MAYUSTA
PASAJERO DE OTOÑO. Blog de poesía, fotografía y diversos fragmentos de la memoria.
Datos personales
- Miguel Ángel Yusta.
- Fotos de portada:Columna Villarroya 2010. Maica Rivera 2018. Todos los contenidos registrados.
martes, 15 de octubre de 2024
REVISTA TURIA RECOMIENDA SUMMARIUM 25
martes, 1 de octubre de 2024
SUMMARIUM 25. Prólogo de Félix Maraña.
domingo, 1 de septiembre de 2024
A propósito de "De silencio y luz"
Una entrevista de Antón Castro para Heraldo de Aragón:
La recordamos como homenaje a ROSENDO TELLO, el gran poeta y amigo fallecido reientemente
Yusta: "Sin amor no es posible la vida"
El poeta Miguel Ángel Yusta publica De silencio y luz (Lastura, 2015).
Miguel Ángel Yusta publica un nuevo
poemario: De silencio y luz (Lastura), un libro en cuatro tiempos con
el amor como tema esencial. El poeta, especialista en ópera y en coplas
de jotas y colaborador asiduo de HERALDO, explica las claves del
volumen.
-De silencio y luz lleva una frase inquietante: Para que no puedan matarme de nuevo. ¿A qué se refiere? ¿Quién le ha matado, quién ha matado al poeta?
La
vida, sus avatares, nos mata en algunos sentidos muchas veces; lo que
pasa es que resucitamos, nos ponemos de pie de nuevo y reanudamos el
camino. La fuerza interior, los valores y el afán de sobrevivir nos
mueven a ello: revivir, reinventarse y caminar, siempre caminar. Al
poeta, por otra parte, pueden matarle muchas cosas que no le gustan de
nuestra sociedad; por ello la poesía ha de ser, también, contrapeso de
sensibilidad y belleza o, claro está, arma de lucha, crítica y
testimonio, para mejorar el mundo que nos rodea.
Joaquín
es un gran amigo y un maestro, pero por eso mismo y porque conozco su
manera de ser, sé que no es proclive en sus palabras al elogio ni a la
crítica gratuitos. Si esa es su opinión, a mí me llena de satisfacción
por venir de alguien que sabe, dada su cualidad de profesor y escritor,
de qué está hablando...
-Sánchez
Vallés explica el sentido del título: viene a decir que los amantes
hallan el placer o el gozo en silencio y que la luz es la consumación de
su amor. ¿Lo pensó así o querría matizar algo más?
Estoy
totalmente de acuerdo en esa apreciación. Es útil el silencio: lejos
del griterío y el bullicio se degustan más los placeres del amor. La luz
es símbolo de plenitud aunque a veces, para que llegue, ha de
transcurrir una larga noche. Pero siempre amanece y se hace la luz.
-¿Por qué se escribe tanto y tanto de amor?
El
amor es un tema eterno del hombre, una cuestión que ha de plantear y
resolver cada día, cada hora. Sin amor no es posible la vida. La poesía
lírica descubre los entresijos del alma, hace el mundo más habitable y
bello. El poeta dice: Mirad mi amor, que también es mi sufrimiento, mi
grito ante la injusticia o mi deseo de paz. El amor lo contiene todo.
Ya lo dijo el Fénix de los Ingenios: Quien lo probó, lo sabe.
-¿Quiere ser De silencio y luz un poemario de la plenitud?
Claro
que no; es un paso más en el camino que recorremos y donde en cada
momento podemos encontrar la necesidad de decir algo, de comunicarnos...
o de guardar prudente silencio.
-¿Estaría
de acuerdo que este es un libro feliz, un libro del cuerpo, de los
gestos habituales de la pasión: el beso, la caricia, el abrazo, el
coito?
En
el camino que recorre el poemario hay estancias felices, otras luminosas
o sombrías... Hay reflexión, melancólica evocación y, claro, con
lenguaje poético, referencias al lenguaje físico del amor, no al
genitalismo, que es bien distinto.
-¿Existe una estación más propicia del amor que otras? Lo digo porque todas andan por el libro con especial significado.
