Notre Dame
Me
asombran siempre sus piedras ordenadas,
santos
ordenados, reverentes y fríos.
¿Santos?
Serían cenizas olvidadas sin esos hombres buenos
que
confiaron su arte al poderoso.
Sustento
por tranquila subsistencia.
Alojamiento
por torrentes de luz.
Aún
existían el cielo y el infierno para poder pagar y administrar.
Y
el Orden Divino, y todas esas cosas que compraron la eternidad.
De
las gárgolas caen cada segundo signos de admiración,
inmensos,
luminosos signos de admiración.
Y
el sol enciende cada tarde un altar junto al Sena
rendido
al esfuerzo del hombre para ser inmortal.
M.A.Yusta.
Pasajero de otoño. Huerga&Fierro 2018
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