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jueves, 2 de noviembre de 2017

"Ayer fue sombra", sigue caminando

Nueva reseña, del escritor y periodista VALENTÍN MARTÍN.

YUSTA CONTRA ORTEGA, CONTRA FRANCO Y CON MARISA
Miguel Ángel Yusta viene del tiempo de los candiles, como yo. Se ha enamorado en el cine de las mujeres malas, como yo. Y ahora que por fin hemos aprendido a distinguir el día y la noche, cuando menos nos importa, hemos acabado lo dos en feisbu. Qué cosas.
Acabo de leer su libro “Ayer fue sombra”, publicado por LASTURA, y me he visto. Con la vejez no te llega necesariamente la presbicia, sino que si andas bien de memoria tienes a tu alcance la lucidez del pasado tal como fue y no como nos lo contaron en la escuela.
Hay una diferencia -no sé si grande o pequeña- entre Miguel Ángel y yo. Bueno, a decir verdad hay bastantes diferencias formales que si nos escarbas, desaparecen. Pero a la vista están: él tiene nombre de poeta y yo de metalúrgico; él es de capital y yo de pueblo; él tuvo radio de chico y yo no.
Y no sé si tuvo tantos rumores de viento a su alrededor como yo. A falta de radio, a falta de hermanos con quien jugar, yo me subía al sobrao que es como llamábamos en el pueblo a los desvanes. Y allí, entre los chorizos de la matanza que colgaban del techo, abría los cajones llenos de libros del abuelo Faco, al que nunca conocí porque se murió muy joven de tanto caldo de gallina dentro del papel de fumar.
Así que mientras los de la capital leían “Pulgarcito”, yo me sabía de memoria “La Malquerida”. En pleno nacionalcatolicismo, en un pueblo a quinientos kilómetros de la vida, los hijos de noche y hombre a los 7 años ya nos codeábamos con Benavente.
Ser de pueblo tiene sus ventajas. La primera, sentirte libre. Otra, no asombrarse por nada. (Por ejemplo, mi abuelo Faco, que estuvo mucho tiempo cojo por un exceso de inteligencia. La primera vez que lo conté en el Ateneo de Madrid con Agustín García Calvo como testigo, todos me miraron raro. En el pueblo nadie se paró a considerar la cojera del abuelo Faco).
Ser de pueblo te obligaba a algunas costumbres que ni podías ni debías saltarte.
Si las campanas doblaban a muerto, todos nos parábamos un instante y nos santiguábamos. Estuviésemos en la cocina, en la botica, en la calle, en las besanas, no suprimías nunca ese gesto. Luego ya habría ocasión de preguntar quién era el muerto. Al muerto le debíamos ese minuto de quietud, lo de santiguarse es por si nos veía la guardia civil.
¿Qué tiene que ver todo esto con “Ayer fue sombra” de Miguel Ángel Yusta? Pues mucho. O todo. Lo mío y lo que él dice en sus poemas es lo mismo, dos vidas que ya se ha visto no fueron paralelas sino casi gemelares con trajes diferentes. Qué bien cuenta Yusta aquellos abismos, donde parece que no ocurría nada y ocurría todo: la asfixia.
El libro empieza dándome la razón, ya veis que no hablo de oído. Contradice a Ortega y Gasset cuando afirmaba que no hay que mezclar la poesía y la vida. Miguel Ángel Yusta lo hace en “Ayer fue sombra” y resulta que son lo mismo.
El poemario de Yusta es genuinamente costumbrista. Pero también es una bomba de relojería. Porque a un dictador que escribe con sangre y hambre la historia no le importa si le hacen cardenal o no, lo que no quiere es que se sepa su condición de cabronazo. Y Miguel Ángel Yusta en “Ayer fue sombra” delata tantas muertes gratis y grises, tanta suma de miedos y tristezas, que parece que un escuadrón furtivo vestido de inviernos hubiesen invadido todas las aldeas hasta acabar con la posibilidad blanca de la risa.
En “Ayer fue sombra” hay una avanzadilla que se llama Marisa Peña. O sea, una miliciana. Porque nos han mentido tanto en este país (y lo siguen haciendo) que nos han hecho creer que una miliciana es Ana Belén con escopeta. Qué memez.
Cuando Marwan vendió 25.000 ejemplares de un libro de poemas que forraba el escaparate de la librería más grande de Madrid, en plena Gran Vía, el palestino de Aluche se encargó de rebajarme la euforia. “No hay que engañarse -dijo- yo vendo libros de poesía porque soy músico”.
Tal vez tenga razón en cuanto a la difusión, pero que no se engañe él tampoco porque este país se salva por las jóvenes Marisa Peña o nos vamos todos definitivamente a la mierda. Que existan Yustas que den testimonio de los candiles de antaño parece natural, aunque la ley del silencio o la indiferencia sigan siendo más cómodas.
La esperanza vuelve a nacer cuando te enteras de que dejas a tus nietos cada mañana en las Marisa Peña, que saben que los dejamos en sus manos como sus hijos.
Marisa Peña se asoma a “Ayer fue sombra” para decir que existe y que lo sabe. Y entonces la memoria parece a salvo y más grande, anuncia una mañana, un abrazo satisfecho, y muchas ganas de volar.
Y cierro esta epístola con el mismo nombre que lo empecé: Ortega. Fue un referente moral y a mí me repugnan los referentes morales. Tal vez sabía enseñar a vivir, lo que nunca supo es que nadie tiene derecho a ejercer esa tiranía -aunque sea benigna- sobre los demás. Echó a un rey que se llevó 1.000 millones de pesetas de las de entonces, y no se paró en barras pretendiendo dirigir la conducta republicana, en aquella España de toreros y poetas.
Y lo peor de todo: cuando le invitaron a condenar el golpe de Estado de Franco, se negó. Y huyó.
Lo mejor: que tuvo un hijo fundador de “El País”, un gran periódico hasta que cayó en el catolicismo de Soraya para salvarse de los bancos y su inquisición.
(Tampoco es desdeñable que Ortega y Gasset, tan viajado, tuviese una nuera francesa que cocinaba muy bien).