Aunque
suene a tópico, se dice siempre que, por estas latitudes, la primavera
es la estación idónea para el amor. No obstante, las estaciones son
imágenes y, depende del momento en que se escribe o que provoca un
poema, la imagen estacional es una u otra, lo que hace de ellas uno
más de los recursos expresivos del verso.
-¿Qué vínculo existe para usted entre el amor y la noche?
En
sentido poético, La noche está en íntima relación con el silencio, al
hilo del título. Por otra parte yo, particularmente, soy un noctámbulo.
Me gusta la noche, con su halo de silencio y misterio, para escribir,
para vivir, para beber y, claro, para amar y hacer el amor.
-¿Y entre la música y el amor?
La
poesía y la música están íntimamente relacionadas. El lenguaje poético
es música, ritmo y cadencia. En el amor también tiene una importancia
fundamental la música, cierta música. Nos acompaña, nos trae recuerdos y
vivencias y enriquece el lenguaje amoroso.
-¿Qué le debe la disposición del libro a una partitura, a una pieza musical?
La
mayoría de las obras musicales -óperas, sinfonías- tienen una estrecha
relación con historias de amor, ya se representen cantadas o se
describan musicalmente. He organizado el libro en cuatro tiempos, como
una sinfonía, con tres intermezzos donde se incluyen ligeros
micropoemas y que marcan, como los intermedios o pausas de acto en
música, pequeños paréntesis o intervalos para diferenciar los diversos
estadios de la obra.
-Dice: No me digas jamás que no me amas. ¿Se lo han dicho mucho?
El
final del amor es una real posibilidad y en cualquier caso es una
ruptura, bien porque se acaba el amor entrambos o porque uno de los
amantes decide que ya no ama. Lo ideal sería que jamás terminase el
amor, que jamás hubiera que decir ya no te amo, pero...
-¿En qué consiste sangrar desolación?
Es
una imagen poética. Creo que muestra de manera eficaz el desamparo, el
dolor e incluso la angustia de quien se siente abandonado por el amor.
-¿Cómo nacen sus imágenes?
Surgen
en el poema. Cuando se quiere expresar en lenguaje poético hay que
trabajarlo y hacerlo así, si no no habría poesía sino un lenguaje
prosaico muy válido, desde luego, pero alejado de la excelencia que ha
de perseguirse e intentarse en poesía, con imágenes, figuras, emoción,
ritmo, musicalidad... La poesía es, decía la recordada Ana María
Navales, la más difícil y laboriosa manera de escribir.
-¿Qué le pide a la poesía?
Que
me acompañe hasta el día final de mi camino, hasta la llegada, y que
pueda transmitir, con honestidad y trabajo, sensaciones que el lector
sienta como suyas. Que a veces levante la vista del libro y quede,
pensativo, mirando a lo lejos, saboreando el poema, meditándolo.
-¿Por qué ha elegido a Rosendo Tello para que presentase tu libro?
Rosendo
Tello es actualmente el patriarca de las letras aragonesas y reconocido
poeta y ensayista. No tiene hoy enfermedad alguna, sino las secuelas de
un accidente cerebral vascular que no le impiden seguir en plena
capacidad intelectual, aunque sí expresarse oralmente y escribir con sus
manos. Para ello tiene voces y manos familiares y amigas -un recuerdo
especial para su esposa Maribel, su voz- que sustituyen esas carencias.
Escribe, publica y, como tantas otras personas con alguna discapacidad
física, debe ser considerado en sus capacidades intelectuales (que le
definen y desarrolla con normalidad) e invitado a cuantos actos desee
participar. El que haya aceptado presentar mi libro es para mí un
orgullo y ese momento constituye, principalmente, un acto de amistad y
homenaje al amigo, al poeta y al maestro.
FICHA
De silencio y luz. Miguel Ángel Yusta. Prólogo de Joaquín Sánchez Vallés. Madrid, 2015. 78 páginas. [Esta tarde, a las 19.30, presentación en la FNAC en compañía de la editora Lidia López Miguel y el poeta y profesor Rosendo Tello Aína.]
viernes, 23 de agosto de 2024
SUMMARIUM 25. Entrevista de Antón Castro para HERALDO DE ARAGÓN.
