neones
el movimiento de su cuerpo ebrio de luz.
Y mis dedos pretenden dibujar
el imposible nombre de sus labios.
Al final de la noche, náufrago de su aliento,
me pierdo en la tormenta de mis sábanas
en un hotel dormido y solitario
cuando ya ni los perros habitan las esquinas.
Naufrago del tuo nome
giungo sulle tue spiagge, Roma
Lei ha esaurito tutti i miei nomi.
Cadono le sillabe in laghi di silenzio
verso un vero oblio di pelle e di distanza.
La notte è prossima
e l'assenza scuote i grigi marciapiedi.
Solo la luce gialla dell'ultima pizzeria
appare come un faro che raggiungo senza forze.
Dormono ancora alla stazione Termini i mendicanti
le ultime ore dell'autunno
e gli ultimi viaggiatori affrettano i loro passi.
Cerco di rivivere nella mia birra ghiacciata
sotto la freddezza dei neon
il movimento del suo corpo ebbro di luce.
E le mie dita pretendono di disegnare
l'impossibile nome delle sue labbra.
Alla fine della notte, naufrago del suo respiro,
mi smarrisco nella tormenta delle mie lenzuola
in un albergo spento e solitario
quando ormai nemmeno i cani abitano gli angoli delle strade.
(de Pasajero de otoño. Huerga & Fierro. 2018)
Marcella Filippi, ha traducido al italiano uno de mis poemas de "Pasajero de otoño" (Huerga&Fierro). Muchas gracias, es un honor...
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
Las piedras del viejo Colosseo hablaron en la noche.
Se mecía la noche entre las viejas piedras
y les prestaba un manto de muda eternidad.
Las calles dormían húmedas, frías,
desiertas y llenas de presagios.
Se ocultaba la vida en cómodos salones,
pero yo caminaba por la nocturnidad alevosa,
buscando en las esquinas del recuerdo
un instante de gloria.
Los frenos de un coche lejano
rompían el silencio
y la tibia luz de alguna ventana
testificaba apenas la presencia del hombre.
Yo pensaba en aquellos que habían sido grandes,
me preguntaba por la razón de sus vidas,
por su grandeza crucificada...
Sólo el silencio acudía a la cita
y entre las ruinas del viejo Coliseo
la sombra de un imperio se alzaba vacilante.
Le pietre del vecchio Colosseo hanno parlato nella notte
La notte si cullava tra le vecchie pietre
e prestava loro un manto di nuda eternità.
Le strade dormivano umide, fredde,
deserte e piene di presagi.
La vita si occultava in comodi salotti,
ma io camminavo nella notte insidiosa,
cercando negli angoli della memoria
un istante di gloria.
I freni di un'auto lontana
rompevano il silenzio
e la tiepida luce di qualche finestra
testimoniava appena la presenza dell'uomo.
Pensavo a quelli che erano stati grandi,
mi domandavo sulla ragione delle loro vite,
sulla loro grandezza crocifissa ...
Solo il silenzio si presentava all'appuntamento
e tra le rovine del vecchio Colosseo
l'ombra di un impero si alzava vacillante.
(del libro Pasajero de otoño)
din culmile fără sfârşit ale şoldurilor tale.
Mişcându-se precum aripile păsărilor,
margini aurite ale abisului.
Vino să iei, fără teamă,
comorile marine scufundate.
Strânge trandafirii
fără teamă de spini.
Înflăcărat în fața pântecului tău
şi pe altarul tău, de nebunie mă consum...
(Despre linişte şi lumină)
Traducere: Diana Cofşinski
Y sonaba en la noche la voz de Leonard Cohen,
profunda, llena de humo y ginebra,
amarga y terrosa. En tu honor, Federico
-Ay, pobre Federico-
lamentando las balas que a todos nos hirieron
tantas veces, tantos años...
Querido Federico, prohibido Federico.
De noche asesinado Federico...
Ya no bailas el vals de tu delirio blanco
ni corren los caballos desbocados
por las praderas verdes de tus versos.
En Viena y en Berlin, en Dresde y en Varsovia
morirían, sin remedio, tus pequeñas damas
en otro infernal vals de bombas y cañones.
Toma este vals con la boca cerrada.
Toma este vals de quebrada cintura.
Y sostenías el verso con la pasión de un samaritano,
de un joven encendido por la brasa del amor.
Nunca supimos cuánto te necesitábamos
en las noches inciertas de amores temerosos.
Loco Federico, ingenuo creyente en los hombres.
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Toma este vals del “Te quiero siempre”.
Tu boca sin embargo nunca estará cerrada
ni morirá ese vals que Leonard revive
adornando tus versos con música de fuego,
de nieve, mar y sueños de un mundo diferente.
El músico poeta abraza cada instante
al poeta del verso herido
por la barbarie contraria al pensamiento.
Sin orillas el río, sin conciencia los hombres
seguimos sin poder bailar en paz.
Toma este vals que ha estado muriendo durante años.
Toma este vals, toma este vals.
Es tuyo ahora. Es todo lo que hay.
