Datos personales

Mi foto
Fotos de portada:Columna Villarroya 2010. Maica Rivera 2018. Todos los contenidos registrados.

martes, 27 de enero de 2015

EL CAMINO DE TU NOMBRE

Video de un poema de "El camino de tu nombre" , realizado por Javier López Clemente:
https://www.youtube.com/watch?v=DAUZaVxyMbM&feature=youtu.be

Y también en el blog de mi buena amiga Marta Navarro:
https://entrenomadas.wordpress.com/2012/01/07/el-camino-de-tu-nombre-de-miguel-angel-yusta/



Foto: Mayusta (c)

domingo, 11 de enero de 2015

De silencio y luz



El profesor, escritor y poeta Joaquín Sánchez Vallés, prologa mi nuevo poemario  De silencio y luz.



 
PRÓLOGO
De silencio y luz, de Miguel Ángel Yusta, se nos ofrece como un libro del amor y sobre el amor. Ante todo, me gustaría deshacer el posible equívoco que encierra su título, que parece obedecer a una antítesis en que el silencio (lo negativo) se opondría a la luz (lo positivo). En realidad, no hay tal: la inmensa mayoría de los poemas nos hablan de un amor logrado, conseguido, gozado y placentero. El silencio y la luz son dos formas del amor. El silencio que permite a los amantes disfrutarse plenamente y la luz que surge de ellos al cumplirse el amor. Por si aún quedara alguna duda, el mismo poeta la despeja cuando reduce los dos términos a uno en el verso “es tu silencio luz”, donde se identifican los dos términos de la paradoja.
Acabo de decir que se trata de un libro del amor gozoso y placentero. Y habría que añadir: del amor en toda su carnalidad. Lo que Miguel Ángel Yusta canta en estos Poemas de silencio… es el beso, la caricia, el abrazo y, naturalmente, la unión de los cuerpos, el placer físico, el “amor en carne viva”, “los supremos instantes de la entrega”, “...dulces sábanas/ que arropaban los cuerpos generosos”, “la humedad desnuda de los cuerpos”, en palabras del propio poeta.

Lo que sí conviene señalar inmediatamente es el lirismo, la expresión elegante, el lenguaje refinado con que Miguel Ángel Yusta sabe manifestar este contenido. La justa y precisa utilización de metáforas e imágenes, en su mayoría tomadas de la naturaleza, hacen de la materia erótica un ejercicio de sensibilidad: “He inundado tus valles agitados/ en la penumbra cierta de la noche”, “el centinela lienzo de lo oscuro”, “el jazmín de tu pecho”, “súrcame de silencio en la mañana”, y tantas otras imágenes que vienen a demostrar que Miguel Ángel Yusta es un gran poeta. Y es un gran poeta también por el perfecto uso que hace del verso: hay un predominio de heptasílabos y endecasílabos como material con que construye estos versos blancos, con los acentos colocados donde se debe para crear la musicalidad clara que inunda cada poema, que hace que cada poema fluya con naturalidad y justeza, sin que sobre ni falte nada, hasta el verso final, ese remate en que un poeta se juega buena parte de la emoción que un poema debe transmitir. Y no cabe duda de que Miguel Ángel Yusta gana siempre en ese juego. Estos tres elementos (imágenes apropiadas y sugerentes, musicalidad del verso y justeza en el remate) son la piedra de toque de un verdadero poeta. Y Miguel Ángel Yusta lo es, logrando el resultado que se espera de un poeta verdadero: la emoción.

Es imposible leer estos poemas y no emocionarse, no sentir el latido que ese amor expresa, de aceptarlo como auténtico.
Dentro de las imágenes que predominan en Poemas de silencio…, destaca por su abundancia la de la noche, cosa que sí que puede sorprender en un poemario que tiene la luz en su título. Pero ya he dicho que esa luz es muchas veces la luz creada por el amor de los cuerpos, como en la noche de San Juan de la Cruz la luz era la del alma hacia Dios: “sin otra luz ni guía/ sino la que en el corazón ardía”. No es extraño que la noche sea una de las notas dominantes de estos poemas: es la noche que une a los cuerpos (“¡oh noche que juntaste!”, seguiríamos diciendo con San Juan), la noche cómplice y propicia en la que se cumple el amor. No extrañen estas alusiones a San Juan de la Cruz a que me he atrevido, pues en este amor carnal que Miguel Ángel Yusta nos presenta hay una agitación de la naturaleza, una transformación del mundo, de tal modo que parece alcanzar cumbres místicas. ¿Y la luz? La luz en la noche puede ser la de la luna: “Tiéntame, madre luna (…) para que pueda amar por fin del todo”, “Hazme tu rayo, luna,/ para abrir sus entrañas”. Pero lo más habitual es que la luz sea el resultado del amor: tras la noche, amanece; tras el amor, viene la luz a iluminar los cuerpos que se han amado.

A lo largo de todo el poemario prevalecen estos poemas de exaltación y gozo amoroso, aunque no falta alguno que aluda a la ausencia del ser amado: “Se borrará tu huella/ y yo me quedaré deshabitado./ Solo”. Estas notas negativas se acentúan en la IV parte, “Final”, donde aparece el otoño con “sus cuchillos”, noviembre "como un fantasma gris", diciembre “lleno de nostalgia”, hasta culminar en el último poema, cuando la noche, que hasta entonces hemos visto como acogedor lecho de los amantes, se convierte en “horas lentas de silencio erguido”. Este último poema cierra el libro con una nota de angustia, con la que el poeta se debate intentando salir lo más indemne posible: “regateo con las últimas raíces del dolor/ para que no puedan matarme de nuevo…”. Aquí es donde podemos considerar que el título De silencio y luz se revela como verdadera antítesis, prevaleciendo el silencio sobre la luz que ha iluminado prácticamente todo el libro.

JOAQUÍN SÁNCHEZ VALLÉS
Zaragoza, abril de 2013


Archivo del blog