Miguel Ángel Yusta: "La palabra es un ser vivo: ama, odia, acaricia, hiere, reza o maldice..."
El poeta, experto en jota y ópera, ordena cronológicamente sus mejores poemas en un libro, 'Summarium-25', que publica Huerga & FierrNOTICIA
Primera impresión: ¿qué ha pensado al ver, releer y repasar este ‘Summarium 25’, tan bellamente editado por Huerga & Fierro? ¿Qué diría que ha hecho Miguel Ángel Yusta en la lírica?
Hace unos años que los editores (Antonio Huerga y Charo Fierro) me propusieron este trabajo, pero la pandemia y mi proverbial pereza lo fue retrasando. Luego me percaté de que sería bueno seleccionar unos poemas de algunas de mis publicaciones preferidas de los 25 años últimos. Me puse a ello a principios del 2024 y ajusté el título: un sumario-resumen de 25 años, donde el lector puede tener una idea de mi trayectoria en este cuarto de siglo. El resultado es ese título que, además, rinde implícitamente homenaje a uno de los poetas aragoneses para mí más importantes, Miguel Labordeta, y a una de sus obras más emblemáticas: ‘Sumido 25’. He ordenado el libro de forma cronológica.
El primer poema del libro es ya un canto a la palabra. ¿Qué es la palabra para un poeta, cómo la define, la acota y la siente? Ángel Guinda decía que la palabra es un ser vivo.
La palabra, en poesía, según define acertadamente la RAE es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético. Claro que la palabra es, también, un arma poderosa y un vehículo de expresión absoluto. La palabra, como decía nuestro querido Ángel Guinda, es un ser vivo, y por ello ama, odia, acaricia, hiere, reza o maldice...
Siempre le ha gustado lo clásico: desde un soneto a una copla o a una estrofa bien medida y rimada en asonante. ¿Cuál es su deuda con el clasicismo?
Creo firmemente que no se puede escribir buena poesía sin pasar por el necesario conocimiento de las reglas clásicas; la poesía es música, ritmo, y ello se adquiere con ese necesario aprendizaje. Por ejemplo, grandes pintores como Dalí o Picasso, por citar dos muy conocidos, trabajaron el dibujo y el clasicismo formal en sus primeras obras hasta que, adquirido ese conocimiento, derivaron y descubrieron sus propios y maravillosos estilos. No empezaron por la abstracción y el cubismo. En poesía, que es un arte, el verso libre es de los más difíciles de llevar a cabo correctamente si no se han manejado antes las formas canónicas. Muchas veces se empieza la casa por el tejado y pasa que no tenemos los resultados deseados...
Uno de los poemas claves es uno de 1979 dedicado a tu padre. ¿Cómo se escribe una elegía?
Como expresión de sentimientos, la poesía es un instrumento muy capaz, también, de expresar dolor de forma bella y serena como lo es la música y muy buenos ejemplos están en la mente de todos. La forma de poema enriquece esa expresión que, al mismo tiempo, es homenaje a quien se dedica, en este caso a un padre.
Hay un epígrafe extenso que se titula ‘Zaragoza mía’. ¿Cómo ha vivido la ciudad, cómo se ha ido sedimentado en su memoria y en su imaginación de poeta?
‘Zaragoza mía’ es un trabajo de hace muchos años, pero que se publicó a principio del milenio. Es un homenaje a la Zaragoza de mi niñez y juventud, con sus luces y sombras, placeres y sinsabores, pero con la suave nostalgia del recuerdo de una ciudad en la que nacimos crecimos, vivimos, amamos y sufrimos y de un tiempo que, a pesar de todo, era menos complicado que el presente...
Uno de los temas capitales, constantes, que más poemas le ha dictado es el amor. ¿Qué ha sido: hontanar de emoción y belleza, arsenal de dolor, melancolía incesante, sed de lujuria…? Lo digo porque de todo hay.
