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martes, 1 de octubre de 2024

SUMMARIUM 25. Prólogo de Félix Maraña.

 

PARA UNA ESTATUARIA DEL AMOR Y SUS CONTRARIOS
Félix Maraña
 
"No hay poema que no sea de amor, hable de lo que hable".
(Eloy Sánchez Rosillo)
 
Este libro es una película amatoria. Como tal, es una visión en panorámica de la poesía que Miguel Ángel Yusta (Zaragoza, 1944), con todos los matices del blanco y negro, los contrastes y luces del color, pero siempre con una sonoridad interior cálida que se proyecta y retrata con ideas, imágenes y palabras en la estatua de los sentidos y sentimientos. Eros y thanatos. Lo que compone y crea y lo que descompone y revierte. Y en el trayecto, en la versión y la reconversión, el hilo generatriz de la poesía y su mundo. El poeta lo ha dicho en un repaso de su historia personal recientemente: Llegó, cómo no, la poesía para quedarse y celebrar el amor y otras circunstancias, porque ¿qué es el mundo sin amor?.
Se recogen aquí una selección de poemas que el escritor ha seleccionado a su libre albedrío, pero que presume y resume siempre una predilección. No es una antología total, sino decididamente parcial, una agrupación de poemas escogidos, aunque para el poeta suponga un desgarro tener que elegir entre una y otra de sus criaturas. Pero este sumario poético que nos ofrece ahora Miguel Ángel Yusta, a modo de resumen del tiempo, nos da noticia de esenciales preocupaciones, nociones y sentimientos del poeta, si reparamos como lectores en algunos vocablos recurrentes, palabras que aparecen con insistencia, se repiten, lucen y relucen, con sus significados, con sus sinónimos y antónimos, de modo sobresaliente, determinando el discurso: amor, dolor, memoria, olvido, silencio, música, territorio. Pero es la palabra lo que engloba todo su propósito creador, como nos advierte Yusta en el primer poema de este libro:
 
Mi palabra es mi vida,
mi luz y mi destino.
 
ARQUITECTURA DE AFECTOS
Declaración de vida y conducta, nociones y términos que conjugan y marcan el tejido de la arquitectura del afecto donde el poeta vuelca sentimientos, querencias, dudas, aspiraciones, experiencias, cargos y descargos de conciencia y alguna que otra purga de su corazón. Compone así Yusta una estatuaria de los sentimientos que hacen al humano más humano –en primer término, al poeta– y le ayudan a no desfallecer, a situarse en el lugar del mundo donde recrear, crear –crear es vivir doblemente, nos dice Albert Camus– y fundirse en la vida personal y social de su tiempo. Y es posible que, en el subconsciente consciente del escritor –ese duende que rige nuestro interior de luces, sombras, dudas, certezas y fantasmas, pues el mundo ya existía antes de Freud–, lo que quiere decirnos en este libro, que corona una obra poética entre dos siglos, está en los poemas que al final ha escogido, aunque se haya visto “obligado” a elegir. Unos poemas en los que las palabras,
los conceptos y su discurso, su aleación metafórica, certifican las preocupaciones vitales, existenciales, sociales e íntimas de este hombre que ha hecho de la poesía y de la música, del silencio y el canto, un modo de vivir, una manera de estar y sentir, “luz y destino”. Su mirada sobre el mundo, atenta a los sentimientos del ser concreto, del individuo desamparado, en alerta al mismo tiempo sobre los problemas de la sociedad que habita, vienen determinados por esa su inmersión en la poesía y la música, la música y la poesía, desde su niñez literaria precoz, en la que escribía versos, que ya eran literatura y no meros ejercicios de redacción de parvulario.
Por tanto, convengamos que, por un dictado interior, sea advertido o no, el poeta ha obrado consecuentemente y ha agavillado poemas de una veintena de publicaciones que explican su trayectoria afectiva.
Además de los libros de versos, Yusta ofrece aquí también una muestra de una parte fundamental de su hacer literario y crítico, como es su práctica, ensayo y visión histórica de la copla, de cuyo cultivo es mentor fervoroso. Sus libros, artículos y el rincón dedicado a la copla durante décadas en el periódico “Heraldo de Aragón”, constante ventana semanal, hacen de Miguel Ángel Yusta uno los promotores y cultivadores en el tiempo de esa literatura popular que me resisto a que sea considerada como menor, tanto hablemos de la copla literaria como la canta de jota, a la que tanto debe el valle del Ebro. Yusta hace así buena la conducta en el tiempo de históricos, como Manuel Machado, en el primer caso, y de otros cultivadores de la jota, en lo que hace referencia a esa expresión popular tan propia de Aragón. Hace breves fechas Yusta ha dado a conocer la segunda edición del ensayo La copla, poema y canto (Lastura, 2023), donde pondera y recoge coplas de escritores de todos los tiempos, además de ofrecer, como lo hace en esta antología que ahora nos ofrece, una muestra de su hacer como coplista. Pero en su tarea intelectual, bien como articulista, crítico musical o ensayista, sobresale en Yusta su espíritu poético, su fervor decidido por la lírica, su hermanamiento con los grandes autores contemporáneos y su disposición cordial para cantar la poesía de los demás en foros, artículos y escenarios en donde la poesía aún tiene cobijo. Cantar a los demás es una de las formas en que el amor se expresa.
 
EL AMOR DE LOS AMORES
No se sabe si es la palabra cumbre del diccionario de la vida hasta que no se palpa, experimenta o padece. Y, por lo que se aprecia en el conjunto de la poesía de Yusta, el amor va mucho más allá del entendimiento común y recorre todas las variables, desde la amatoria, sensual, sensitiva y pasional, hasta la ternura, el afecto, la amistad, la querencia universal, tentación fraternal que se trasluce en el conjunto de su obra, actitud que define y explica la personalidad del poeta.
Aunque el amor es una invocación y una certeza en todo el libro, reluce y se expresa de manera particular en el conjunto de sonetos petrarquescos, de estructura y cadencia clásica.
 
Quisiera ser el amo de tu sueño
y del fuego la llama que te abrasa,
rayo de sol que a ti de luz traspasa
y al mismo tiempo ser tu esclavo y dueño.
 
El amor, que es satisfacción y dicha, y el desamor, que reporta dolor y desolación, pues como afirma en otros de sus logrados sonetos, “Más grande
es el dolor cuanto más se ama”. Son muchas las ocasiones en que el poeta advierte los punzones de la desdicha, ante la que se encara y reflexiona, afirma y sentencia, como en este poema del libro De silencio y luz:
 
REMUEVO en vano
la tierra que tengo sobre los recuerdos,
cuando la inmensa desolación del nombre
se pierde en el hueco del último árbol de la vida.
Las horas lentas de silencio erguido
ya no prestan cobijo a las preguntas:
todo fueron respuestas.
Cuando la luz del día declina para siempre
regateo con las últimas raíces del dolor
para que no puedan matarme de nuevo.
 