domingo, 27 de agosto de 2017




En la distancia,
el silencio custodia la memoria;
las palabras de la infancia, son olvido.
En la vejez
sólo existe la verdad de los pájaros extraviados.


 (M.A.Yusta, "El camino de tu nombre", 2011)

lunes, 21 de agosto de 2017

Hace cuatro años (poemas de "Amar y callar" , 2013)


Hace cuatro años, Antón Castro publicaba en su página estos poemas míos. Los traigo al blog con mi recuerdo y agradecimiento...

MIGUEL ÁNGEL YUSTA: TRES POEMAS DE AMOR Y FANTASÍA
[El poeta y enamorado de la jota y de la ópera Miguel Ángel Yusta acaba de publicar un nuevo poemario: 'Amar y callar', (2013) de evidente homenaje a José Antonio Labordeta.  Esta preciosa foto es de Ruth Orkin y está tomada en 1950.]

SI PUDIERA NOMBRARTE
y penetrar el cielo con tu nombre
y que el cielo, asombrado,
lo convirtiera en luz
y que la luz se adueñara del tiempo
y que el tiempo parase nuestras vidas
definitivamente,
mi voz te llamaría cada instante.
Si fuera dueño de tu nombre, amor,
y tuviera el poder de demorarme
en esa red de nardos y jazmines,
lo alojaría dentro de mi pecho
para que nunca nadie pudiera descubrirlo
y lo pronunciaría,
deshaciendo las letras,
en oración de amor definitiva.