El amor, no lo voy a descubrir yo, es el motor del mundo y del hombre que lo habita. No es una autopista cómoda, sino un camino a veces oscuro, tortuoso, lleno de recodos y baches y otras veces luminoso y diáfano. Pero eso mismo lo engrandece. Se puede caminar cómodo y descuidado o se puede tener un inmenso placer o sufrir en cada paso. En cualquier caso es aconsejable ir bien equipado y con el calzado adecuado. Es la esencia de la vida y parangonando al gran Lope, quien ‘no’ lo probó, ‘no’ lo sabe...
¿Qué habría sido de usted sin el cine y París?
Mi época (viví treinta y cinco años de dictadura) tuvo una infancia y juventud peculiares y, sin duda, muy lejos del nivel europeo de la época en todos los sentidos (música, literatura, cine...).Yo tuve la fortuna de, por razones familiares, poder pasar muy largas temporadas en el París de los últimos años cincuenta y sesenta y aquello me despertó a la vida. Lo cuento en algunos de mis libros: la cultura abierta, las relaciones familiares y sociales, los libros, el cine tan pujante de la época… Todo lo que en España estaba vedado, era consumido con avidez por aquel chaval y adolescente aprendiz de la vida. Fue esencial y así consta.
¿Qué tiene París que no ha encontrado en ningún lugar o es que el poeta, ‘per se’, es un eterno fugitivo?
Soy un viajero empedernido porque creo que es la mejor escuela de vida. La edad me ha ido dejando ya en puerto, pero quedan recuerdos bellísimos que forman el acervo importante de mi existencia: conocimiento de otras culturas, gentes con diferentes mentalidades y formas de vida y el denominador común y fundamental de la curiosidad por saber. El poeta no es ‘per se’ un fugitivo sino que recrea mundos en su interior que pueden ser retazos de viajes, lecturas o experiencias vitales varias. Es cierto que tendemos a modificar la realidad, pero a eso se le llama 'creación' y es propio de los escritores, poetas y artistas que ficcionan o recrean su realidad y la transmiten en su obra.
¿Qué le ha marcado más: la ópera o la jota?
Son dos cosas distintas. Podríamos hablar durante horas de las dos; de cómo el corazón me saltaba de chico cuando mi padre me llevaba a la ronda, de cómo he escrito casi dos mil cantas, muchas publicadas en HERALDO, pero también de cómo no puedo evitar las lágrimas emocionadas ante la belleza absoluta de una obra maestra de Wagner, Verdi, Puccini o tantos grandes autores de diferentes épocas. Afortunadamente hasta ahora (y son casi sesenta años) he visto y escuchado cientos de óperas y los últimos veinte alrededor de cincuenta al año, incluyendo maravillosas zarzuelas, ese género nuestro, genuino y que muchas nuevas generaciones, aturdidas por el sistema, casi desconocen. Como tantas otras cosas... Repito que soy un afortunado porque la ópera es como una 'medicina' maravillosa, adictiva, que te transporta a estados fabulosos y cuando traspasas el escenario y conoces ese mundo en su plenitud y encuentras la vocación, el trabajo serio, abnegado y solvente, de sus protagonistas -que son muchos, además de los cantantes y músicos- disfrutas de un placer tan especial que no se puede comparar con casi nada.
¿Qué le han dado los haikus?
El haiku en nuestra cultura occidental es un experimento de estrofa breve con sabor exótico y como tal, tentación para algún poeta, aunque nunca comparable – en las versiones 'occidentales'- a la fuerza y belleza de las tradicionales estrofas nuestras, que son la base de la poesía tanto culta como popular, y constituyen un inmenso acervo que nos significa en el mundo. A mí me picó la curiosidad en su día y como resultado salió un libro 'Pavesas' de hace muchos años.
Cierre el libro, mire la contraportada y piense, piense un poco. ¿De qué se siente especialmente orgulloso?