Hay otro amor particular que se manifiesta en los campos de la memoria, anclada en buena parte en la infancia, en las vivencias de la escasez y el misterio, en la magia del cine, en la aspiración a la mejora de un tiempo limitado por un ambiente de escasa libertad. El poeta mira al niño, cuando juega con trastos o cuando imagina sus viajes en trenes de madera o la conducción infantil de un descapotable. Excursiones e incursiones de la memoria acumulada en nostalgia reflexiva.
Y en esa memoria hay muchos poemas en donde Yusta invoca las ausencias. Es posible que ausencia sea el término más triste de todo diccionario, pero en sus poemas estas ausencias y el dolor que producen (de los seres queridos, de lo nunca vivido, de lo añorado), están sublimadas. Para hacer una excursión al vasto territorio de la memoria, recurre el poeta a unos versos de su hija, la historiadora de la memoria Mercedes Yusta, tomados de su libro Las mareas del tiempo (1997):
 
El ventanal azul de la memoria
abriga el olvido y lo acuna,
es un niño sin madre
el olvido.
 
Y recurre a ella para introducir este poema que no deja de tener su tono desolador, por la nostalgia acumulada:
 
"EN EL OLVIDO existen primaveras
con arroyos de sol y luces blancas.
Pero en mi olvido, no.
Es un desierto inmenso de cenizas
que ayer fueron jardines
y hoy son espejos rotos del recuerdo".
 
Un dolor que en ocasiones se convierte en angustia o tristeza, una tristeza universal que embarga de pena a la naturaleza, hasta provocar el llanto, como advertimos en este hermoso poema:
 
Sobre el oscuro monte, luz de luna
proyectada en el hombre
invisible y pequeño.
Como el rayo de un dios, cabalga en el espacio
y aquí, sobre la tierra humedecida,
sólo cabe el silencio.
La sangre y el dolor no cesan en la noche:
ella lo sabe y llora.
Son de lluvia y ceniza los tiempos de tristeza.
 
TERRITORIOS DEL "PARAÍSO SUMERGIDO"
Aunque la fraternidad universal se sobreentiende en todo poeta de mente amplia como es Yusta, el escritor aragonés muestra especial querencia por el territorio de la infancia. Memoria de infancia que aparece en el poema machadiano “Nana de tu tarde amada”, unos versos de esa querencia pánica en los que el poeta se ve envuelto y abrazado por la luz, el amor y el misterio que susurra el Universo. La infancia, enquistada en la memoria del poeta, se aparece en muchos de los versos que conforman esta especial antología. Yusta considera la infancia como ese territorio que se asimila a “un tiempo de sueños, un ‘paraíso sumergido’, como escribiría Graciela de Torres Olson”.
Junto a la infancia, determinante y cultivadora de todas las aspiraciones, ilusiones y aventuras imaginables, el poeta se encuentra afectado por algunos escenarios concretos donde se ha desarrollado todo su trayecto vital. Y en ambos casos se trata de dos ciudades, cuya presencia sobresale, Zaragoza y París. Bien es verdad que Yusta expresa su amor y encanto por otras ciudades, como Roma, a la que invoca, o se sumerge en escenarios de la Mediterranía, en su fervor por Grecia. Pero también otras muchas ciudades, donde ha vivido, soñado y querido. Meditando en París sobre el estado del mundo, afirma en su poema “Daguerrotipo”:
 
Berlín, Varsovia, Dresde, Budapest
mis queridas ciudades renovadas
no dejéis que otros hombres os destruyan de nuevo
en nombre de banderas, dioses, patrias y honor.
 
Es cierto que en París el poeta se pierde: “Mi querido París donde se abrió la vida”. Lo resume en unas declaraciones recientes a su periódico, “Heraldo de Aragón”: “Esta ciudad fue un descubrimiento en mi juventud casi adolescente y ha sido una constante en mi vida y en mi poesía. París me iluminó en los primeros años de sombras y me enseñó que el amor puede tener la forma de un abrazo, de una estación llena de emigrantes, de la visión de Notre Dame o del ardiente corazón de una muchachita de ojos inmensos”.
Una ciudad donde arte, librerías, bulevares, gentes de todo origen y condición, naturaleza toda, conviven, se entrañan y extrañan en respetuosa vivencia, una urbe de cuya existencia es testigo de día y noche el Sena, río vértebra que acumula más literatura que caudal. El poeta se recrea en la inmensa belleza que el río contempla al pasar por el Louvre y lo compadece, porque como río también tiene que cumplir con su tarea de tránsito e ir a verterse en el mar:
 
Puede ser que todo eso le haya hecho girar sobre sí mismo tantas veces
y no quiera marcharse de París.
 
París es la ciudad a la que el poeta regresa periódicamente, para huir de la habitualidad, como subraya Manuel Martínez Forega, a propósito de su libro 20 + 1 poemas (Lastura, 2013). Aunque, para escapar de esa habitualidad, añade el citado crítico, el poeta vuelve sobre la senda del amor: “Porque, efectivamente, otra vez huye Yusta de la habitualidad enamorándose, o haciendo que el amor transite por el más allá del más acá que es su realidad habitual. Para abandonar la habitualidad Miguel Ángel Yusta echa mano de la memoria, vuelve casi al útero adoptando la posición natural del neonato; para huir de la habitualidad recoge en frasquitos esenciales la suma de las horas vividas durante su paso por el tiempo”.
Y en Zaragoza, en Aragón, en ese territorio donde conjuga la memoria personal y a cuya cultura y desarrollo histórico está ligado y comprometido el escritor, está el espíritu más abierto, más progresivo y de amplios horizontes, que en el tiempo describió Joaquín Costa, pero que en el pasado inmediato representa el espíritu, la idea y la renovación del pensamiento que inspiró la revista Andalán, promovida por Eloy Fernández Clemente y un amplio equipo de colaboradores y gentes de pensamiento progresivo, entre los que ha estado Yusta. En Andalán se conjuga el propósito de afirmar el entendimiento de la cultura y la necesidad de búsqueda de nuevas ideas para una región a la que esta revista ha dado nombre y modernidad. Un espíritu que intelectuales, poetas, artistas y músicos han sostenido, a pesar de todos los inconvenientes. Ahí están los Hermanos Labordeta, Miguel y José Antonio, y junto con éste, Joaquín Carbonell y el grupo La Bullonera. Revista, músicos, poetas que pusieron timbre a la modernidad de Aragón. Yusta dedica poemas a ambos hermanos Labordeta, a su hermaño el poeta Ángel Guinda. Pero en sus poemas, este amigo de Verdi, a quien admira sobremanera, como a tantos músicos de la ópera o populares, invoca a otros músicos y poetas, porque en la obra de Yusta se aprecia que la base de su primer conocimiento lírico está en la lectura, en ese modo de vivir que es otra manera de amar.
 
LA BELLEZA, ESA ENFERMEDAD SOPORTABLE
Hay en toda la poesía de Yusta un hilo reflexivo, una construcción de pensamiento, que informa su creación. Y, al lado de un vitalismo casi festivo, se asoma cierto determinismo existencial propio de todo lector de Schopenhauer y otros parientes. Lo encontramos en muchos poemas, sobre todo en su libro Reflejos de un espejo roto, donde el escritor, que recorre con su mirada la historia del mundo y de su mundo, llega a concluir que “ya nada importa, sino la belleza”.
 