EL OTOÑO ES UN TIGRE AGAZAPADO
que dibuja silencios en la sombra.
Se clava en el abismo
que conduce a la cueva del invierno.
Yo entonces finjo arrojo,
me deshago del viento y de su piel,
y lleno de palabras
me lanzo a navegar contra corriente.
Dejo que mis poemas
se pierdan río abajo
donde es cierta la huella de la luz.

HAS DESLIZADO UN BESO EN MIS OÍDOS
como última nota de tu música.
Permaneces desconocida en mí
con el silencio de tu cuerpo en sombra.
Callan mis labios la palabra herida,
temerosa de ti.
La música de ayer me sabe a llanto,
pero yo amo esas lágrimas
en los residuos del amanecer,
cuando la luz desnuda los recuerdos
y sólo queda ya vivo el olvido.
Si dejas que me vaya
sin que pueda escuchar tu melodía,
si tu pasión ha muerto,
créeme, estoy seguro,
ninguna mano arrancará tus notas.

martes, 18 de julio de 2017

Entonces...



ENTONCES...

No entendimos jamás el porqué
de los densos y largos silencios.
De tantas miradas apagadas por el dolor,
por el recuerdo del pasado innombrable.
No entendimos, niños de la posguerra,
por qué éramos distintos
a los niños de las películas americanas,
felices y sonrientes
en aquellas casas con amplias cocinas,
teléfonos blancos,
mamás rubias y jóvenes que conducían coches,
-tan largos y brillantes aquellos grandes coches-,
y siempre estaban hablando por teléfono
mientras nosotros crecíamos despacio
en aquellos cines de sesión continua.
No comprendimos nada del motivo
de tantos padrenuestros y sopapos,
de luces mortecinas y madres envejecidas
cansadas de intentar comidas imposibles
en aquellas modestas cocinas de carbón.
Llenaban nuestras vidas los sonidos
de los viejos tranvías renqueantes
que por aquel entonces nos llevaban
hacia la periferia de una ciudad sin nombre.
Pero aún rememoramos el olor a pobreza
llenando las miradas de gentes sin futuro
y la espera del padre abatido y callado
que un día, un solo día,
llegó a casa ebrio de desesperación.
No. No entendimos nada.
Mas sí recordaremos por siempre cada hora
en que pudimos haber sido felices
pero no nos dejaron
ni siquera la sombra de nuestra libertad. 

Miguel Ángel Yusta: Ayer fue sombra. Lastura, 2017.








sábado, 20 de mayo de 2017

Ayer fue sombra. Edición 2017

 La segunda edición ampliada, editada por LASTURA, a la venta en la web (http://lastura.es/?product=ayer-fue-sombra) , librerías y Ferias del Libro de Toledo, Zaragoza y Madrid 2017


https://www.youtube.com/watch?v=zTKvwaHCGOI


sábado, 15 de abril de 2017

viernes, 17 de marzo de 2017

lunes, 13 de marzo de 2017

martes, 14 de febrero de 2017

lunes, 13 de febrero de 2017

domingo, 12 de febrero de 2017

LA SOLEDAD DEL NADADOR FORZOSO


Cada mañana, a la hora en punto,
haga frío o calor allí se encuentra,
con las gafas, el gorro y la toalla,
nadador en la nada.
Luchador con el tiempo y el destino,
brazada tras brazada, treinta largos.
El agua está climatizada, dicen,
el nadador, a solas, reflexiona
mientras también a solas hiende el agua.
Uno tras otro, lleva ya seis largos;
a veces no respira, a ver qué ocurre;
otras piensa en dejarse llevar, tranquilamente,
hasta el fondo absoluto
de ese mar de salón deshabitado.
Hace frío en las calles, es noviembre,
pero el agua es de playa de verano
y el nadador forzoso nada sólo,
nadador de la nada hacia la nada.
Ya lleva doce largos y sigue sin parar.
Un día no estará, mas nadie tendrá en cuenta
que el nadador no ha llegado a la hora
y que quizás no venga nunca más.
Nadie preguntará qué fue del hombre
que nadaba en silencio.
Tal vez esté en las aguas de otros mares
-donde no existe el hielo de las horas
ni las incertidumbres del mañana-
cansado de nadar contracorriente.
 -------------------------------------------De "Des-Concierto". 2016

sábado, 21 de enero de 2017

"Ayer fue sombra" en El Periódico de Aragón

Reseña publicada en "El Periódico de Aragón" por Roberto Miranda, a propósito de la I Edición de Ayer fue Sombra.