Creo que no hay orgullo en mi creación poética sino satisfacción moderada con la que intento no agobiar personalmente ni en Redes Sociales. La escritura poética es, para mí, un ejercicio en soledad con el que busco plasmar sentimientos y sensaciones en lenguaje poético y que el lector las sienta como si le hablase al oído. Cada lector interpreta un poema distinto aunque lea el mismo y esa comunión, autor-lector es íntima y personal. Se dice que leemos para que nos quieran. Y es bien cierto.
Elíjanos dos coplas y dos haikus…
Primero es preciso explicar que la copla es una bellísima estrofa cultivada desde los albores de la literatura española, tanto por escritores famosos como por anónimos autores populares. No confundir con la ‘copla canción’, denominación aplicada a la canción española a partir de un espectáculo musical folclórico estrenado en los años veinte del pasado siglo, concretamente en el Teatro Pavón el 22 de enero de 1928 y que se tituló ‘La copla andaluza’, pasando la palabra ‘copla’ a denominar ambas composiciones, generando la natural confusión, perjudicial para ambas.
Háganos una pequeña historia del haiku.
El haiku es una estrofa japonesa que se ha adaptado al castellano formándose con tres versos de cinco, siete y cinco sílabas (caso que se da también en la coda de la seguidilla o bordón) con libertad de rima y reglas específicas, pero que nada tiene que ver en esencia con la cultura occidental. Curiosamente ha proliferado entre determinados sectores poéticos, aunque la fuerza poética y expresiva de la soleá, seguidilla y copla no tiene parangón y se tiende a volver a las formas tradicionales.
Gracias por la lección. Ha escrito mucho de todo ello en algunas monografías. Vayamos con su elección...
Dos coplas: “Para decir que me quieres / mírame antes a los ojos / verás cómo no hacen falta / palabras entre nosotros”. Y esta: “Te acercaste hasta mi vida / grabando tu nombre en ella, / ahora que ya te has marchado / tu nombre es herida abierta”. Las dos ‘pavesas’ que selecciono son: “Entre el ramaje / tibio estremecimiento / de viento y sol”. Y “Canto de pájaros / clausura de la tarde / cortina y vuelo”.
martes, 20 de agosto de 2024
CURRICULUM. Poema
CURRICULUM
Sea cual fuere el tiempo de mi vida
el curriculum deberá ser breve
(Wislawa Szymborska)
Lo escribí hace unos años
y lo repito ahora, cumplidos los ochenta
para yo mismo recordar de nuevo
y continuar así mi biografía:
Como conté ya entonces
nací por la mañana
de un olvidado invierno de posguerra.
Dicen que hacía sol y que mi madre
(pasados los cuarenta y quinto hijo)
lloraba y sonreía al mismo tiempo
preocupada tal vez por mi futuro.
Pero ya veis, amigos,
estoy aquí después de tantos años
casi llegado a puerto.
He plantado los árboles precisos,
tenido hijos y nietos
y he escrito algunos libros
por si alguna vez alguien me recuerda.
Y aquí estoy, a la espera.
“Ligero de equipaje”
marcharé hacia la luz tenue del ocaso
-tranquilo y silencioso-
en la góndola llena de todos los recuerdos.
Surcaré los canales escondidos
de mi desconocido Canareggio
y llegaré sin miedo a la Laguna.
Efímera luciérnaga
navegaré en silencio por lo oscuro
y aguardaré tranquilo el resplandor
del profundo arañazo de la Dama.
Lejano de oropeles, voces, ruidos,
(Miguel Ángel Yusta. Autorretratos poéticos, Antología , Ed. Cuadernos del laberinto 2024)
lunes, 29 de julio de 2024
miércoles, 24 de julio de 2024
La lectura de SUMMARIUM 25 por el escritor y catedrático JUSTO SOTELO
Valentín Martín, escritor y periodista, comenta SUMMARIUM 25
lunes, 22 de julio de 2024
miércoles, 17 de julio de 2024
ROMANCES HONDOS.
Las mujeres quedan solas,
los hombres se van marchando
y en los campos y las casas
pesan la ausencia y el llanto.