Cada día vivir
frente al acantilado de la duda
cuidando de no dar un paso en falso.
Vivir en genitivo
y dejar que los días y las noches
pasen en un reloj sin manecillas.
Vivir y acostumbrarse
a estar en el rincón de los esclavos
cuidando que la lluvia
no manche los espejos
donde se escribe el nombre de las cosas.
 Vivir, por decir algo.
 
Mas el poeta está ahí, reflexivo y atento, resistiendo al tiempo, impertérrito, casi desafiante, invocando la nostalgia del futuro:
 
Y busco todavía las respuestas
en el ocaso suave de mis días.
 
Excelente propósito para responder a los embates de la vida cotidiana. Dice el poeta José Blanco que “escribir no te mata, pero no te salva”. Yusta no es tan pesimista. Se rebela incluso contra el lastre de la historia y, al tiempo que maldice “la infancia desesperada y gris”, se reafirma en el lado en que la historia colocó su vida y dispuso todo lo demás que no sea voluntad o destino:
 
Reniego de quienes dejaron sin flores tantos jardines
y, a cambio, nos prohibieron pisar el césped.
 
La poesía de Miguel Ángel Yusta toca, describe, recrea y ama todo cuanto el universo mundo, con sus luces y sombras, nos depara en cada día. Es una poesía de intención moral, de afirmación de una idea pánica universal de bonhomía, de vindicación de la paz del suelo, de aspiración a la libertad, de ingenio y lápices de humor, de una belleza hecha de intenciones nobles y palabras que definen y construyen un discurso amable, crítico y sincero. Nada cuanto nos hace más humanos le es ajeno a este poeta, cuyo aliento parece que no se detiene en esta hora. Es algo que se aprecia en el conjunto de sus libros, que coronan una vida literaria entregada a la inmersión poética, que nuestro autor ha encontrado en el discurso del amor y la amistad con todas sus variables, en el gozo sensitivo de la música –Yusta es melómano hasta el éxtasis–, en la afirmación de la belleza como ideario de un mundo mejor y en el grito, si es preciso, para enfrentarse serena y firmemente al destino impuesto. Así, en el poema “Grito 16” que encontramos en su libro Des-concierto, y reproducido en esta publicación.
En su libro "El primer hombre" Camus afirma que “la memoria del corazón es la más segura”. Yusta deja en este nuevo libro prueba de su ejercicio permanente de amatoria y extiende como remate testamento universal.

domingo, 1 de septiembre de 2024

A propósito de "De silencio y luz"

Una entrevista de Antón Castro para Heraldo de Aragón:

La recordamos como homenaje a ROSENDO TELLO,  el gran poeta y amigo fallecido reientemente


Yusta: "Sin amor no es posible la vida"

El poeta Miguel Ángel Yusta publica ‘De silencio y luz’ (Lastura, 2015).

Miguel Ángel Yusta es un enamorado del amor, de París y de la ópera.
Miguel Ángel Yusta es un enamorado del amor, de París y de la ópera.
Foto: Columna Villaroya

Miguel Ángel Yusta publica un nuevo poemario: ‘De silencio y luz’ (Lastura), un libro en cuatro tiempos con el amor como tema esencial. El poeta, especialista en ópera y en coplas de jotas y colaborador asiduo de HERALDO, explica las claves del volumen.

-‘De silencio y luz’ lleva una frase inquietante: “Para que no puedan matarme de nuevo”. ¿A qué se refiere? ¿Quién le ha matado, quién ha matado al poeta?

La vida, sus avatares, nos mata en algunos sentidos muchas veces; lo que pasa es que resucitamos, nos ponemos de pie de nuevo y reanudamos el camino. La fuerza interior, los valores y el afán de sobrevivir nos mueven a ello: revivir, reinventarse y caminar, siempre caminar. Al poeta, por otra parte, pueden “matarle” muchas cosas que no le gustan de nuestra sociedad; por ello la poesía ha de ser, también, contrapeso de sensibilidad y belleza o, claro está, arma de lucha, crítica y testimonio, para mejorar el mundo que nos rodea.

Joaquín es un gran amigo y un maestro, pero por eso mismo y porque conozco su manera de ser, sé que no es proclive en sus palabras al elogio ni a la crítica gratuitos. Si esa es su opinión, a mí me llena de satisfacción por venir de alguien que sabe, dada su cualidad de profesor y escritor, de qué está hablando...

-Sánchez Vallés explica el sentido del título: viene a decir que los amantes hallan el placer o el gozo en silencio y que la luz es la consumación de su amor. ¿Lo pensó así o querría matizar algo más?

Estoy totalmente de acuerdo en esa apreciación. Es útil el silencio: lejos del griterío y el bullicio se degustan más los placeres del amor. La luz es símbolo de plenitud aunque a veces, para que llegue, ha de transcurrir una larga noche. Pero siempre amanece y se hace la luz.

-¿Por qué se escribe tanto y tanto de amor?

El amor es un tema eterno del hombre, una cuestión que ha de plantear y resolver cada día, cada hora. Sin amor no es posible la vida. La poesía lírica descubre los entresijos del alma, hace el mundo más habitable y bello. El poeta dice: “Mirad mi amor, que también es mi sufrimiento, mi grito ante la injusticia o mi deseo de paz”. El amor lo contiene todo. Ya lo dijo el Fénix de los Ingenios: “Quien lo probó, lo sabe”.

-¿Quiere ser ‘De silencio y luz’ un poemario de la plenitud?

Claro que no; es un paso más en el camino que recorremos y donde en cada momento podemos encontrar la necesidad de decir algo, de comunicarnos... o de guardar prudente silencio.

-¿Estaría de acuerdo que este es un libro feliz, un libro del cuerpo, de los gestos habituales de la pasión: el beso, la caricia, el abrazo, el coito?

En el camino que recorre el poemario hay estancias felices, otras luminosas o sombrías... Hay reflexión, melancólica evocación y, claro, con lenguaje poético, referencias al lenguaje físico del amor, no al genitalismo, que es bien distinto.

-¿Existe una estación más propicia del amor que otras? Lo digo porque todas andan por el libro con especial significado.

Aunque suene a tópico, se dice siempre que, por estas latitudes, la primavera es la estación idónea para el amor. No obstante, las estaciones son imágenes y, depende del momento en que se escribe o que provoca un poema, la imagen ‘estacional’ es una u otra, lo que hace de ellas uno más de los recursos expresivos del verso.

-¿Qué vínculo existe para usted entre el amor y la noche?

En sentido poético, La noche está en íntima relación con el silencio, al hilo del título. Por otra parte yo, particularmente, soy un noctámbulo. Me gusta la noche, con su halo de silencio y misterio, para escribir, para vivir, para beber y, claro, para amar y hacer el amor.

-¿Y entre la música y el amor?

La poesía y la música están íntimamente relacionadas. El lenguaje poético es música, ritmo y cadencia. En el amor también tiene una importancia fundamental la música, cierta música. Nos acompaña, nos trae recuerdos y vivencias y enriquece el lenguaje amoroso.