Gracias a los dos, desde estos años tristes
donde tantos “te quiero” tan pronto se vacían
y los valses ya son sólo de cartón piedra
Parece ser que nunca aprenderemos
-qué pena Federico y Leonard Cohen-
a darnos ese abrazo que nos llene de luz.
Ay, ay, ay, ay....
(c)Miguel Ángel Yusta. 2017
Suzanne
Eran aquellas noches de horas blancas,
de estudio apresurado de materias sin sentido
que habíamos dejado para el final del curso.
Excitados ya por el olor de mayo.
apurábamos un cigarrillo sin filtro
-tal vez un Camel-
y en el viejo tocadiscos de maleta,
segunda mano, 45 r.p.m.,
surgía la voz amiga de Leonard Cohen
con la profundidad de un viento huracanado
arrasando fronteras y certidumbres impuestas.
Suzanne te lleva abajo
hacia su lugar cerca del río.
Se deslizaban las notas, lentas, ritmicas
y penetraba en el alma ese otro rio
donde yació la casada infiel lorquiana...
Y queríamos tocar, como fuera,
ese cuerpo de inalcanzables formas
que Leonard, el de la voz terrosa,
nos descubría tan lleno de luz.
Y quieres viajar con ella
Y quieres viajar a ciegas.
No queríamos salvarnos,
ni que nos liberase el mar de un tal Jesús.
Tan solo ella, Suzanne,
solamente Suzanne,
una mano en la nuestra y la otra en su espejo.
Nada más. Confiados
porque los pensamientos se unían
más allá de los cuerpos
donde siempre ha tocado el amor.
Y
sabes que puedes confiar en ella
porque ha tocado tu cuerpo
perfecto
con su forma de pensa.
Sí:
viajar con ella, a ciegas
seguir ese camino a través de los años
-toda una vida entera-
desde esa juventud negra e incierta
donde nos debatíamos, sin otra escapatoria,
que las palabras vivas de Cohen y Suzanne.
(c)
Miguel Ángel Yusta. 2016.
El profesor y poeta Francisco Caro, reseña La Copla, emoción y poema, Pinchad el enlace...
http://mientraslaluz.blogspot.com/2020/12/de-miguel-angel-yusta-la-copla-emocion.html
En recuerdo y homenaje a Fernando Aínsa, traigo a este blog su prólogo a mi poematio "Pasajero de otoño" (Huerga & Fierro 2018).
Siempre en la memoria.
Pasajero de otoño,
una invitación a un viaje sin retorno
La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros.
Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.
FERNANDO PESSOA
Homo viator por excelencia, trotamundos tras las notas musicales de
óperas a las que asiste en los mejores escenarios europeos —Viena, Milán, París,
Madrid, Barcelona— Miguel Ángel Yusta emprende en Pasajero de Otoño
un periplo bajo la advocación del “último viaje” de Antonio Machado cuando
anunció “me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los
hijos de la mar”. Pero si el viaje de Machado era para abordar “la nave que
nunca ha de tornar”, el de Yusta es sabiendo —con José Saramago— que “el
viaje no termina jamás”, ya que “sólo los viajeros terminan”. Lo hace invocando
una voz, “pasajera del tiempo que arrasa los paisajes”.
Precedido de un breve preludio en el que anuncia que “nunca jamás querré
viajar a Ítaca” y de un poema —“El viaje”— donde sabe como Wilhelm Muller,
el poeta romántico alemán que inspiró el ciclo de canciones de Franz Schubert,
Viaje de invierno, que hay que encontrar el camino de todo viaje por sí
mismo. En su búsqueda, Yusta escucha un organillero solitario (“a quien ya
nadie escucha”) que renueva de esperanza su camino. Ha comprobado que “a
la gloria te lleva el padecer”, un padecer que pudiera sospecharse sufrido por
un amor de antaño.
El viaje de Pasajero de otoño combina el recorrer escenarios prestigiosos
largamente cantados por otros poetas —París, Roma, Grecia— a los que renueva
con sugerentes imágenes y una experiencia íntima que va urdiendo con
la conciencia y la angustiosa sensación de un final de trayecto no muy lejano.
El propósito inicial de su viaje es doble: regresar a París para recorrer nuevamente
la línea 6 del Metro donde descubre “miradas veladas de monotonía” y
“el raro vaivén de gente azarosa y extraña”; la del bus 76 multirracial (negros,
árabes, indios, checos y polacos entre sus pasajeros) viajando hacia el Louvre;
buscar inútilmente la tumba de Edith Piaff en el cementerio de Père Lachaise;
admirar el Sena dormido (“cloaca de París sólo redimida por miles de poetas
impertinentes”); la Gare d’Austerlitz, (“monumento a los que pudieron llegary a los que se quedaron en el camino”), pero también para ir empapándose del
spleen que inmortalizó Baudelaire y hacerlo con nuevas metáforas y reparando
en los detalles todo lo que ha cambiado desde entonces en el restaurante
La Coupole, en el mercado callejero del bulevar Charonne y en las notas de
intensa variedad cultural de sus calles.