Las mujeres quedan solas
porque allí falta trabajo
y aquellos bravos valientes
han de salir a buscarlo.
La ciudad, penosa y triste,
despierta de su letargo
cuando, en gris amanecida,
los hombres están llegando.
Van en silencio, sin prisa,
y en sus ojos, aún cansados,
de repente se adivina
el verde suave del campo.
(Mayusta 1967. Foto: Biblioteca Virtual Cervantes)
martes, 16 de julio de 2024
Marcela Filippi traduce mi poema "Cada día vivir"
https://www.facebook.com/share/p/6nWy3DTkLYmNrL93/
jueves, 4 de julio de 2024
RECITAL DE POEMAS a cargo de ENRIQUE GRACIA TRINIDAD Y SOLEDAD SERRANO FABRE. COSLADA 29 DE JUNIO DE 2024
En estos tres enlaces está el recital completo.
Duración total: 20'
1 https://www.youtube.com/watch?v=nGrgmFul2KQ
2 https://www.youtube.com/watch?v=ZSHuS-soF3M
3 https://www.youtube.com/watch?v=LV_eckaYvCY
miércoles, 26 de junio de 2024
Justo Sotelo reseña SUMMARIUM 25
El profesor y escritor Justo Sotelo reseña en su blog SUMARIUM 25.
Pinchad el enlace:
https://sotelojusto.blogspot.com/2024/06/que-es-el-mundo-sin-amor.html
martes, 7 de mayo de 2024
SUMARIUM 25. Presentación de Madrid.
lunes, 4 de marzo de 2024
Manuel M.Forega reseña "20+1. Poemas"
En su obra "El viaje exterior. Ensayos censores V" (Pregunta, 2021),
el ensayista, crítico y poeta Manuel Martínez-Forega recoge el texto de
presentación del poemario "20+1. Poemas" que, íntegro, se publica a
continuación.
20 + 1 POEMASi
Ortega y Gasset titula «La aparición del otro» una de las lecciones que recoge en El hombre y la gente. En algunas cuestiones vitales soy adepto a Ortega; por ejemplo, en ésta, que aborda el problema del otro ser humano frente al Yo. Y lo aborda, en efecto, como un «problema», como un conflicto. No es la primera vez que manifiesto esta circunstancia ya clásica de las exégesis críticas literarias (que, por otra parte, proceden de Nietzsche y nadie lo dice). Me refiero a ese concepto de la «otredad», de vasta difusión entre la crítica a partir de los sesenta y cuya génesis (además de Nietzsche, repito) encuentra fundamento en el Je est un autre de Rimbaud o en el más cercano Viver è ser outro de Pessoa. Prefiero yo llamarlo esquizofrenia porque, aun siendo un término metonímico, refleja mejor lo que no sólo al escritor le sucede permanentemente en su vida; no sólo al escritor, digo, sino a cualquier individuo y cualquiera que sea su tarea en la vida.
¿Y por qué este preámbulo? Pues porque no me resisto a incluir la poesía de Miguel Ángel Yusta en ese contexto esquizoidal y porque a Yusta, como poeta que es, le afecta de manera más profunda. Tampoco me resisto a hablar de una existencia otra: la que fija la etimología como ex-ister. Y es que, en efecto, existir significa propiamente «salir», «brotar», «surgir» y no lo que la arbitrariedad terminológica quiso —y pudo, a lo que parece— asignar allá por los años 20 del siglo XX como el modo de ser del hombre, de manera que hoy «existir» y «existencia» designan un carácter, una forma de comportarse el hombre en la sociedad. Sin embargo, es precisamente «vivir» (que es lo contrario a existir) lo que otorga carácter verdadero al ser humano. Y ese ser humano, querámoslo o no, es siempre Yo, con mayúscula; es decir, el yo que es cada cual.