martes, 17 de enero de 2017

Jorge Cortés, reseña "Ayer fue sombra"

Mi lectura de “Ayer fue sombra” de Miguel Ángel Yusta. Primer Premio de la VI Edición del Premio de Poesía Delegación del Gobierno de Aragón-Cajalón. Editorial Aqua. Zaragoza, 2010.


(relatar en verso: para que se sepa)

0.- Demasiadas evocaciones (cercanía generacional) en estos emotivos quince poemas me han hecho retroceder a la espesura, borrosa, de la infancia (quizás porque, borraduras aparte, mis miradas decisivas surgieron entonces y ya han crecido conmigo).

1.- Aquellos días en penumbra, de un tiempo con olor a pobreza y frío, un frío imperial, un frío asomado invierno a invierno: frío calándose a traición. El poeta lo narra en verso. Y esto, eso, sólo lo puede contar (buen poeta, claro está), quien recorrió aquel laberinto que aún resuena. ¿Sombra escasa y vacilante?: pues no: memoria de la sombra. Adelante.

2.- También hijo de los que hicieron (padecieron) la guerra incivil: pero unos, pocos, (la) ganaron; a bastantes los exterminaron o mortificaron; a la inmensa, inmensísima, mayoría, la acallaron o callóse. Hijo, pues, de una noche de serpientes negras y lunas enrojecidas en años duros de soledades grises. Tiempo rancio y avinagrado, donde quedaba sólo la humana dignidad de aquellos hombres y mujeres / que nos dieron calor de corazón. Que se sepa.

3.- Veracidad vocativa: la escalera mecánica del Sepu; el Bazar X (un escaparate para soñar) y sus preciosos, inalcanzables trenes eléctricos y bicicletas que sólo poseían niños desconocidos / a los que no podíamos pedírselas prestadas. Por eso mismo, una tarde navideña, una mirada frustrada, todavía de Preparatorio, se conjuró (qué ingenuo) con rabia contra la injusticia esencial, la persistente injusticia esencial.

4.- Liviano esfuerzo de memoria: un orden que cortaba el aliento: el dictador de la voz de pito y el alma de piedra: educación nacional-católica: niños con miedo: hasta con miedo a ser libres. Filas formadas: silencios de plomo, brutales. Para que lo sepa de una vez quien lo tenga que entender: una generación y media en las que muchos hombrecillos fueron adiestrados en el sufrimiento, sin hipos ni lamentos: palizas, sopapos y rosarios: demasiados hematomas afectivos. Qué maravilla fue descubrir, después (aunque con duraderas secuelas), libremente, la ternura; compartirla con esa mujer que era(n) una geografía prohibida.

5.- Asomado a la oscuridad repetitiva y nueva en las salas de sesión continua y acomodadores malhumorados: aturdido adolescente (de niño ansió un descapotable blanco) en tardes piroleras (al cine, al cine: cabalgando en sueños de viejo blanco y negro): escapábamos de la clase de religión y de la de formación del espíritu nacional, y, todavía, se obstina en convocar a la (su) sensual Gloria Grahame: jamás me atrajo tanto ninguna otra mujer, con ella se paraba el tiempo, e imaginaba una noche con ella.

