Gloria a los que viven en las alturas
sin mirar hacia abajo, para no ver a los desheredados.
A los ricos de nacimiento,
a los tontos de nacimiento,
a los que hacen cola en las administraciones loteras
y tal vez esperan vivir en las alturas
(pero no puede ser, esto está ya establecido así:
no os salgáis del tiesto y estropeéis la gran Fiesta).
Gloria
a los que patean el Corte Inglés buscando el regalo ideal,
a quienes aguardan entrar en el aparcamiento con paciencia infinita,
a los que compran comida estos días como si ayunasen todo el año.
Gloria
a quienes mandan, con buenísima voluntad, postales de nieve,
como si la nieve no matase a los pobres
y a los hambrientos que no tienen techo
y a los niños que pululan abandonados
a merced del mercader del sexo.
Gloria
a los traficantes de armas que ponen su árbol con símbolos de paz,
a los especuladores que construyen pisos inalcanzables
e hipotecan vidas de jovenes
para lucir rolex de oro y conducir deportivos.
A los ignorantes por omisión, fanáticos e intransigentes
que obedecen consignas ciegamente
y se creen en posesión de la verdad.
A los aborregados por el consumismo.
A los comerciantes del amor.
Gloria
a los que tienen por corazón una caja registradora,
a los insolidarios,
a los que guardan de por vida el odio y el rencor,
a los que jamás perdonan pero piden que les perdonen,
a los violadores de niños y asesinos de mujeres.
Gloria, gloria, gloria
a quienes, al leer esto van a decir que es pura demagogia...
y guardan celosamente sus inagotables caudales
para comprar lo que jamás podrán:
amor y tolerancia, respeto y solidaridad.
Gloria.
Por poco tiempo.
Amén.
(Antología Poetas del 15 de mayo. Ed. Séneca)
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