He llegado hasta aquí para advertir ahora de inmediato que muy pocos tan radicalmente Yo, muy pocos tan radicalmente vivos en ese Yo como Miguel Ángel Yusta. Estos 20 + 1 ponen de manifiesto lo que digo porque representan un mosaico (corto, bien es cierto) de su recorrido por la vida extraído de once de sus títulos monográficos. Y no sólo por la vida, sino por la realidad radical que la rodea. Frente a esta radicalidad, Yusta no opondrá un yo estático, ese que proclama Descartes en su célebre autorretrato: Moi qui ne suis qu’une chose qui pense, sino que lo hará a partir del bien fundado axioma de otro galo inteligente: Nous ne pensons jamais que ce que nous pensons cache ce que nous sommes. Este «jamás pensamos que lo que pensamos oculta lo que somos» rubricado por Valéry es lo que a la postre pone en marcha todo el mecanismo revelador del Yo para mostrarse vivo frente al Otro. Y ese Otro no es sólo nosotros, receptores del desenmascaramiento del poeta en sus versos; ese Otro es también el propio poeta que sale de sí mismo (es decir, que existe de sí mismo) y se autorretrata en sus poemas, tal cual lo evidencia en ese «Quejido ronco de tambores», una silva asonantada en la que su «figura evanescente», como larva, le hace vagar sin sentido. Es ahí, en ese espagat doloroso entre lo que se es y lo que existe (lo repito: entre lo que se vive y lo que surge de súbito, aparece, o se muestra acaso como una phantasma, como diría Juan Rufo) donde tiene lugar la tensión de un Yo en conflicto. Miguel Ángel Yusta ha querido mostrarnos en este libro unas cuantas pinceladas de su vida en sus también diversas circunstancias, pero seríamos muy ingenuos si pensáramos que esta muestra es su vida misma. No, no es así porque, a pesar de que la vida sea la causa de la movilización estética, estamos hablando de literatura o, lo que es lo mismo, de un embaimiento que trata de superar lo que precisamente el vitalismo llamaba «habitualidad», lugar donde se inscribe la vida como realidad radical del cada uno de los Yoes. Para escapar y trascender esa habitualidad Miguel ángel Yusta se va a París, a su amado París, muy amado, desde luego, por cuanto, como descriptor de su fisonomía divina y humana, le dedica tres textos iconográficos, el 15 % del total de esos casi 20 poemas de amor y una copla casi desesperada. Porque, efectivamente, otra vez huye Yusta de la habitualidad enamorándose, o haciendo que el amor transite por el más allá del más acá que es su realidad habitual. Para abandonar la habitualidad Miguel Ángel Yusta echa mano de la memoria, vuelve casi al útero adoptando la posición natural del neonato; para huir de la habitualidad recoge en frasquitos esenciales la suma de las horas vividas durante su paso por el tiempo. Vemos cómo, por ejemplo, en el poema «El Sena» este prosopopéyico río «Por la noche... parece un inmenso gusano dormido» que «gira sobre sí mismo tantas veces porque quizá no quiera marcharse de París». La acentuación simétrica del soneto «Quisiera ser el amo de tu sueño» se rinde a la armonía de los corazones enamorados con una entrega incondicional, mientras que el poema «Introito» alberga ese anhelo más que rilkeano de regreso a la infancia; diríamos mejor que alberga un deseo de incisión en el plano temporal cuyo vector es naturalmente la memoria. No es el único poema que profundiza en ese asunto central de —me atrevo a decir— toda la literatura universal; «Han pasado los días» es otro texto que trata de redimir el tiempo en la actualización recordatoria de los muertos más queridos. Por fin, sí, el escepticismo desalentador del poeta herido y restañado aparece en aquella copla que citaba y que alude a este plural indefinido, pero plural mayustático: «Dicen amor y es deseo, / dicen te quiero y es nada, / dicen demasiadas veces / palabras, sólo palabras. //»