-¿Qué le debe la disposición del libro a una partitura, a una pieza musical?

La mayoría de las obras musicales -óperas, sinfonías- tienen una estrecha relación con historias de amor, ya se representen cantadas o se describan musicalmente. He organizado el libro en cuatro tiempos, como una sinfonía, con tres “intermezzos” donde se incluyen ligeros “micropoemas” y que marcan, como los intermedios o pausas de acto en música, pequeños paréntesis o intervalos para diferenciar los diversos estadios de la obra.

-Dice: “No me digas jamás que no me amas”. ¿Se lo han dicho mucho?

El final del amor es una real posibilidad y en cualquier caso es una ruptura, bien porque se acaba el amor entrambos o porque uno de los amantes decide que ya no ama. Lo ideal sería que jamás terminase el amor, que jamás hubiera que decir “ya no te amo”, pero...

-¿En qué consiste “sangrar desolación”?

Es una imagen poética. Creo que muestra de manera eficaz el desamparo, el dolor e incluso la angustia de quien se siente abandonado por el amor.

-¿Cómo nacen sus imágenes?

Surgen en el poema. Cuando se quiere expresar en lenguaje poético hay que trabajarlo y hacerlo así, si no no habría poesía sino un lenguaje “prosaico” muy válido, desde luego, pero alejado de la excelencia que ha de perseguirse e intentarse en poesía, con imágenes, figuras, emoción, ritmo, musicalidad... La poesía es, decía la recordada Ana María Navales, la más difícil y laboriosa manera de escribir.

-¿Qué le pide a la poesía?

Que me acompañe hasta el día final de mi camino, hasta la llegada, y que pueda transmitir, con honestidad y trabajo, sensaciones que el lector sienta como suyas. Que a veces levante la vista del libro y quede, pensativo, mirando a lo lejos, saboreando el poema, meditándolo.

-¿Por qué ha elegido a Rosendo Tello para que presentase tu libro?

Rosendo Tello es actualmente el patriarca de las letras aragonesas y reconocido poeta y ensayista. No tiene hoy enfermedad alguna, sino las secuelas de un accidente cerebral vascular que no le impiden seguir en plena capacidad intelectual, aunque sí expresarse oralmente y escribir con sus manos. Para ello tiene voces y manos familiares y amigas -un recuerdo especial para su esposa Maribel, su voz- que sustituyen esas carencias. Escribe, publica y, como tantas otras personas con alguna discapacidad física, debe ser considerado en sus capacidades intelectuales (que le definen y desarrolla con normalidad) e invitado a cuantos actos desee participar. El que haya aceptado presentar mi libro es para mí un orgullo y ese momento constituye, principalmente, un acto de amistad y homenaje al amigo, al poeta y al maestro.

FICHA

De silencio y luz. Miguel Ángel Yusta. Prólogo de Joaquín Sánchez Vallés. Madrid, 2015. 78 páginas. [Esta tarde, a las 19.30, presentación en la FNAC en compañía de la editora Lidia López Miguel y el poeta y profesor Rosendo Tello Aína.]

viernes, 23 de agosto de 2024

SUMMARIUM 25. Entrevista de Antón Castro para HERALDO DE ARAGÓN.

 

Miguel Ángel Yusta: "La palabra es un ser vivo: ama, odia, acaricia, hiere, reza o maldice..."

El poeta, experto en jota y ópera, ordena cronológicamente sus mejores poemas en un libro, 'Summarium-25', que publica Huerga & Fierr

Miguel Yusta cumplía hace pocos días sus primeros 80 años y lo celebra con una antología de su lírica.
Miguel Yusta (Zaragoza, 1944) cumplía hace pocos días sus primeros 80 años y lo celebra con una antología de su lírica.
José Miguel Marco

Primera impresión: ¿qué ha pensado al ver, releer y repasar este ‘Summarium 25’, tan bellamente editado por Huerga & Fierro? ¿Qué diría que ha hecho Miguel Ángel Yusta en la lírica?

Hace unos años que los editores (Antonio Huerga y Charo Fierro) me propusieron este trabajo, pero la pandemia y mi proverbial pereza lo fue retrasando. Luego me percaté de que sería bueno seleccionar unos poemas de algunas de mis publicaciones preferidas de los 25 años últimos. Me puse a ello a principios del 2024 y ajusté el título: un sumario-resumen de 25 años, donde el lector puede tener una idea de mi trayectoria en este cuarto de siglo. El resultado es ese título que, además, rinde implícitamente homenaje a uno de los poetas aragoneses para mí más importantes, Miguel Labordeta, y a una de sus obras más emblemáticas: ‘Sumido 25’. He ordenado el libro de forma cronológica.

El primer poema del libro es ya un canto a la palabra. ¿Qué es la palabra para un poeta, cómo la define, la acota y la siente? Ángel Guinda decía que la palabra es un ser vivo.

La palabra, en poesía, según define acertadamente la RAE es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético. Claro que la palabra es, también, un arma poderosa y un vehículo de expresión absoluto. La palabra, como decía nuestro querido Ángel Guinda, es un ser vivo, y por ello ama, odia, acaricia, hiere, reza o maldice...

Siempre le ha gustado lo clásico: desde un soneto a una copla o a una estrofa bien medida y rimada en asonante. ¿Cuál es su deuda con el clasicismo?

Creo firmemente que no se puede escribir buena poesía sin pasar por el necesario conocimiento de las reglas clásicas; la poesía es música, ritmo, y ello se adquiere con ese necesario aprendizaje. Por ejemplo, grandes pintores como Dalí o Picasso, por citar dos muy conocidos, trabajaron el dibujo y el clasicismo formal en sus primeras obras hasta que, adquirido ese conocimiento, derivaron y descubrieron sus propios y maravillosos estilos. No empezaron por la abstracción y el cubismo. En poesía, que es un arte, el verso libre es de los más difíciles de llevar a cabo correctamente si no se han manejado antes las formas canónicas. Muchas veces se empieza la casa por el tejado y pasa que no tenemos los resultados deseados...

Uno de los poemas claves es uno de 1979 dedicado a tu padre. ¿Cómo se escribe una elegía?

Como expresión de sentimientos, la poesía es un instrumento muy capaz, también, de expresar dolor de forma bella y serena como lo es la música y muy buenos ejemplos están en la mente de todos. La forma de poema enriquece esa expresión que, al mismo tiempo, es homenaje a quien se dedica, en este caso a un padre.

Hay un epígrafe extenso que se titula ‘Zaragoza mía’. ¿Cómo ha vivido la ciudad, cómo se ha ido sedimentado en su memoria y en su imaginación de poeta?

‘Zaragoza mía’ es un trabajo de hace muchos años, pero que se publicó a principio del milenio. Es un homenaje a la Zaragoza de mi niñez y juventud, con sus luces y sombras, placeres y sinsabores, pero con la suave nostalgia del recuerdo de una ciudad en la que nacimos crecimos, vivimos, amamos y sufrimos y de un tiempo que, a pesar de todo, era menos complicado que el presente...

