Corríamos felices por la Vía del Corso
por llegar al hotel y al paraíso
antes de que la noche nos cercase.
Éramos ilusión y cuerpos encendidos
y era Roma, la gran y hermosa estancia
donde nos encontramos el presente
que borraba el recuerdo de las huellas
perdidas en la tierra del olvido.
Retomaba tu piel el color de los soles,
revivía ese mar de tu mirada.
Se fundían los cuerpos y volaban las almas.
Estábamos seguros
de cambiar el destino en una noche
donde brillaban todas las estrellas.
Y encontramos al fin la solución
del teorema total de nuestras vidas
(c)Mayusta. Roma.
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