Porque Yusta es un habitué de París. En el París de Pasajero de Otoño,
Yusta transmite la alegría de haber hecho suya la ciudad y poder repetirse con
Juan Luis Panero “esta ciudad tendrá tu nombre para siempre”, tras sus numerosas
visitas, desde las escapatorias del régimen franquista de su juventud
al complacido reconocimiento urbano de ahora. Ha ido viviendo como suyos
los cambios de la Ciudad Luz, como se la llamaba, sin insinuarnos en ningún
momento el patético anuncio de César Vallejo “Me moriré en París con aguacero/
un día del cual tengo ya el recuerdo”. Nuestro poeta, por el contrario, se
ha dicho: “volveré a esta ciudad que está en mi vida para encontrar la llave,
las puertas de la perdida dicha”.
El versátil poeta del amor (Pavesas, 2012; Amar y callar, 2013; De silencio
y luz, 2015), este reconocido coplista aragonés, prefiere admirar nuevamente
el Palais Garnier, aunque atemorizado escuche el murmullo y las
pisadas de siglos que lo rodean; el Museo de Orsay donde residen “sus pintores”
(Lautrec, Van Gogh...), los “luminosos signos de admiración” de las gárgolas
de Notre Dame, escuchar al trompetista del Metro que “deja volar sus canciones
eternas”. El poeta vaga en soledad por las calles, museos y plazas de París. No
tiene compañera en la que apoyarse, le basta, no sin cierta satisfacción autocomplaciente,
“gozar de mi compañía”. Puede repetirse: dondequiera que vayamos
encontramos que “ya estábamos ahí”.
Si en París el autor de Pasajero de otoño hace de su soledad, la única
protagonista de su vagar por calles, museos y plazas, en Roma se siente que un
ser amado lo acompaña para caminar “cogidos de la mano”, o acariciar su rostro
en la Piazza Navona y sentir que se encienden “lenguas en los vientres”.
Sin embargo, ante las aguas de la Fontana di Trevi, no puede sino musitar
“una oración incomprensible/ mientras recuerda las tormentas/ que sin piedad
azotan su camino.” El poeta vuelve a estar solo y revive su memoria:
“Madrid, El Cairo, Roma, Barcelona,/
Viena, Estambul, París/
o la dulce Lisboa/
y tantos otros sitios que pueblan mi recuerdo”.
Grecia está entre esos recuerdos. Allí acude nuestro poeta, finalmente, para
encontrarse “desnudo ante ese mar” y exponer su flanco sin temor. Comprueba
entonces que “ni tormenta ni soles/ han podido abatir tanta belleza” y piensa “si
es preciso/ estrellar en las rocas esta barca de rumbo equivocado,/ pero de puerto
cierto.” Sus pasos coinciden sin querer con los de Henry Miller en El coloso de
Marusi para participar de la luminosa atmósfera y del brillo del sol griego.
En Grecia, el poeta podría repetirse con Juan Ramón Jiménez “Andando,
andando; que quiero oír cada grano de la arena que voy pisando”, aunque,
tal vez, su esperanzado dirigirse hacia “los pájaros del alba” no hace sino corroborar
que “no se recuerdan los días, se recuerdan los momentos”, al decir de
Cesare Pavese. Y Pasajero de otoño está lleno de “momentos” para recordar.
El viaje de Yusta se programa en otoño, estación del año con la que se asimila
el declive de la edad, en que las fuerzas del cuerpo languidecen, pero
donde una madurez ganada con el tiempo se revierte en una mayor sensibilidad
para percibir el mundo que se recorre, esa “nueva forma de ver las cosas”
de que han hablado tantos viajeros. Pienso en Voltaire que hizo de los viajes
de Cándido un venero de experiencias y en Henry Miller que tras mucho deambular
por el mundo se refugió entre naranjales en California para rememorar
con nostalgia su vida o en Jack London construyendo un paraíso para,
una vez concluido, cerrar la puerta e irse.
En el poema final Pasajero de otoño, dividido en nueve partes —tal vez
el más conmovedor de todo el poemario— Yusta se embarca en un tren que
“pudiera ser mi último transporte”, munido de un billete que debe llevarlo “a
paisajes luminosos”. Lo hace sintiendo que “se hace largo ya el viaje/ lleno de
noches largas y silentes/ que asfixian soledades presentidas”. En ese último viaje
las “manos” se duermen para ser “raíces que buscan la fusión/ con la cálida
tierra y convertirse/ en flores con el riego de unas lágrimas”. Son “días de negra
incertidumbre/ cuando el viaje se acerca a su final”.
Son momentos en que recuerda la “música de Verdi y de Puccini”, el sol de
Grecia y Roma. Se dice entonces, a modo de propósito, “Cuando parta, no miraré
hacia atrás”. Tras la lectura de Pasajero de otoño estamos seguros de
que Miguel Ángel Yusta cumplirá su palabra.
FERNANDO AÍNSA
Zaragoza, octubre 2017