"Como expresión de sentimientos, la poesía es un instrumento muy capaz, también, de expresar dolor de forma bella y serena como lo es la música y muy buenos ejemplos están en la mente de todos"

Uno de los temas capitales, constantes, que más poemas le ha dictado es el amor. ¿Qué ha sido: hontanar de emoción y belleza, arsenal de dolor, melancolía incesante, sed de lujuria…? Lo digo porque de todo hay.

El amor, no lo voy a descubrir yo, es el motor del mundo y del hombre que lo habita. No es una autopista cómoda, sino un camino a veces oscuro, tortuoso, lleno de recodos y baches y otras veces luminoso y diáfano. Pero eso mismo lo engrandece. Se puede caminar cómodo y descuidado o se puede tener un inmenso placer o sufrir en cada paso. En cualquier caso es aconsejable ir bien equipado y con el calzado adecuado. Es la esencia de la vida y parangonando al gran Lope, quien ‘no’ lo probó, ‘no’ lo sabe...

¿Qué habría sido de usted sin el cine y París?

Mi época (viví treinta y cinco años de dictadura) tuvo una infancia y juventud peculiares y, sin duda, muy lejos del nivel europeo de la época en todos los sentidos (música, literatura, cine...).Yo tuve la fortuna de, por razones familiares, poder pasar muy largas temporadas en el París de los últimos años cincuenta y sesenta y aquello me despertó a la vida. Lo cuento en algunos de mis libros: la cultura abierta, las relaciones familiares y sociales, los libros, el cine tan pujante de la época… Todo lo que en España estaba vedado, era consumido con avidez por aquel chaval y adolescente aprendiz de la vida. Fue esencial y así consta.

¿Qué tiene París que no ha encontrado en ningún lugar o es que el poeta, ‘per se’, es un eterno fugitivo?

Soy un viajero empedernido porque creo que es la mejor escuela de vida. La edad me ha ido dejando ya en puerto, pero quedan recuerdos bellísimos que forman el acervo importante de mi existencia: conocimiento de otras culturas, gentes con diferentes mentalidades y formas de vida y el denominador común y fundamental de la curiosidad por saber. El poeta no es ‘per se’ un fugitivo sino que recrea mundos en su interior que pueden ser retazos de viajes, lecturas o experiencias vitales varias. Es cierto que tendemos a modificar la realidad, pero a eso se le llama 'creación' y es propio de los escritores, poetas y artistas que ficcionan o recrean su realidad y la transmiten en su obra.

Miguel Ángel Yusta organiza un viaje por un cuarto de poesía de amor, de viaje, de evocación y de cine.
Miguel Ángel Yusta organiza un viaje por un cuarto de poesía de amor, de viaje, de evocación y de cine.
José Miguel Marco.

¿Qué le ha marcado más: la ópera o la jota?

Son dos cosas distintas. Podríamos hablar durante horas de las dos; de cómo el corazón me saltaba de chico cuando mi padre me llevaba a la ronda, de cómo he escrito casi dos mil cantas, muchas publicadas en HERALDO, pero también de cómo no puedo evitar las lágrimas emocionadas ante la belleza absoluta de una obra maestra de Wagner, Verdi, Puccini o tantos grandes autores de diferentes épocas. Afortunadamente hasta ahora (y son casi sesenta años) he visto y escuchado cientos de óperas y los últimos veinte alrededor de cincuenta al año, incluyendo maravillosas zarzuelas, ese género nuestro, genuino y que muchas nuevas generaciones, aturdidas por el sistema, casi desconocen. Como tantas otras cosas... Repito que soy un afortunado porque la ópera es como una 'medicina' maravillosa, adictiva, que te transporta a estados fabulosos y cuando traspasas el escenario y conoces ese mundo en su plenitud y encuentras la vocación, el trabajo serio, abnegado y solvente, de sus protagonistas -que son muchos, además de los cantantes y músicos- disfrutas de un placer tan especial que no se puede comparar con casi nada.

¿Qué le han dado los haikus?

El haiku en nuestra cultura occidental es un experimento de estrofa breve con sabor exótico y como tal, tentación para algún poeta, aunque nunca comparable – en las versiones 'occidentales'- a la fuerza y belleza de las tradicionales estrofas nuestras, que son la base de la poesía tanto culta como popular, y constituyen un inmenso acervo que nos significa en el mundo. A mí me picó la curiosidad en su día y como resultado salió un libro 'Pavesas' de hace muchos años.

"El amor, no lo voy a descubrir yo, es el motor del mundo y del hombre que lo habita. No es una autopista cómoda, sino un camino a veces oscuro, tortuoso, lleno de recodos y baches y otras veces luminoso y diáfano"

Cierre el libro, mire la contraportada y piense, piense un poco. ¿De qué se siente especialmente orgulloso?

Creo que no hay orgullo en mi creación poética sino satisfacción moderada con la que intento no agobiar personalmente ni en Redes Sociales. La escritura poética es, para mí, un ejercicio en soledad con el que busco plasmar sentimientos y sensaciones en lenguaje poético y que el lector las sienta como si le hablase al oído. Cada lector interpreta un poema distinto aunque lea el mismo y esa comunión, autor-lector es íntima y personal. Se dice que leemos para que nos quieran. Y es bien cierto.

Elíjanos dos coplas y dos haikus…

Primero es preciso explicar que la copla es una bellísima estrofa cultivada desde los albores de la literatura española, tanto por escritores famosos como por anónimos autores populares. No confundir con la ‘copla canción’, denominación aplicada a la canción española a partir de un espectáculo musical folclórico estrenado en los años veinte del pasado siglo, concretamente en el Teatro Pavón el 22 de enero de 1928 y que se tituló ‘La copla andaluza’, pasando la palabra ‘copla’ a denominar ambas composiciones, generando la natural confusión, perjudicial para ambas.

Háganos una pequeña historia del haiku. 

El haiku es una estrofa japonesa que se ha adaptado al castellano formándose con tres versos de cinco, siete y cinco sílabas (caso que se da también en la coda de la seguidilla o bordón) con libertad de rima y reglas específicas, pero que nada tiene que ver en esencia con la cultura occidental. Curiosamente ha proliferado entre determinados sectores poéticos, aunque la fuerza poética y expresiva de la soleá, seguidilla y copla no tiene parangón y se tiende a volver a las formas tradicionales.

Gracias por la lección. Ha escrito mucho de todo ello en algunas monografías. Vayamos con su elección...

Dos coplas: “Para decir que me quieres / mírame antes a los ojos / verás cómo no hacen falta / palabras entre nosotros”. Y esta: “Te acercaste hasta mi vida / grabando tu nombre en ella, / ahora que ya te has marchado / tu nombre es herida abierta”. Las dos ‘pavesas’ que selecciono son: “Entre el ramaje / tibio estremecimiento / de viento y sol”. Y “Canto de pájaros / clausura de la tarde / cortina y vuelo”.

