Belchite es nuestra sangre.
Este pueblo nos corre por las venas.
Hace tiempo llenaban los sentidos
de las viejas cocinas los olores
a trabajo y sudor honesto y digno,
las voces de sus gentes
curtidas por el sol
en los surcos abiertos a la tierra.
Hoy todo está enterrado.
La guerra necia y cruel y la barbarie
llenó de sangre páginas en blanco.
En estas ruinas tristes
hay nostalgia de niños que corrían
por calles olvidadas
con sus viejos balcones
en las nobles paredes
de las antiguas casas que luchaban
por redimir el tiempo.
Los jóvenes jugaban con pelotas de trapo
sin saber de fusiles ni cañones.
Pero llegó una guerra, inútil guerra.
Los bueyes asustados destriparon los sueños.
Mataron y murieron
mientras enmudecían esas calles.
Hoy venimos a verte,
después de tantos años,
a curar tus heridas
y besar con palabras
de tus piedras tan nobles los fragmentos.
Jamás olvidaremos
a las gentes que un día procuraron,
aun muriendo olvidadas,
legarnos libertad.
(Mayusta)

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