A mi padre. 1899-1979
Han pasado los años
y aquella primavera no retorna.
Tú contemplas el mundo desde el fondo
de tus muros abiertos hacia el cielo.
Han pasado los años
y la desesperanza se sosiega.
La luz proporcionada del crepúsculo
se prende de alfileres en las ruinas
de una ciudad sin luces.
Dijiste adios y basta.
Mas sin marchar del todo me posees
en un espacio temporal y cierto
que comparto cogido de tu mano,
suave y senil, en mi lejana infancia.
Camino en soledad
portador de tibios pensamientos
donde moran las huellas de tu paso
pausado y silencioso.
Y escucho desvelado tu presencia,
el tibio martilleo denso y duro
de un corazón despierto eternamente
que cuida mi camino cada día.
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