SUMMARIUM 25 Una entrevista de Antón Castro en Heraldo de Aragón

 https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2024/06/03/miguel-angel-yusta-la-palabra-es-un-ser-vivo-ama-odia-acaricia-hiere-reza-o-maldice-1738782.html

 


 

martes, 20 de agosto de 2024

CURRICULUM. Poema

 




  CURRICULUM

                                    Sea cual fuere el tiempo de mi vida

                                    el curriculum deberá ser breve

                                                                (Wislawa Szymborska)


Lo escribí hace unos años

y lo repito ahora, cumplidos los ochenta

para yo mismo recordar de nuevo

y continuar así mi biografía:

Como conté ya entonces

nací por la mañana

de un olvidado invierno de posguerra.

Dicen que hacía sol y que mi madre

(pasados los cuarenta y quinto hijo)

lloraba y sonreía al mismo tiempo

preocupada tal vez por mi futuro.

Pero ya veis, amigos,

estoy aquí después de tantos años

casi llegado a puerto.

He plantado los árboles precisos,

tenido hijos y nietos

y he escrito algunos libros

por si alguna vez alguien me recuerda.

Y aquí estoy, a la espera.

Ligero de equipaje”

marcharé hacia la luz tenue del ocaso

-tranquilo y silencioso-

en la góndola llena de todos los recuerdos.

Surcaré los canales escondidos

de mi desconocido Canareggio

y llegaré sin miedo a la Laguna.

Efímera luciérnaga

navegaré en silencio por lo oscuro

y aguardaré tranquilo el resplandor

del profundo arañazo de la Dama.


Lejano de oropeles, voces, ruidos,

os diré adiós y basta.

 

(Miguel Ángel Yusta. Autorretratos poéticos, Antología , Ed. Cuadernos del laberinto 2024)


miércoles, 24 de julio de 2024

La lectura de SUMMARIUM 25 por el escritor y catedrático JUSTO SOTELO

 



Leyendo "Summarium 25", de Miguel Ángel Yusta (Zaragoza, 1944), como si estuviera en la terracita acristalada de un café de París en Saint-Germain-des-Prés, pero en la calle Princesa de mi barrio de Argüelles de Madrid, un apacible domingo por la mañana de este nuevo verano (cada cual celebra la Víspera de San Juan como más le gusta, y también recuerdo las hogueras de otros años en la playa de Martiánez del Puerto de la Cruz o de la playa de Alicante). Es una selección de su obra que nos lleva desde el año 1999 hasta la actualidad, desde un cierto aroma a Juan Ramón y Luis Cernuda de "Peregrino de ausencias" (2006), "Teoría de luz" (2007) y "Reloj de arena" (2008), pasando por la llamada poesía de la experiencia a lo Ángel González, de "Ayer fue sombra" (2010) con ese "nací por la mañana /un domingo de marzo", y libros posteriores, hasta llegar a una "poeticidad" posmoderna en "Postludio" (2022). La elegante edición que acaba de publicar Huerga y Fierro contiene un cariñoso e inteligente prólogo del poeta Félix Maraña.
 

Yusta me lleva cariñosamente de la mano por la música y el cine en su "descapotable de juguete" durante esas "noches de insomnio y fantasmas", más como pasajero de otoño que de verano por París, Roma y Grecia, siempre mirando hacia la infancia y hacia la belleza. Su discurso poético posee una forma interior cuidada y milimétrica repleta de amor, aunque también de dolor y de olvido, de memoria y de silencio, de música y de realidad. Nos dice que "más grande es el dolor cuanto más se ama", aunque si me pusiera a hablar con su "voz poética" quizá le diría que "más grande es el amor cuanto más se ama". Y lo hago porque esa "sustancia interior" a lo Welleck y Warren que siempre busco para comprobar la calidad de un poema o conjunto de poemas (mi mente todo lo ve en conjunto, para eso es también la de un científico) me da la razón en el cuarto de siglo de "poesía interior" de Miguel Ángel Yusta. Por eso ayer pensaba en las ciencias del espíritu que aprendí en la obra de Wilhelm Dilthey, con las funciones sociales del creador, la gramática, la retórica, la lógica, la estética, la ética y demás disciplinas que han surgido porque el individuo toma conciencia y reflexiona sobre su propia actividad. Todas estas ciencias tienen carácter histórico, y forman una unidad porque incluyen lo que Domínguez Caparrós llama "el análisis de la vivencia total del mundo espiritual". Y esto es lo que ha logrado, a mi entender, Miguel Ángel Yusta con este volumen de poemas o de fragmentos de su espíritu. Después de todo "París me iluminó -nos dice el poeta, y yo lo leo en un café que podría ser Flore o Le Deux Magots-, en los primeros años de sombras y me enseñó que el amor puede tener la forma de un abrazo, de una estación llena de emigrantes, de la visión de Notre Dame o del ardiente corazón de una muchacha de ojos inmensos".
 
Mientras me bebo el primer café de la mañana, tomo el libro que leí ayer hasta dos veces y busco la página 121, antes de pasar estas reflexiones a mi blog:
 
"Mogambo".
 
Tarde de cine de un domingo viejo.
Su mirada me baña en la penumbra
-intervalos de luz
vacíos de palabras-
y sus manos se aprietan a las mías
en la fila de los besos furtivos.
En la pantalla, celos y despecho,
Ava Gardner compite con la fiera
y sus pasos retumban en la sala
mientras Grace nos asombra
convertida en hermana por gracia del censor.
Nosotros nos miramos y comprendemos poco
pero tal vez Clark Gable, un hombre duro
bregado en mil batallas,
entienda más de amores pasionales
que unos adolescentes asustados.
Tardes de cine de domingos viejos
en un país dormido.
Tiempos de oscuridad y de mentiras
donde tan sólo quedan ilusiones
en los ojos amados de la fila postrera,
atentos a esa mínima ventana luminosa
hollada tantas veces
por la inicua tijera del servil.
A la salida del modesto cine
regresa lo más gris de la existencia
y me aprieto a la almohada por la noche,
añorando su cuerpo,
mientras abrazo sueños imposibles
de películas en tecnicolor".

Valentín Martín, escritor y periodista, comenta SUMMARIUM 25

 



      El libro de Yusta no es un libro más. Ni siquiera la suma de todos sus libros, aunque sea todo Yusta. Aquí está el ojo de águila y el ojo de halcón. Yusta no puede escapar a la avaricia de quienes le conocemos y lo amamos. O de quienes quieren conocerlo. O de quienes deberían conocerlo.
Porque Yusta en este libro, emocionalmente prologado por la sabiduría de Félix Maraña, está alimentando el hambre del lector con curiosidad y ganas. Un poeta nutrido y nutricional, un poeta que va más allá de sí mismo, un poeta que escribe para aterrizajes forzosos si se da la ocasión, un poeta con pausa o ráfaga, un poeta abundante y superlativo, propone aquí leer de todo. Este es el Yusta del libro.
Un libro concebido en la largura del tiempo, con las hermosas secuelas de haber sido traído con el placer de vivir el amor, el dolor, el sabor, el olor, todo lo que cabe en la vida vivida por un pirata honrado que bien podría haber sido bautizado por Labordeta en vez de Goytisolo.
Félix Maraña, que sabe leer mejor que nadie, avisa de que este libro es una película amatoria. Y claro que lo es, si Yusta, nuestro Yusta, domina esa asignatura tan humana mejor que la copla, la música lírica, la poesía, las pasiones que lo acompañan en el trajín ya apaciguado pero tan crónico como la bondad que va con él a todas partes.
La película de que habla Félix Maraña dura aquí 24 años. Suficientes para confirmar que Miguel Ángel Yusta ha hecho del amor una costumbre. Y aquí no hay the end que valga.

miércoles, 17 de julio de 2024

ROMANCES HONDOS.