Sostuvo siempre Ortega y Gasset que la poesía es un modo del conocimiento, o, dicho con otras palabras, que lo dicho por la poesía es verdad. Así como dije al principio estar de acuerdo con Ortega en algunas cuestiones vitales, como la del conflicto del Yo frente al Otro, no lo estoy en ésta que acabo de citar. La poesía, aunque sea un modo de conocimiento, no necesariamente es verdad; más bien aspira a la verdad y, en esta aspiración, la poesía sería verosímil; es decir: un símil de la verdad, algo parecido a la verdad. Lo dicho sirve para ese lado al que Yusta también se inclina en sus versos: el lado de la reflexión descriptiva, el lado de la absorción conceptual. Pero esto no es malo, ni mucho menos. Es, sencillamente, distinto a lo ideal sin que por ello estos caracteres estéticos dejen de ser aspirantes a una verdad modélica desde el punto de vista de la poesía como fiel reflejo de la vida. Diríamos que este otro talante se adhiere a la filosofía crítica respecto a la manifestación de un desacuerdo con la vida convencional, crítica que el poeta se ve impelido a hacer de vez en cuando para que su inexorable soledad la juzgue. Así, por ejemplo, en estos versos: «Después vendrá el silencio de lo oscuro, / se perderán caminos en la noche. / Se borrará tu huella / y yo me quedaré deshabitado. / Solo. //»
El valor a veces narrativo de Miguel Ángel Yusta radica en su dominio para la creación de atmósferas, para la definición de ámbitos; posee la seguridad de quien deja en suspenso la importancia de lo conocido para trascender por medio de sus versos este límite y alcanzar lo que ha de conocerse, lo que nos es dado conocer. Cualquier otro camino que pudiera tomarse, indicador consciente del fracaso, conduciría a la neurosis. La palabra de Yusta no es neurótica; la palabra de Yusta no es oblicua, sino que ha calculado la trascendencia de su gesto hasta hacerse cargo (porque su verbo fue primero humano) de que su prosecución poética debía señalarnos aquel límite: lo que nos es dado conocer. Nosotros, lectores, desde ese mismo momento sabemos que es así y, además de constatarlo, admiramos que así sea.
¿Y qué es lo que evidencia ese gesto? Pues lo que sucede a veces —sólo a veces—: la naturaleza se sirve de un mediador: lo elige de entre muchos con rigurosos criterios de selección para rendirle pleitesía mediante el tamiz del ser; es decir, a través de aquello que constituye la esencialidad de la mirada que se echa sobre lo que se mira y cuyo relato reúne los factores que determinan su hermosura: la emoción distintiva, la resolución diversa de una misma realidad para trascenderla, algo, en fin, que une muy íntimamente a Yusta con su poesía: la lírica que se presenta en imagen bien definida y halla marco precioso en su palabra. Leamos: «Una gota traza un suave camino, / sin contacto posible, hacia mi mano. / Mis dedos han dejado / que se convierta en luz. //» Y también: «Existe un mar sin brumas ni tinieblas, / vacío de memoria, /donde las olas cantan el olvido. //»
Es verdad que en los pocos textos de esta antología apenas puede vislumbrarse una vida atendida por la palabra y, en consecuencia, la recomendación que, como censor hoy aquí, me permito hacer es que su diversidad morfológica presenta sólo registros formales; sin embargo, difumina el carácter, el hondo arriate del que la poesía de Yusta se sirve para caminar por los corazones como lo hace la lluvia cuando se precipita en los hontanares. Disponemos con ello de un perfil grueso, pero se nos hurtan las sutilezas de los rasgos definidores de su belleza.
Toda la hermosura de la poesía de Miguel Ángel Yusta hay que conocerla a través de aquellos títulos de donde se ha extraído éste de hoy y yo, como lector de su Ayer fue sombra, de El camino de tu nombre, de Amar y callar, de Silencio y luz y otros tantos, quiero constatarlo.
Recibí de un amigo el miércoles pasado un libro de poemas titulado El arte de los sueños. Y «todo el mundo sabe —nos advertía Gérard de Nerval— que en los sueños nunca se ve el sol». «En las horas de las largas noches / durmió el poema hasta llegar la aurora», nos dice Yusta; y en otro poema, refiriéndose a sus obras incompletas, añade que «esperan algún día la luz renovadora, la magia que las toque y las despierte».
Concluiré con Antonio Machado: «Tras el vivir y el soñar, / está lo que más importa: / despertar.»
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