6.- El recuerdo tiene sus propios resortes y el poeta (memoria autobiográfica), ordena experiencias: gestos y ecos: los reescribe con perspectiva: la radio, con voces y apellidos, encendía sus ojitos y a la que le daba las gracias por animarnos a vivir: y el poeta no escribe de oído: rosario (más) en familia. El ajetreo febril en la cocina, haciendo los deberes con manos ateridas, centro de reunión familiar, intentando avivar el hornillo. Paredes encaladas y una madre se afana calentando la leche con carbón vegetal / mientras contiene a solas el rumor de sus lágrimas. La madre, la madre. También la necesidad fue(es) la madre de los milagros.

7.- Amigo viajero (qué otra cosa es leer), en este momento tú te vuelves porque él ha vuelto a entrar. Lo perdido para siempre y que no se ha perdido en su memoria. Tenor Fleta tenía una zanja / por donde el tren cruzaba Zaragoza; allí, la modesta casa, donde mi padre regresaba cansado de golpear el viento / y mi madre desenvolvía el papel de estraza de la cena. Unos años, por fin pasados, de los que recordamos / a los silenciosos héroes que permitieron este presente. Inútil exagerar, porque aquel tiempo redundaba en (con) abuso.

8.- París es recurrente para el poeta (en un poemario anterior fue monotemático). Aquí es (fue) la libertad de vivir sin permiso. Su querido París donde se abrió la vida, / los besos y los senos de mujeres soñadas, / las orillas del Sena llevándose la mugre / acumulada en años de tinieblas. Pero no (se) engaña, no hay metamorfosis chillona (impostura): Y en ese punto justo o no pude o no supe / hacer, sencillamente, mi gran revolución / y me hicieron discípulo del convencionalismo.

9.- Su poesía está a la altura de quien se sincera: Me sigo preguntando, a través de los años, / quien tuvo derecho a robarnos tantas primaveras, / quien prohibió, hasta asfixiarnos, cuanto nos ilusionaba. Rezo elocuente por el viejo amigo de nuestra adolescencia y, prudentemente, solicita: Ábrele el Infinito, Señor. / Que pase con su equipaje de gozo y sufrimientos / y siéntalo a tu lado por si puede vivir / la esperada realidad de sus sueños.

10.- Reparo en la belleza de la recapitulación. 1) Nos arrastrábamos lentos en el tiempo / mientras las ilusiones estaban muertas y enterradas. 2) Ni siquiera acudía la luna / para animar el dudoso festín / de los largos silencios nocturnos. 3) Fue sombra ayer / pero en las horas de las largas noches / durmió el poema hasta llegar la aurora. 4) Reniego de quienes dejaron sin flores tantos jardines / y, en cambio, nos prohibieron pisar el césped.

11.- Poética acuñada, cultivada, tangible, respirada desde un bien custodiado manantial (universo personal). Posible que se escriba para ver, pero él es consciente de la modificación de la imagen tras escribirla: Me pregunto si fue real o un sueño, / si las calles eran tan oscuras y silenciosas, / si existían las quinielas a peseta.

12.- Sabiéndose tal cual: Mas, ahora, aquí estoy, / después de tantos años. Interrogándose en la soledad de mi cuarto por los días que perdí, de por qué tuvimos que precipitarnos al vacío / y descubrir la luz a través del sufrimiento. Y hoy, busco todavía las respuestas / en el ocaso suave de mis días. ¿Quizás la fractura que no ha podido restituirse y se vale de la poesía para rellenar ese vacío?


13.- Finaliza: Vienen, al fin, los días de la luz… Silencio. El lector escéptico se calla.


14.- Elijo la escritura que contagia vida. En poesía, que estrofas, ritmo y composición sean un recorrido libre e impuesto, sin fugas, sin eclipses. Me identifico con la escritura que ha mirado, arada silenciosamente (el silencio y la distancia alimentan serenos la memoria) y que las palabras (sus representaciones) nos reposen ecos, resonancias paralelas, emoción. Es el caso de este poeta que sabe buscar y decantar espléndidamente las palabras. Para celebrarlo. Mi enhorabuena.

Jorge Cortés
Mayo, 2010
















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