 

 

Las mujeres quedan solas,

los hombres se van marchando

y en los campos y las casas

pesan la ausencia y el llanto.


Las mujeres quedan solas

porque allí falta trabajo

y aquellos bravos valientes

han de salir a buscarlo.


La ciudad, penosa y triste,

despierta de su letargo

cuando, en gris amanecida,

los hombres están llegando.

 

Van en silencio, sin prisa,

y en sus ojos, aún cansados,

de repente se adivina

el verde suave del campo.

 

(Mayusta 1967. Foto: Biblioteca Virtual Cervantes)

martes, 16 de julio de 2024

Marcela Filippi traduce mi poema "Cada día vivir"

 https://www.facebook.com/share/p/6nWy3DTkLYmNrL93/

 

CADA DÍA VIVIR
 
de/di Miguel Ángel Yusta
(trad. Marcela Filippi)
 
Cada día vivir
frente al acantilado de la duda
cuidando de no dar un paso en falso.
Vivir en genitivo
y dejar que los días y las noches
pasen en un reloj sin manecillas.
Vivir y acostumbrarse
a estar en el rincón de los esclavos
cuidando que la lluvia
no manche los espejos
donde se escribe el nombre de las cosas.
Vivir, por decir algo.
 
 
VIVERE OGNI GIORNO
 
Vivere ogni giorno
di fronte alla scogliera del dubbio
facendo attenzione a non fare un passo falso.
Vivere al genitivo
e lasciare che i giorni e le notti
trascorrano in un orologio senza lancette.
Vivere e abituarsi
a stare all'angolo degli schiavi
facendo attenzione che la pioggia
non macchi gli specchi
dove si scrive il nome delle cose.
Vivere, per dire qualcosa.
 
 
(de Summarium 25. Huega & Fierro editores)

 

jueves, 4 de julio de 2024

miércoles, 26 de junio de 2024

Justo Sotelo reseña SUMMARIUM 25

El profesor y escritor Justo Sotelo reseña en su blog SUMARIUM 25.

Pinchad el enlace:
https://sotelojusto.blogspot.com/2024/06/que-es-el-mundo-sin-amor.html 

 



martes, 7 de mayo de 2024

SUMARIUM 25. Presentación de Madrid.

 

***17 de mayo, viernes. 20 h.***
Espacio Huerga y Fierro.
C/.Sebastián Herrera 9.(<M> Embajadores).Madrid
PRESENTACIÓN
Summarium 25
(Selección de poemas 1999-2023)
Autor: Miguel Ángel Yusta
Prólogo: Félix Maraña. Escritor, poeta, periodista y amigo grande.
Presenta el acto: Charo Fierro , editora.
Doctora en Filologia, poeta y ensayista, columnista, profesora de la Universidad de Córdoba.
Acompañamiento y canciones: Antonio P. Gaitero cantautor y poeta siempre generoso ...
 
 

lunes, 4 de marzo de 2024

Manuel M.Forega reseña "20+1. Poemas"

 

 



 

En su obra "El viaje exterior. Ensayos censores V" (Pregunta, 2021), el ensayista, crítico y poeta Manuel Martínez-Forega recoge el texto de presentación del poemario "20+1. Poemas" que, íntegro, se publica a continuación.

                                                        20 + 1 POEMASi

Ortega y Gasset titula «La aparición del otro» una de las lecciones que recoge en El hombre y la gente. En algunas cuestiones vitales soy adepto a Ortega; por ejemplo, en ésta, que aborda el problema del otro ser humano frente al Yo. Y lo aborda, en efecto, como un «problema», como un conflicto. No es la primera vez que manifiesto esta circunstancia ya clásica de las exégesis críticas literarias (que, por otra parte, proceden de Nietzsche y nadie lo dice). Me refiero a ese concepto de la «otredad», de vasta difusión entre la crítica a partir de los sesenta y cuya génesis (además de Nietzsche, repito) encuentra fundamento en el Je est un autre de Rimbaud o en el más cercano Viver è ser outro de Pessoa. Prefiero yo llamarlo esquizofrenia porque, aun siendo un término metonímico, refleja mejor lo que no sólo al escritor le sucede permanentemente en su vida; no sólo al escritor, digo, sino a cualquier individuo y cualquiera que sea su tarea en la vida.

¿Y por qué este preámbulo? Pues porque no me resisto a incluir la poesía de Miguel Ángel Yusta en ese contexto esquizoidal y porque a Yusta, como poeta que es, le afecta de manera más profunda. Tampoco me resisto a hablar de una existencia otra: la que fija la etimología como ex-ister. Y es que, en efecto, existir significa propiamente «salir», «brotar», «surgir» y no lo que la arbitrariedad terminológica quiso y pudo, a lo que parece asignar allá por los años 20 del siglo XX como el modo de ser del hombre, de manera que hoy «existir» y «existencia» designan un carácter, una forma de comportarse el hombre en la sociedad. Sin embargo, es precisamente «vivir» (que es lo contrario a existir) lo que otorga carácter verdadero al ser humano. Y ese ser humano, querámoslo o no, es siempre Yo, con mayúscula; es decir, el yo que es cada cual.

He llegado hasta aquí para advertir ahora de inmediato que muy pocos tan radicalmente Yo, muy pocos tan radicalmente vivos en ese Yo como Miguel Ángel Yusta. Estos 20 + 1 ponen de manifiesto lo que digo porque representan un mosaico (corto, bien es cierto) de su recorrido por la vida extraído de once de sus títulos monográficos. Y no sólo por la vida, sino por la realidad radical que la rodea. Frente a esta radicalidad, Yusta no opondrá un yo estático, ese que proclama Descartes en su célebre autorretrato: Moi qui ne suis qu’une chose qui pense, sino que lo hará a partir del bien fundado axioma de otro galo inteligente: Nous ne pensons jamais que ce que nous pensons cache ce que nous sommes. Este «jamás pensamos que lo que pensamos oculta lo que somos» rubricado por Valéry es lo que a la postre pone en marcha todo el mecanismo revelador del Yo para mostrarse vivo frente al Otro. Y ese Otro no es sólo nosotros, receptores del desenmascaramiento del poeta en sus versos; ese Otro es también el propio poeta que sale de sí mismo (es decir, que existe de sí mismo) y se autorretrata en sus poemas, tal cual lo evidencia en ese «Quejido ronco de tambores», una silva asonantada en la que su «figura evanescente», como larva, le hace vagar sin sentido. Es ahí, en ese espagat doloroso entre lo que se es y lo que existe (lo repito: entre lo que se vive y lo que surge de súbito, aparece, o se muestra acaso como una phantasma, como diría Juan Rufo) donde tiene lugar la tensión de un Yo en conflicto. Miguel Ángel Yusta ha querido mostrarnos en este libro unas cuantas pinceladas de su vida en sus también diversas circunstancias, pero seríamos muy ingenuos si pensáramos que esta muestra es su vida misma. No, no es así porque, a pesar de que la vida sea la causa de la movilización estética, estamos hablando de literatura o, lo que es lo mismo, de un embaimiento que trata de superar lo que precisamente el vitalismo llamaba «habitualidad», lugar donde se inscribe la vida como realidad radical del cada uno de los Yoes. Para escapar y trascender esa habitualidad Miguel ángel Yusta se va a París, a su amado París, muy amado, desde luego, por cuanto, como descriptor de su fisonomía divina y humana, le dedica tres textos iconográficos, el 15 % del total de esos casi 20 poemas de amor y una copla casi desesperada. Porque, efectivamente, otra vez huye Yusta de la habitualidad enamorándose, o haciendo que el amor transite por el más allá del más acá que es su realidad habitual. Para abandonar la habitualidad Miguel Ángel Yusta echa mano de la memoria, vuelve casi al útero adoptando la posición natural del neonato; para huir de la habitualidad recoge en frasquitos esenciales la suma de las horas vividas durante su paso por el tiempo. Vemos cómo, por ejemplo, en el poema «El Sena» este prosopopéyico río «Por la noche... parece un inmenso gusano dormido» que «gira sobre sí mismo tantas veces porque quizá no quiera marcharse de París». La acentuación simétrica del soneto «Quisiera ser el amo de tu sueño» se rinde a la armonía de los corazones enamorados con una entrega incondicional, mientras que el poema «Introito» alberga ese anhelo más que rilkeano de regreso a la infancia; diríamos mejor que alberga un deseo de incisión en el plano temporal cuyo vector es naturalmente la memoria. No es el único poema que profundiza en ese asunto central de —me atrevo a decir— toda la literatura universal; «Han pasado los días» es otro texto que trata de redimir el tiempo en la actualización recordatoria de los muertos más queridos. Por fin, sí, el escepticismo desalentador del poeta herido y restañado aparece en aquella copla que citaba y que alude a este plural indefinido, pero plural mayustático: «Dicen amor y es deseo, / dicen te quiero y es nada, / dicen demasiadas veces / palabras, sólo palabras. //»

Sostuvo siempre Ortega y Gasset que la poesía es un modo del conocimiento, o, dicho con otras palabras, que lo dicho por la poesía es verdad. Así como dije al principio estar de acuerdo con Ortega en algunas cuestiones vitales, como la del conflicto del Yo frente al Otro, no lo estoy en ésta que acabo de citar. La poesía, aunque sea un modo de conocimiento, no necesariamente es verdad; más bien aspira a la verdad y, en esta aspiración, la poesía sería verosímil; es decir: un símil de la verdad, algo parecido a la verdad. Lo dicho sirve para ese lado al que Yusta también se inclina en sus versos: el lado de la reflexión descriptiva, el lado de la absorción conceptual. Pero esto no es malo, ni mucho menos. Es, sencillamente, distinto a lo ideal sin que por ello estos caracteres estéticos dejen de ser aspirantes a una verdad modélica desde el punto de vista de la poesía como fiel reflejo de la vida. Diríamos que este otro talante se adhiere a la filosofía crítica respecto a la manifestación de un desacuerdo con la vida convencional, crítica que el poeta se ve impelido a hacer de vez en cuando para que su inexorable soledad la juzgue. Así, por ejemplo, en estos versos: «Después vendrá el silencio de lo oscuro, / se perderán caminos en la noche. / Se borrará tu huella / y yo me quedaré deshabitado. / Solo. //»

El valor a veces narrativo de Miguel Ángel Yusta radica en su dominio para la creación de atmósferas, para la definición de ámbitos; posee la seguridad de quien deja en suspenso la importancia de lo conocido para trascender por medio de sus versos este límite y alcanzar lo que ha de conocerse, lo que nos es dado conocer. Cualquier otro camino que pudiera tomarse, indicador consciente del fracaso, conduciría a la neurosis. La palabra de Yusta no es neurótica; la palabra de Yusta no es oblicua, sino que ha calculado la trascendencia de su gesto hasta hacerse cargo (porque su verbo fue primero humano) de que su prosecución poética debía señalarnos aquel límite: lo que nos es dado conocer. Nosotros, lectores, desde ese mismo momento sabemos que es así y, además de constatarlo, admiramos que así sea.

¿Y qué es lo que evidencia ese gesto? Pues lo que sucede a veces —sólo a veces—: la naturaleza se sirve de un mediador: lo elige de entre muchos con rigurosos criterios de selección para rendirle pleitesía mediante el tamiz del ser; es decir, a través de aquello que constituye la esencialidad de la mirada que se echa sobre lo que se mira y cuyo relato reúne los factores que determinan su hermosura: la emoción distintiva, la resolución diversa de una misma realidad para trascenderla, algo, en fin, que une muy íntimamente a Yusta con su poesía: la lírica que se presenta en imagen bien definida y halla marco precioso en su palabra. Leamos: «Una gota traza un suave camino, / sin contacto posible, hacia mi mano. / Mis dedos han dejado / que se convierta en luz. //» Y también: «Existe un mar sin brumas ni tinieblas, / vacío de memoria, /donde las olas cantan el olvido. //»

Es verdad que en los pocos textos de esta antología apenas puede vislumbrarse una vida atendida por la palabra y, en consecuencia, la recomendación que, como censor hoy aquí, me permito hacer es que su diversidad morfológica presenta sólo registros formales; sin embargo, difumina el carácter, el hondo arriate del que la poesía de Yusta se sirve para caminar por los corazones como lo hace la lluvia cuando se precipita en los hontanares. Disponemos con ello de un perfil grueso, pero se nos hurtan las sutilezas de los rasgos definidores de su belleza.

Toda la hermosura de la poesía de Miguel Ángel Yusta hay que conocerla a través de aquellos títulos de donde se ha extraído éste de hoy y yo, como lector de su Ayer fue sombra, de El camino de tu nombre, de Amar y callar, de Silencio y luz y otros tantos, quiero constatarlo.

Recibí de un amigo el miércoles pasado un libro de poemas titulado El arte de los sueños. Y «todo el mundo sabe —nos advertía Gérard de Nerval— que en los sueños nunca se ve el sol». «En las horas de las largas noches / durmió el poema hasta llegar la aurora», nos dice Yusta; y en otro poema, refiriéndose a sus obras incompletas, añade que «esperan algún día la luz renovadora, la magia que las toque y las despierte».

Concluiré con Antonio Machado: «Tras el vivir y el soñar, / está lo que más importa: / despertar.»

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i Texto de presentación de 20 + 1 poemas (Toledo, Lastura, 2013) de Miguel Ángel Yusta (Zaragoza, fórum de la FNAC, 21 de febrero de 2014).

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